Capítulo 1. El final en un vaso

Inicio Foros Querido Diario Relatos Capítulo 1. El final en un vaso


  • Autor
    Entradas
  • EllaEscritora
    Invitado
    EllaEscritora on #440143

    “Pensándolo mejor, creo que tomaré otra copa de lo mismo”. Puede que en aquel bar el resto de clientes hubieran huido a sus respectivas casas hacía horas, pero yo me encontraba semi-tumbada sobre la pestilente barra inconsciente de lo que me rodeaba.

    – ‘Pues yo creo que lo que debería hacer es irse a casa, señorita.’

    Una imagen muy apropiada para una mujer como yo; estaba cansada, enfadada, sucia e incluso borracha. No, aquel no había sido en absoluto el mejor día de mi vida y, por lo tanto, la noche no se presentaba demasiado alentadora. Recordaba que cuando había entrado en aquel lugar sonaba una música indescriptible, a caballo entre el jazz más puro y el sonido pop juvenil que aborrecía desde siempre; ahora era consciente de que ya no escuchaba ni la más mínima nota, ¿en serio aquella mujer era yo?.

    Pude elevar la cabeza hasta un punto en el que sólo observaba las mugrientas patas arriba de las sillas que no hacía mucho estaban ocupadas. Tras la barra no advertí a nadie, ni siquiera recordaba cómo era la persona que me había servido todas aquellas copas de ron barato. Olía a humedad y a madera vieja junto con alcohol mezclado con mil ceniceros sucios.

    De pronto mi cabeza comenzó a dar vueltas, le siguió mi estómago, y segundos más tarde la barra había sido bautizada con todo el alcohol que yo misma había sido capaz de ingerir en toda la noche.

    – ‘Estupendo, y ahora esto… ¿no le he dicho ya que se vaya?, ¿voy a tener que echarla de otro modo?’

    En un gesto, si cabe mucho más ridículo, procuré levantarme a toda prisa como si todo lo que aquel hombre estaba diciendo no tuviera nada que ver conmigo. Todavía no había podido encontrar su cara pero su voz sonaba como si se encontrara a apenas un par de metros de mí.

    borracha

    Me tambaleé, intenté acertar con algo que pudiera sostenerme entre mis manos pero al fallar sólo pude dejarme caer sobre el pegajoso suelo. La aparatosa caída no consiguió más que marearme de nuevo desde el cerebro hasta el más profundo interior de mi estómago, y allí mismo otras tantas copas salieron desde mi garganta pringando cada rincón de mi escueto vestido.

    Pude notar como unas manos calientes intentaban ponerme en pié asiéndome por las axilas.

    – ‘Vamos señorita, voy a meterla en un taxi, y que sepa que es lo más cortés que he hecho nunca a una mujer.’

    Entendía a la perfección lo que aquel hombre estaba diciendo pero mi cuerpo no era capaz de articular ni una palabra. No podía observar su cara pues me arrastraba por la espalda como si de un saco me tratara.

    Y en un golpe de energía planté mis pies en el suelo haciendo una fuerza que me pareció sobrehumana para sostenerme yo sola. Continuaba tambaleándome hacia los lados lentamente y era consciente de que mis ojos no llegaban a abrirse al cien por cien, pero me sentía fuerte tras todo lo que había sucedido, podría decir que hasta volví a imaginarme sexy y preparada para triunfar.

    Nada más lejos de la realidad pues el dueño del local borró mi ensoñación de mujer bebida por completo.

    – ‘Muy bien bonita, ahora solo espero que un taxista se digne a recogerte de esa guisa.’

    Empujó mi espalda haciendo que de un bote saliera del bar hacia la calle oscura y silenciosa.

    Lo cierto es que si me preguntaran en aquel instante no sabría decir en qué calle me encontraba, y tampoco me importaba. Entre las millones de cosas que circulaban entonces por mi mente una de las principales era el encontrar un vehículo que me llevase de vuelta a casa, a mi cama, sólo necesitaba dormir, dormir cientos de días seguidos.

    Tras caminar unos metros sentí a mi espalda el sonido del motor de un coche, al girarme celebré con una enorme sonrisa el encontrar un taxi medio parado que perseguía mis pasos como si me estuviese buscando. No me equivocaba.

    – ‘Entre señorita, el dueño del bar de allí atrás acaba de llamar a la compañía de taxis pidiendo un servicio para una mujer que no se encontraba demasiado bien, no me cabe duda de que ésa es usted.’

    – ‘Sí, soy yo. Qué amable el señor, todavía queda buena gente en este mundo.’

    Tras decir aquello yo misma me percaté de que estaba pensando en voz alta, “sólo siéntate y calla, sólo siéntate y calla”, me repetía en la cabeza. Y así lo hice, me acomodé en el asiento trasero del vehículo y fijé la vista en el horizonte como si de aquel modo pudiera hacer que el taxi se pusiera en marcha.

    – ‘Bien, y ahora le agradecería que me dijera la dirección a la que nos dirigimos.’

    Sí, habían pasado unos segundos antes de que el conductor entre una mueca sonriente pronunciara aquellas palabras, y yo para entonces era la mujer más ridícula de la faz de la Tierra.

    – ‘¡Oh! Es cierto, déjeme pensar un segundo, sería absurdo que le diera una dirección equivocada ¿verdad?’

    No, era absurdo todo lo que había sucedido hasta entonces, un fallo en la dirección podría ser muy insignificante.

    Pasado un instante señalé de corrido mi calle, mi número e incluso el piso junto con la puerta en la que vivía.

    –’Gracias’ – dijo el conductor poniendo en marcha el coche – ‘pero el piso y la puerta lo dejaremos para nuestra próxima cita.’- Terminó la frase riendo.

    ¿Cita?, ¿próxima?… mis reflejos se encontraban demasiado lentos para conseguir llegar a la ironía de su discurso. Y en el preciso instante en el que me disponía a pedir una explicación me percaté del sentido de sus palabras. Me ruboricé, seguro, pues sentí una ligera tensión alrededor de mi boca y no sabía si unirme a sus risas o echarme a llorar de la pura pena que yo misma me estaba dando.

    Continué el resto del viaje en el más absoluto mutismo, observando paralizada un par de botas de fútbol enanas que pendían del espejo retrovisor del coche. Ni siquiera supe que habíamos llegado a mi destino hasta que me percaté de que el vehículo llevaba demasiado tiempo sin moverse.

    – ‘Creo que no me he confundido, ¿no?’ – dijo el hombre girándose para mirarme sin borrar de su cara una ligera sonrisa. No cabía duda de que mi aspecto le divertía y la situación en la que nos encontrábamos incluso algo más.

    Entonces mi humor cambió repentinamente, aquel silencioso trayecto había hecho que todo mi pesar se convirtiera en ira contra mí misma y todo lo que me rodeaba. Así que abrí bruscamente la puerta del taxi y salí directa hacia la entrada del edificio.

    Sólo observaba el suelo cuando me di cuenta de que ya me encontraba en el ascensor camino de mi piso, los espejos que lo adornaban no me ayudaron en absoluto, mi aspecto era incluso peor de lo que me esperaba. Pero para entonces ya no había solución posible y esquivé por completo los sentimientos de amargura que me acechaban, quería dormir o simplemente meterme bajo mis sábanas.

    Una vez dentro de mi apartamento me paralicé un instante, mi cabeza me pedía a gritos que me bajara de los incómodos tacones que llevaba pero mi cuerpo no respondía de ningún modo. En aquel momento el desagradable sonido del timbre hizo que todo mi cuerpo vibrara.

    Apenas tuve que dar un paso atrás para abrir la puerta del piso inconsciente por completo de quién querría algo de mí a aquellas horas de la noche. Una cara familiar se situaba al otro lado.

    – ‘Siento molestarla, pero estuve esperando unos minutos en el taxi y al ver que no regresaba, ¿le importaría pagarme?’ – Esa sonrisa no se borraba de su cara ni siquiera para reclamar su dinero.

    Lo analicé un instante antes de volverme para buscar la cartera en mi bolso. Era un hombre joven, con el pelo corto muy moreno y una altura que apenas lograba superarme.

    – ‘Lo siento. Gracias por todo.’ – Y cerré la puerta con un estruendo que hizo crujir mis entrañas.

    Desperdigué camino de mi cuarto la poca ropa que llevaba encima, arrojé cada uno de mis tacones hacia donde la inercia los enviara y acompañada únicamente por mi ropa interior me metí en la cama cubriéndome hasta la cabeza con mis finas sábanas.

    Podrían haber pasado lustros desde que me había quedado dormida, para cuando al fin abrí guiñando uno de mis ojos el sol entraba por el ventanal de mi habitación como si una inmensa linterna me estuviera apuntando al centro de la cara. Estaba hundida sobre el colchón, tenía la sensación de que mi cuerpo pesaba veinte toneladas y, a pesar del calor que debía sentirse fuera, mi cuerpo tiritaba aún estando cubierta por toda la ropa de cama.

    Responder
WeLoversize no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta web por colaboradores y usuarios del foro.
Las imágenes utilizadas para ilustrar los temas del foro pertenecen a un banco de fotos de pago y en ningún caso corresponden a los protagonistas de las historias.

Viendo 1 entrada (de un total de 1)
Respuesta a: Capítulo 1. El final en un vaso
Tu información: