El tio de mis niñas. Cap 10. FIN

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    Mpigor on #249040

    Suena la alarma que he puesto antes de acostarnos, son ya las siete de la tarde, y a las nueve tenemos que estar en el restaurante principal para la cena, perfectamente ataviados y arreglados. Paro el estridente sonido del móvil y cuando me giro veo a Carlos ahí, con los ojos entreabiertos, sonrío al ver su pelo alborotado y su cara con la marca de la almohada, se ve que los dos hemos descansado tanto como necesitábamos, enciendo la luz y me vuelvo a tumbar en la cama, acaricio con la yema de los dedos los surcos que las arrugas de las sábanas han dejado en la cara y la espalda de Carlos, que disfruta plácidamente de la sensación con los ojos cerrados, uno de ellos acaba justo en la comisura de sus labios, mi dedo está posado en ella cuando de repente, Carlos abre la boca y mi dedo se introduce en ella sin querer. Intento sacarlo, pero lo agarra rápidamente entre los dientes, me quedo inmóvil mirando a sus enorme ojos, que se acaban de abrir y me están enfocando directamente. Sin perder el contacto visual, Carlos empieza a hacer círculos con la lengua alrededor de mi dedo, provocando en mi interior una sensación que no sabía que podía ser causada por tan poca cosa, agarra mi mano y repite la acción en cada uno de mis dedos, cuando termina, roza con los dientes la palma de mi mano, de mi boca se escapa un gemido en ese mismo momento, a penas me había dado cuenta, pero mi respiración se ha ajetreado y siento un intenso fuego en mi interior. Nuestras bocas se acercan, buscándose como dos imanes.
    – Te necesito. – dice Carlos pegado a mi boca, pasando una mano por mi cintura y acercándome a su cuerpo.
    Rápidamente me levanto de la cama y me dirijo al cuarto de baño, cojo un preservativo del neceser y antes de volver me paso por el armario, para coger un pañuelo de cuello. Pongo las cosas en la mesita de noche y me siento en el borde de la cama. Vuelvo a su boca, sus manos se funden en mi cuerpo y yo acaricio cada rincón de su torso, Carlos tiene la bendita manía de dormir sin camiseta, lo que me hace más placenteros los despertares.
    – ¿Confías en mí? – pregunto.
    – Por supuesto.
    – Entonces túmbate en el centro de la cama. – le ordeno.
    Me hace caso rápidamente y yo me siento a horcajadas sobre su cuerpo, con el pañuelo que he cogido antes le anudo las manos al cabecero de barrotes de la cama, tenía muchas ganas de probar esto, pero en casa era imposible.
    – Veo que no piensas perder el tiempo. – dice sonriendo mientras termino de amarrarlo.
    – No podemos perder nada de tiempo. – respondo volviendo a sentarme y quitándome la camiseta de pijama al mismo tiempo.
    Mi torso queda desnudo ante su mirada, se que le encantaría tocarme ahora mismo, puedo verlo en sus ojos. Me inclino sobre su cuerpo, dejando mis pechos a la altura de su cara, pero sin llegar a tocarle, de manera inesperada levanta la cabeza y agarra uno de mis pezones entre sus labios, esto de hace estremecer, Carlos succiona y lame, haciéndome sentir un intenso deseo por sentirle en mi. Noto como la humedad aumenta debajo de mis bragas, así que me levanto y me las quito, también le quito a él el boxer, dejando su prominente erección a la vista. Vuelvo a mi posición y restriego mi humedad por toda ella, haciendo que cada roce con mi zona más sensible me haga soltar un pequeño gemido. Me entretengo en su pecho, besando cada centímetro de su suave piel a la par que desciendo hasta la zona donde empieza a crecer su vello púbico. Saco la lengua y la paso un par de veces por su glande, haciéndole vibrar. Estiro la mano y cojo el preservativo, lo saco y lo pongo en la punta de su erección, voy bajándolo lentamente, aprovechándome de mi situación de control y haciendo el momento aún más deseado. Me siento sobre su cuerpo y noto como me va llenando poco a poco, me tumbo sobre su cuerpo y no dejo de moverme, nuestros pechos se rozan y nuestra bocas se unen, los vellos de su pecho me hacen cosquillas en los pezones, aumentando el calor en mi interior un trescientos por cien y haciendo que me rinda a un inmenso orgasmo. Carlos aún no ha terminado y yo tengo ganas de más, así que sigo moviéndome sobre su cuerpo, pero ahora formamos un ángulo de noventa grados, tiene visión directa a mi cuerpo y para provocarle, mis manos acarician mis pechos como él mismo lo haría. Se que su parte favorita de mi cuerpo es mi culo, así que de pronto me giro, me quedo mirando a sus pies, y él tiene visión directa a lo que sé que le encanta.
    – Azótate. – me dice. – Azótate como yo lo haría.
    Sé que hoy llevo yo el control, pero su petición me causa tanto morbo que lo hago, me doy una palmada en el culo. Carlos gime y yo siento como la sensación de mi interior se intensifica. Me doy un poco más fuerte, gemimos los dos a la vez, y tres palmadas más tarde, estamos temblando uno sobre el cuerpo del otro.
    – Cada día me sorprendes más. – dice Carlos. – Y pensar que cuando te conocí no te atrevías ni a hacerlo con la luz encendida.
    – Las cosas cambian mucho de un día para otro. – respondo.
    – Y que lo digas. Por cierto ¿Qué tal tu mano?
    – Perfectamente ya, como habrás podido comprobar.
    Me levanto de la cama y le suelto las manos. Me dirijo al cuarto de baño para empezar a prepararme, mientras Carlos se queda en la cama un ratito más.

    Me hago un recogido lo mejor que puedo y me maquillo mientras Carlos se ducha. Cuando termino, empiezo a vestirme, saco del armario el conjunto lencería azul y me lo pongo además de los zapatos de tacón de aguja dorados que me pondré esta noche, cuando estoy mirándome al espejo para terminar de retocarme el maquillaje, ponerme los pendientes y echarme perfume justo antes de ponerme el vestido de noche que tengo preparado, veo que sale Carlos del cuarto de baño, perfectamente vestido con un traje de chaqueta azul marino, una camisa blanca y una elegante corbata roja con estampado de cachemir, le queda perfecto, se acerca a mi, apoya las manos en mi cintura y acerca su boca a mi oído.
    – Estás preciosa.
    – Pero si aún no estoy vestida.
    – No importa, estás preciosa aunque estuvieses recién levantada.
    Mueve la mano y acaricia mi abdomen, recorriendo el dibujo que las estrías forman en él, no son algo que me agrade mucho, es más, evito mirarlas. Carlos sabe esto, así que cuando giro la cabeza, me la vuelve a colocar mirando hacia el espejo y dice.
    – ¿Ves esto?
    – Como para no verlas, son horribles.
    – No son horribles, son la señal de que eres fuerte, valiente e inteligente, son la marca de que eres una tigresa, en todos los ámbitos de la vida, defiendes lo tuyo ante todo, eres leal con quien tienes que serlo y sacas la fiera que hay en tí cuando tienes que sacarla. A veces más de la cuenta. – Dice sonriendo la última frase.
    – Tú solo ves lo bueno que hay en mi. – comento en voz baja.
    – Yo veo lo que hay.
    Posa un beso en mi mentón, al lado de mi oreja.
    – Te quiero. – digo acariciando su cara recién afeitada.
    – Te quiero.
    Me separo de él y voy hacia el armario. Saco el vestido, es el mismo que llevé para mi graduación, rojo sin mangas y largo hasta el suelo. Me lo pongo y le pido ayuda para cerrar la cremallera de la espalda, cuando termina, me da un beso entre el final de la cremallera y el inicio de mi peinado.
    – ¿Qué te parece? – digo girándome para que me vea.
    Me agarra la mano y me da una vuelta sobre mi misma.
    – Espectacular, eres mi princesa de cuento.
    – Tu eres mi príncipe azul.
    Salimos del camarote y nos encaminamos hacia el comedor. Todas las personas con las que nos cruzamos van vestidas con trajes de gala, preciosos todos. Llegamos al restaurante y vemos que está todo decorado de una forma muy elegante y con muy buen gusto. Mesas redondas de diez comensales con unos increíbles centros florales, han colgado del techo pequeños farolillos de papel blanco, que dan un ambiente muy cálido, además han encendido las tres lámparas de araña que cuelgan del techo, es todo ideal. Hemos quedado con el resto de parejas para comer todos juntos, los buscamos por el comedor, ya están allí , sentados en la mesa treinta y dos, nos han guardado un sitio, también hay dos parejas más, a los que no conocíamos, hacemos las presentaciones y cenamos plácidamente. La comida es maravillosa y la compañía aún más, un cuarteto de cuerda ameniza la velada y da un toque armonioso al conjunto de sensaciones que percibo desde mi sitio. al acabar la cena, en un salón contiguo algo más pequeño hay un DJ que estará toda la noche poniendo música, además de una barra de bebidas. se está super a gusto aquí, hasta que, sin darnos cuenta, son las seis de la mañana y se corta la música, se enciende la luz y todo el mundo empieza a desalojar la sala. Nos vamos para el camarote, estoy muerta de sueño y de cansancio, cuando llegamos al ascensor, me quito los zapatos y los llevo en la mano, apenas noto los pies.
    Al llegar a la habitación, me giro delante de Carlos y le pido que me ayude a bajarme la cremallera del vestido. conforme la baja, sus dedos me hacen cosquillas por la piel que va asomando entre la tela, hasta que baja la cremallera por completo y el vestido cae, formando un charco de tela roja a mis pies.
    Sus manos se posan en mi cadera y empieza a darme besos por el cuello.
    – Veo que no estás cansado. – digo agarrando sus manos.
    – Estaba cansado, pero no he podido resistirme a tanta belleza.
    pego mi espalda a su pecho y apoyo la cabeza en su hombro, dándole mayor acceso a mi cuello, sus dedos recorren mi abdomen, haciendo que mi piel se estremezca. Me doy la vuelta, enrosco los brazos en su cuello y me pongo de puntillas, deposito un suave beso en su barbilla, aun huele a after shave y a perfume. Sus manos hábiles rodean mi cuerpo y sueltan los corchetes de mi sujetador casi sin darme cuenta, tal y como lo coge, lo lanza hacia arriba y cae encima de la mesa, al verlo sonrió.
    – Ups, ha volado. – dice entre risas y se acerca a mi boca de nuevo.
    Nos perdemos entre sábanas, besos, abrazos y caricias.

    Un gran estruendo me despierta, estoy completamente enrollada en las sábanas y a penas me puedo mover, un pequeño rayo de luz entra por debajo de la persiana, con cuidado intento liberarme sin despertar a Carlos, pero no lo consigo, cuando me estoy deshaciendo de las sábanas abre los ojos y alarga la mano para acariciar mi hombro.
    – Lo siento, no quería despertarte.
    – No has sido tú, ha sido la sirena, acabamos de llegar al puerto de Nápoles, si quieres tenemos todo el día para visitar la ciudad.
    – Me parece una idea increíble. – respondo, estoy llena de energía. Le doy un beso en la comisura de los labios y me dirijo rápidamente a asearme.
    Cuando salgo del baño, Carlos está vestido sólo con el bóxer, recogiendo todo lo que dejamos esta madrugada tirado por la habitación, ya casi ha terminado, así que yo termino de hacerlo mientras él se da una ducha. Nos vestimos con ropa cómoda y calzado para poder visitar todos los rincones posibles de la ciudad, bajamos rápidamente a desayunar y desembarcamos. Son las doce de la mañana, así que tenemos doce horas para volver al barco. Estamos visitando todo el centro de la ciudad, es precioso, vemos el palacio real de Caserta y cuando estamos saliendo, nos encontramos a los chicos, dicen que van a ir a visitar Pompeya, que hay una visita guiada a muy buen precio y que estaremos aquí antes de las diez de la noche. Nos aventuramos y decidimos ir con ellos. Vamos en una furgoneta con chófer que nos va explicando todo lo que vemos de camino a Pompeya, cuando llegamos allí, dejamos la furgoneta en un parking y el chófer nos hace de guía turístico, nos cuenta toda la historia y nos explica todo lo que vemos. La tarde se pasa rapidísimo y cuando volvemos a Nápoles estamos todos muertos de hambre, así que decidimos buscar un buen lugar para comer algo típico y que no sea muy caro. encontramos un pequeño bar en una calle muy estrecha del casco antiguo, parece un lugar muy familiar, y como es lunes no hay demasiada gente.
    Todos pedimos el plato más típico de la casa, es pasta con marisco. mientras charlamos llega el camarero con unos platos humeantes que tienen una pinta deliciosa. Son una especie de tallarines muy anchos, por lo que nos dice es pasta fresca hecha de forma artesanal, van condimentados con muchos tipos de marisco y pescado, gambas, mejillones, almejas, trocitos de calamar y dados de pescado. todo está cubierto con una densa capa de queso fundido. Huele maravillosamente. Acompañamos la cena con un buen vino blanco, está todo fantástico. Cuando acabamos, hemos comido tanto que dudamos de si cabemos por la calle para salir de allí y volver al barco.

    Llegamos al barco a las doce menos cuarto de la noche, estamos todo cansadísimos, así que nos vamos cada uno a nuestro camarote, durante la noche estaremos navegando y mañana pasaremos el día en Trípoli.

    El viaje ha pasado casi sin darnos cuenta, hemos visitado tantos sitios hermosos, Trípoli, Túnez, las cristalinas playas de Cerdeña, y hemos disfrutado de tantos momentos juntos, tan románticos que ha sido como si viviésemos en un cuento. Mañana viernes llegamos ya a Barcelona de nuevo, me da mucha pena que esto se acabe, pero estoy segura de que lo pasaremos muy bien. Esta noche, cuando salgo de la ducha con el albornoz puesto, veo que Carlos ha pedido que nos manden la cena al camarote, vamos a cenar aquí, delante de las cristaleras con vistas al mar, a la luz de la luna y de una vela que hay en el centro de la mesa, ha puesto música de fondo y está sirviendo champagne en dos copas.
    – Espera, me voy a cambiar antes de cenar. – digo cuando le veo.
    – No, quédate con el albornoz, no te va a durar mucho tiempo puesto.
    – ¿Perdona? – digo algo anonadada, no me esperaba esa respuesta.
    – Si he pedido la cena en el camarote es para poder disfrutar de ella contigo en la intimidad, sin necesidad de ropa elegante para bajar al comedor, esta noche pienso hacerte mía como la primera vez que hicimos el amor de verdad, pienso llenar de besos cada rincón de tu piel, quiero que seamos uno. – Dice ofreciéndome la copa de champagne.
    No me doy cuenta de cuan extasiada me he quedado con sus palabras hasta que me da un pico en los labios. En ese momento despierto de mi ensueño y levanto mi copa.
    – Por nosotros.
    – Por nosotros.
    Un calor incandescente empieza a crecer en mi interior, pasamos toda la cena mandándonos indirectas que de indirectas no tienen nada. Todo ello hace que el fuego de mi interior siga creciendo hasta llegar al punto de quemarme como si de una hoguera se tratase.

    Llega un momento en el que ya no puedo aguantar más, hemos terminado de comer, así que me levanto de mi silla, me acerco a la suya y me siento a horcajadas en sus piernas. El albornoz se me abre por las piernas, solo queda amarrado el cinturón. Mete las manos por debajo de él y desata el cinto, dejando todo mi cuerpo expuesto a su mirada. Le agarro la cara y uno nuestras bocas con necesidad, el ansia por el otro nos hace perder la compostura, sus manos viaja por mi cuerpo y le quito la camiseta rápidamente por la cabeza, me encanta como me hace sentir, saco su erección del pantalón de pijama que lleva puesto, meto la mano en el bolsillo del albornoz que todavía llevo puesto y cojo el preservativo que metí antes de cenar, se lo pongo rápidamente y le introduzco en mi cuerpo. Hoy nos tenemos tantas ganas que en menos de tres minutos estamos jadeando el uno frente al otro.
    Nos levantamos de la silla y nos mudamos a la cama, allí los tempos se ralentizan, todo es más calmado, más romántico, justo como me prometió antes, hicimos el amor como la primera vez y fue maravilloso.

    A la mañana siguiente cuando me despierto, el cuerpo de Carlos está encima del mío y tengo un calor terrible. No puedo zafarme de él, así que decido despertarlo de forma cariñosa, le doy besitos en la frente, en la cara, le digo palabras bonitas y consigo que se despierte.
    Lo siento cariño, pero son las once de la mañana, tenemos que desayunar, recoger todo y desembarcar después de almorzar. Así que deberíamos ponernos manos a la obra.
    – Cinco minutos más, por favor, que anoche me fundiste. – dice con voz soñolienta de niño pequeño.
    Suelto una carcajada y le empujo para que caiga a su lado de la cama, entierra la cabeza en la almohada y sigue durmiendo, yo me levanto, me aseo y empiezo a recoger mientras él se viste.
    Poco después bajamos a desayunar, pues a las once y media cierran el restaurante.
    Hacemos todo lo que teníamos previsto y a las cinco de la tarde desembarcamos, cogemos el avión de vuelta a casa a las diez de la noche, así que antes de coger un taxi hacia el aeropuerto vamos a tomar algo, aunque no muy lejos del puerto, porque llevamos las maletas a cuestas.

    Llegamos al aeropuerto a las ocho de la tarde, como tenemos que facturar todo hemos preferido llegar con suficiente tiempo de antelación. Nos sentamos allí a esperar que llegue el vuelo, que por lo visto trae cuarenta y cinco minutos de retraso, que al final se convierte en hora y media. Dejamos el equipaje y entramos por la puerta de embarque. El viaje no es muy largo, son las una de la madrugada y estamos a punto de aterrizar. Solo espero que no tarden en darnos el equipaje y que no haya mucho tráfico en la carretera desde el aeropuerto hasta casa, supongo que como llegaremos de madrugada me quedaré a dormir en casa de Carlos, y ya por la mañana me voy a la mía.

    Es martes después de lo ocurrido, su madre encontró este cuaderno cuando estaba sacando las cosas de su equipaje. Me la entregó para que yo pudiera completar la historia y me pidió que la publicase, así intentaría hacer conciencia social, porque igual que acabó la bonita historia de María y Carlos han acabado cientos de historias, familias destrozadas y personas que, por culpa de esta lacra, no consiguen volver a ver a sus seres queridos.
    En primer lugar, soy Nerea, la amiga de María, esa de la que habla en los primeros capítulos, cuando estaba conociendo al amor de su vida. Me he aventurado a terminar la historia cuando no hace ni una semana que sucedió.
    María y Carlos aterrizaron a las una y cuarto de la madrugada, recogieron su equipaje y el cogieron el coche a las dos. Cuando se dirigían hacia la casa de Carlos, sobre las dos y media de la mañana, por la carretera que conecta la ciudad con el pueblo se produjo el acontecimiento. Para que os pongáis en situación, os contaré como fue. Yo no sé escribir tan bien como lo hacía ella, pero espero que podáis entenderme.
    La carretera que une la autovía con el pueblo es de doble sentido, con numerosas curvas, y no muy ancha. Carlos iba conduciendo, como siempre lo hacía cuando llevaba a María al lado, con precaución, temía más por la vida de ella que por la suya propia, así que a veces pecaba de precavido. En una de las curvas más cerrada se encontraron de frente con un coche, un conductor y un pasajero que volvían de fiesta, por en medio de la carretera, con las luces apagadas y duplicando la velocidad máxima de la vía. Fue un accidente fatal, la fuerza del impacto hizo que cayeran por un precipicio de unos cuatro metros que había en el borde de la carretera. Carlos murió en el momento y María quedó inconsciente y murió desangrada, el cristal de la puerta se hizo añicos y se le clavó en el cuello, pero por lo que dicen los médicos, no sufrió. Los conductores del otro vehículo tuvieron algo más de suerte, pues no cayeron por el precipicio. El conductor está ingresado en estado grave en el hospital, triplicaba la tasa máxima de alcohol permitida, se prevé que pueda quedar tetrapléjico. Su copiloto lleva cuatro días en coma, tiene múltiples fracturas por todo el cuerpo y ha perdido un brazo.
    Pero al menos están vivos, y eso ya es mucho más que lo que tienen María y Carlos. Antes de ayer les enterramos, sus familias están destrozadas y sus amigos no damos crédito de lo ocurrido.
    Por María, por Carlos y por todas las víctimas de accidentes de tráfico que han perdido la vida.


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    Mian99
    Invitado
    Mian99 on #249209

    Estaba deseando poder seguir leyendo la historia, pero cuando he empezado a leer lo último mis ojos empezaron a aguarse. Espero que no sea impertinente pero la intriga me mata de pensar que está historia es real o no. Necesito saberlo.

    Responder
    Yo
    Invitado
    Yo on #249627

    ¿Es real ese final tan trágico?

    Responder
    Lectora
    Invitado
    Lectora on #249843

    Estaba deseando saber como seguía la historia, la verdad ha sido un final impactante, sólo espero que este caso haya sido algo ficticio, aunque desgraciadamente hay muchas historias que en la vida real terminan por culpa de un conductor temerario.
    Espero que el final haya sido un añadido, y te animo a que sigas escribiendo.

    Responder
    Silviosa
    Invitado
    Silviosa on #251037

    Me he quedado sin palabras… :(
    Si es verdad que esta bonita historia ha acabado así, lo siento muchísimo y os mando un abrazo

    Responder
    Johana
    Invitado
    Johana on #251550

    Una historia muy hermosa! Quiero saber si ese final es real. Porque no entiendo, entonces maria escribio los primeros capitulos? O fue la amiga?

    Responder
    MPigor
    Invitado
    MPigor on #251574

    Hola a todxs, en primer lugar me gustaría agradeceros que gastéis vuestro tiempo en leer esta historia. También querría aclarar que Maria escribe toda la historia, solo el final es escrito por Nerea, solo la parte que está escrita en tercera persona es lo que la amiga añade. Por otro lado, y por las numerosas preguntas que hay sobre el mismo tema, he de decir que toda historia tiene parte de real y parte de invención y que, aunque la historia de Maria y Carlos si existió, no tuvo ese final realmente, pero por diversos motivos decidí hacer de ella un pequeño homenaje a todos los que no están en este mundo por culpa de los accidentes de tráfico, y a la vez, aportar mi grano de arena a la prevención de ellos. Muchisimas gracias y espero volver a publicar pronto.

    Responder
    SAN
    Invitado
    SAN on #252690

    Me alegro saber que ese final no existió realmente.
    No dejes de escribir!

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