El paso de Carmen Lomana por MasterChef Celebrity nos ha dejado momentos únicos. ¿Quién no la ama tras el momento parraque? ¡Qué elegancia hasta para caerse!

Ella no quita sus morritos ni para desmayarse.

¿Y esas peleas con Antonia Dell´atte? Simplemente maravillosas. En nuestro recuerdo quedará también esa cara llena de chocolate durante su última prueba de exteriores. Como si hubiera estado en una guerra cuando en realidad lo único que había hecho era pelar cuatro ajos. Su parsimonia y cuajo característicos que pondrían de los nervios a cualquiera serán ya patrimonio televisivo de nuestro país.

Pero, sin duda, lo mejor de Carmen Lomana lo vimos durante su despedida. No quiero hacer spoiler pero el “león come gambas” es un plato de alta cocina al lado del último que presentó la celebrity. No era de extrañar la bronca que le propinaron los jueces, más que nada porque está en un concurso de cocina y se espera cierto nivel. Aunque realmente creo que lo que molestaba era la actitud de “pasotismo” de ella. A ver, que si es lo que sabes hacer y te esfuerzas en ello pues bien por ti, pero al menos reconoce que no está bien, que es un plato básico e infantil. Eso es lo que en principio esperaríamos y haríamos todos si participáramos en algún concurso parecido. No es el caso de Carmen. Ella iba contenta y con la cabeza bien alta mientras presentaba su plato. ¿Por qué? Pues porque, como bien explicó, todo depende de las expectativas que tengas.

Desde un principio dijo que no había cocinado en su vida así que para ella conseguir freír un huevo era ya todo un logro. Su expectativas eran muy bajas por lo que ya el hecho de usar un sifón suponía haber llegado lejos para ella. ¿Qué pasaba entonces? Pues que los jueces esperaban ver platos de alta cocina y recibir lo que presentaba la Lomana pues se quedaba muy muy lejos de sus expectativas, con lo cual terminaban decepcionados.

Así que, queridos míos, yo he decidido hacer caso a Carmen y aplicar su teoría al resto de mi vida. Quien no espera no se decepciona. A priori puede parecer una actitud fría o pasota, incluso triste si me apuras. Pero lo cierto es que la encuentro bastante práctica. ¿Cuántas veces no te has sentido traicionada por aquel que creías tu amigo cuando no ha respondido como esperabas en una situación complicada para ti? ¿Cuántas veces te has sentido regular porque tu pareja ha hecho algo que no esperabas que hiciera? ¿O no ha dejado de hacer algo que esperabas que no hiciera? En mi caso han sido muchas y creo que el problema está en el hecho de esperar.

Y aquí el problema no es de la otra persona, es nuestro. El típico “no es por ti, es por mi”. Esperamos, esperamos y esperamos pero no decimos. Me explico. ¿Por qué no llamas a tu amigo y le dices “oye, ven que estoy mal y necesito que estés aquí”? ¿Por qué no le dices a tu pareja “cariño, me encantaría que te quedaras conmigo viendo una peli porque estoy baja de ánimos”? O, ¿cariño, me gustaría ir a tal o cual sitio? No lo preguntamos porque esperamos que salga de ellos sin tener que decirles nada. Pero no nos paramos a pensar en que puede que ellos no se den cuenta o crean que nuestras necesidades son otras. Porque, queridos, ellos también tienen una vida y sus propias necesidades.

Dicho esto, lo más práctico es exponer tus necesidades. Decirle a cada uno lo que piensas y necesitas de ellos. Así ellos sabrán qué necesitas y tu no tendrás que estar esperando nada. Si aún sabiéndolo no cumplen porque no les apetece ya sí puedes decepcionarte.