Escribo esto mientras tendría que estar acabando mi TFG en la biblioteca, pero necesito sacar lo que tengo dentro para inspirar lo que ha de venir de fuera..
Desde que nos mudamos a la nueva casa convivo con un vecino al cual apodo el rápido porque siempre va corriendo, huyendo de algo o huyendo de él, no lo sé.
El caso es que el rápido se pasa los días chillando, tirando muebles, pegando y yo no lo veo pero le oigo, oigo como chilla con ira sea la hora que sea, oigo como chilla a las 3 de la madrugada, a las 7 de la mañana, a las cuatro de la tarde, a las 19, a las 23, sea la hora que sea, rápido siempre chilla y se enfada.
Y yo me despierto con los chillidos de rápido, le oigo, le escucho, me atemorizo, me inquieto y sobretodo me siento impotente de no hacer nada.
Después de la tormenta llega la calma, o eso dicen, pero con rápido después de la ira, después de la discusión, después de los golpes, llegan los lloros.
Y yo la oigo llorar, lloro con ella, le pienso y deseo, deseo que su valentía por luchar contra rápido fueran más fuertes que su miedo, que su vulnerabilidad que le lleva a no hacer nada.
Y no voy a mentir, la juzgo, la juzgo porque temo que sea una mujer más que acabe en el telediario, un caso más de violencia de genero, ¿no hay suficientes mujeres muertas ya en nuestro país? ¿vas a tener que ser tú una más?