Autoestima baja, ese elemento de mi vida que siempre ha convivido conmigo, creo que desde que tengo uso de razón. No me atrevía a salir a la calle desde muy pequeña, ni hacer las actividades deportivas del colegio, ni llevar ropa en lo que se marcase algo. Ese es el pilar fundamental de mi existencia. Por ello, por ese cúmulo de consecuencias, en la adolescencia desarrollé un trastorno alimenticio como es la bulimia para adelgazar, conseguir la aceptación de la gente del instituto y dejar de ser la gorda.
La gorda, esa es la palabra. Mi padre me recordaba todos los días que mis piernas no eran normales para mi edad (con 7 u 8 años), que tenía que ponerme a hacer bicicleta o algo. ¿A qué niña se le dice eso? ¿Qué ser es capaz de minar a una niña desde tan pequeña? Y sobre todo, que ese recuerdo nunca se me ha borrado. A parte del de: «Eres una inútil y no vas a llegar a nada!.
Ahora, con casi 26 años, hace unos meses que me diagnosticaron ansiedad y depresión. Meses atrás antes del tratamiento adelgacé, y volví a escuchar esos comentarios de: «Que guapa estás», «estás mejor así», «estabas demasiado gorda», «estabas muy descuidada»… Adelgacé porque no tenía tiempo para vivir, trabajo, clases, y mi maravillosa afición de hacerme cargo de los problemas de los demás, cargármelos sobre los hombros y olvidarme de los míos.
Ahora tengo uno muy serio, no levanto cabeza, la maldita depresión, que cada vez crece más, cual enredadera y me deja sin energía, y de lo que me dota es de una apatía y una anhdonia terrible. Soy incapaz de disfrutar de las cosas que realmente me apasionan. No quiero ver a nadie, no quiero saber nada del mundo, no saldría nunca más de la cama, NUNCA.
He vuelto a engordar, uno de los maravillosos efectos secundarios de los antidepresivos. Con ello, han vuelto los maravillosos comentarios que extrañaba entre poco y nada. Vuelta a la misma mierda de siempre, vuelta a comentarios incómodos y opiniones sobre el aspecto físico de una misma. Me doy vergüenza, literalmente. Me compré ropa preciosa cuando estaba con el ánimo como debe estar y no quiero ni verla en pintura. He vuelto a las sudaderas y vaqueros, camisetas largas y ropa negra. Tan solo quiero pasar desapercibida, que nadie sepa que estoy ahí.
Mis amigas no lo entienden, como un simple anímate está todo hecho, no es tan fácil. ¡Qué más quisiera yo que poder animarme y disfrutar de las cosas!. Por suerte, no estoy sola en esta batalla, tengo a mi pareja que me apoya hasta el final. Pero siento que cada vez que le digo como estoy, estoy más cerca de perderle.
Esta es mi vida, un maldito bucle infinito del que nunca se sale.