Entré en la sala dispuesta a hacer la entrevista, ¡qué narices! Entré dispuesta a comerme el mundo después de meses y de haber estado estudiando tanto que me dolía la cabeza de pensar en la de noches que había pasado frente al ordenador. Y entonces le miré. Había una chica también, luego supe que era la directora de recursos humanos, pero yo solo podía mirar esos ojos oscuros que me devolvían la mirada por encima de la mascarilla. Esa mirada intensa, oscura y penetrante que me dejó embobada durante unos segundos.
Es el Director, me dijo ella al cabo de un rato haciendo las presentaciones. ¡Coño, pues qué joven! Pensé, a no ser que la mascarilla engañase, no tenía más de 30 años. Y yo con mis 29 y mi sonrisa escondida no hacía más que imaginarme como sería su boca.
Conseguí el puesto, claro, aunque mi motivación quizá fue la equivocada. No dejaba de imaginarle, me pasé el fin de semana entero, antes de empezar, pensando en lo que habría debajo y en cómo sería el resto de su expresión.
Y madre mía, el primer día que le vi sin mascarilla fue el mismo día que empecé a trabajar. No me llevé comida pensando que tendrían comedor de empresa, pero estaba cerrado por medidas del covid. Fuimos a comer juntos a un bar cercano. Me quedé mirando esa cara perfecta de ojos negros, nariz masculina y boca jugosa. Me lo imaginé apretando su cuerpo contra el mío, me lo imaginé follando, para qué vamos a engañarnos. Me lo imaginé embistiendo, porque tenía pinta de hacerlo maravillosamente.
Evidentemente esto solo estaba en mi mente. Hasta “EL DÍA”. Ese día que empezó como otro cualquiera, los dos llegamos y nos fuimos a nuestros despachos, pero al mediodía, por alguna extraña razón éramos los únicos que se había quedado trabajando, el resto se había ido a comer fuera o estaban teletrabajando esa semana.
Entró en mi despacho y me preguntó si había traído comida o si quería salir a picar algo. Salí encantada, tenia un bol de ensalada y pollo sobrante de la barbacoa familiar del fin de semana, pero salí como si realmente necesitase ir a comprar comida urgentemente.
Teníamos tiempo así que fuimos al centro, compartimos coche de empresa y empezamos a bromear sobre cosas de trabajo. Llegamos al restaurante pero estaba completamente lleno, el aforo era del 70% y ya no podíamos optar a una mesa. De repente me dijo, mi piso está al final de la calle, compramos algo y subimos?
Os podéis imaginar… en ese momento empecé a ser consciente de que lo había planeado todo. Él sabía que ese restaurante iba a estar lleno y me llevó premeditadamente.
Subimos a su casa y de repente, al cerrar la puerta, noté como se me acercaba por detrás. Pegó su boca a mi cuello y (notando hasta el aire cliente que salía de su boca al pronunciar las palabras) me dijo: tengo ganas de esto des del día de la entrevista.
Me acercó a su cuerpo y noté su erección tan rápido que me sorprendí. Iba vestido con traje y una camisa azul cielo que resaltaba su pelo negro y sus ojos marrones, enormes e intensos. Olía a Black XS y me volví loca nada más rozarme. Me puso las manos en la cintura y me atrajo del todo hacía él. Me besó suave y respondí salvaje, eso debió encenderle aún más, porque de repente me bajó los tirantes del vestido y dejó al descubierto mi sujetador, me miró las tetas como si acabase de descubrir la inmortalidad y me miró esperando a que le diera permiso. Hundió la cabeza entre ellas y empezó a besarme y a mordisquearme por encima del sujetador, le ayudé a quitarlo y metió completamente mis pezones en su boca, pasando de uno al otro, poniéndolos cada vez más duros y haciéndome gemir de placer.
Para ese momento yo ya estaba tan mojada que podía notar como se me pegaban las bragas. Le desabroché el cinturón y metí la mano, le cogí la polla, dura como una piedra, y empecé a tocarla, estaba tan mojado como yo, enseguida mi mano resbaló y él me miró y me pidió que parase, o la fiesta iba a durar poco.
Fuimos a su cuarto y ya desnudos nos tumbamos en la cama, me senté encima y con las manos le metí en mi interior, gemí de placer y empecé a moverme, me tocaba con la polla todas las paredes interiores, rozaba mi clítoris y mientras yo gemía, él ponía los ojos en blanco, totalmente ido por el placer. Con las manos apretaba mis pechos y yo seguía moviéndome para que no parase de clavarse en mi interior, cada vez más profundo.
Me puse tan cachonda que iba a correrme pero de repente salió y me tumbó, se puso él encima y me sujetó los brazos mientras me mordía el cuello y me soplaba en la oreja: sabía que esto pasaría y creo que no voy a aguantar más…
En dos movimientos más se dejó ir, noté como caía encima su peso al terminar y, casi como leyéndome la mente, me metió la mano entera, 3 dedos dentro, uno pasándolo por el clítoris, empezó a tocarme suave y fuerte, me hizo temblar y pedirle que siguiera, quería correrme, pero cada vez que me notaba al límite paraba, cambiaba de ritmo y me hacía sufrir, estaba tan mojada que le resbalaba la mano entera y aún así siguió tocando y tocando, bajó y empezó a chupar y a soplar hasta que en un estallido me corrí mientras me chupaba el clítoris y me metía los dedos.
El mejor polvo de mi vida.