Hace tiempo escribí esto y quería compartirlo con vosotr@s.
Denuncié y, aparentemente, salí, pero hay heridas que no se ven pero sangran todos los días.
So¡Soy mujer!
Soy mujer, pero ante todo, soy persona. No soy más ni menos que NADIE, y NADIE, es más ni menos que yo.
Como persona, tengo mis defectos y virtudes: Soy cabezota, impetuosa, pasional, sensible…me enfado con facilidad y tengo mi dosis “justa” de mala leche.
¿Soy valiente? NO
Las circunstancias te hacen tomar decisiones que quizás, sin esas circunstancias, no se hubieran tomado jamás.
Soy mujer, madre, y trabajadora.
Y soy, sobre todo, el resultado de las experiencias, MIS EXPERIENCIAS.

Me caí, o mejor dicho, intentaron hundirme. Me humillaron por el simple hecho de ser mujer, SU MUJER. Me hicieron creer que, sin ÉL, yo jamás sería nada ni nadie. Por un tiempo, definido, lo creí…
Intentaron hacerme invisible día tras día, con palabras, con gestos, con hechos, con amenazas…intentaron cerrar MI mundo a cal y canto.
Intentaron hacerme madre para retenerme, para doblegarme, para respetar las decisiones de ÉL, para aguantarlo, para quererlo por obligación, para agradecerle que ÉL me hubiera hecho ese regalo.
Intentó eliminarme, borrar de un plumazo mi existencia, y yo…yo cada vez existía menos.

Salí, salí tocada, medio hundida, pero salí dando un portazo a esa casa, a esa vida y a Él.
Seguía queriendo hacerme invisible, ya no estaba sola, era más visible que nunca.
Utilicé el arma más letal que existe, LA VERDAD, y gané… Gané porque estoy más viva que nunca, porque no estuve sola, ni lo estoy, ni lo estaré.
Gané porque ahora sé lo que soy y quién soy…
Pero sobre todo gané, porque jamás me silenciaron, nunca conseguirían que callara aunque estuviera atada al miedo.