Hablemos de la frustración e inestabilidad emocional que genera no tener un trabajo fijo. En mi caso, en Educación.
Desear con todas tus fuerzas dedicarte a lo que te gusta, sacar una o dos carreras, con su correspondiente especialidad o especialidades, tener un buen nivel de Inglés acreditado y una habilitación lingüística, obtener un Máster que te cuesta una pasta pero luego no te sirve para nada. Trabajar durante años de sustitución en sustitución, dando lo mejor de ti y dejandote la piel con cada grupo de alumnos y sus familias. Romperse en mil pedazos cada vez que te tienes que marchar de un lugar en el que te has sentido como en casa. Ver que la vida en esos coles y de esos niños sigue, pero tú ya no estás ahí. Establecer relaciones con compañeros/as de las que sabes que saldría una gran amistad pero tristemente no volverás a ver más.
Escuchar muy a menudo «ay, qué pena, con lo que tú vales», o «estamos muy contentos con tu trabajo, contaremos contigo en el futuro» pero luego no lo hacen, o contratan al enchufado/a de turno. Que llegue septiembre y pienses «otra vez a empezar de cero, ¿dónde será esta vez? ¿para cuánto tiempo?». Que los que te quieren intenten animarte diciendo «no te preocupes, algo encontrarás» sin darse cuenta de las falsas expectativas que eso genera. La sensación de culpabilidad por no querer conformarte con menos de lo que mereces, por lo que estás luchando, y para lo que te has preparado. La inseguridad de aceptar un trabajo temporal sabiendo que igual estás perdiendo la oportunidad de tener uno fijo. La impotencia de querer avanzar en la vida familiar y no poder al no tener esa estabilidad laboral y económica. Que toooodo el mundo opine sobre tu vida, te mande de cabeza al duro y pedregoso camino de las oposiciones, y te juzge si afirmas que no te sientes preparada. Y también la rabia de la gente que te rodea al ver el resultado de todas estas situaciones que van haciendo mella en tu autoestima, tu amor propio y tu confianza…
Gracias por leerme.