Sí a ellas, a esas dependientas que te miran de reojo al entrar en su tienda cuando vistes una 48. Lo hacen mientras se preguntan qué narices buscarás en su tienda si es evidente que nada allí te sirve. Te miran y se miran entre ellas, como lanzándose un sos ‘ojo, gorda a la vista, a ver qué viene a pintar esta aquí’.
Tú sigues a lo tuyo, revisando lo que te da la real gana, porque por ahora una talla no nos prohíbe visitar tiendas y entonces encuentras ese jersey perfecto para regalar a tu amiga. Lo cojes, lo revisas… Las miradas siguen ahí, clavadas a ti, mucho más ahora que tienes en tus manos un jersey monísimo en la talla S.
De camino a la caja encuentras un vestido supersize que crees que te sentará bien. Está bien de precio y es distinto. Le das una oportunidad, vas a probártelo. Te acercas al probador con el vestido y el jersey para tu amiga. La dependienta en la entrada te mira y sin haberle enseñado siquiera las prendas te suelta ‘mira bien las tallas si eso porque en ese jersey no creo que estés nada cómoda…’
A ellas, a esas dependientas a las que hay que explicarles todo. Que se creen que somos gordas, ciegas, idiotas y no sé qué más. Gracias.