Esto os lo tengo que contar ya que esta mañana ya exploté en la farmacia de mi barrio y me he acordado en todo momento de vosotras, mis loversizers.
Pues como en todo barrio que se precie hay una farmacia de referencia. En el mío no falla, y la dueña es una señora a la que conozco desde que tengo uso de razón. Bueno, si es que hasta su nieta fue compañera mía de colegio toda la vida. Mi madre además tiene muy buena relación con ella y cuando va a comprar se engancha allí a hablar y a poner el barrio patas arriba.
Bien pues esta señora es muy maja ella, pero también muy metiche. Yo la recuerdo de siempre preguntándome por mis ligues, por mis historias, queriendo saber más de la cuenta, como que te pregunta las cosas por hacer la gracia pero en el fondo lo hace para alimentar su sed de salseo. Por mi forma de ser nunca jamás le respondí a ninguna pregunta pero tampoco fui maleducada, solo le decía que nada y ya. Ella se quedaba como que menuda adolescente aburrida que era yo.
Lo que pasó fue que yo con 15 años me rompí la pierna por varios sitios diferentes y me tocó estar encamada una buena temporada. Si unimos eso a que me deprimí muchísimo pues el resultado fue que engordé algo así como 25 kilos. Yo ya era una chica anchita aunque estaba bastante atlética porque siempre hice deporte y con todo eso mi cuerpo cambió una barbaridad. No hace falta que os cuente lo fatal que lo pasé cuando al fin volví a la vida y me tuve que comprar ropa nueva porque no cabía ni de coña en mi ropa de siempre y no digamos mirarme al espejo, fue horrible digerir aquello.
Recuerdo lo primero que me dijo la señora farmacéutica cuando me vio, que en lugar de alegrarse porque al fin podía caminar, me recomendó unas pastillas saciantes maravillosas para perder peso. Juro que pensé que estaba teniendo una pesadilla.
Desde entonces esta señora no ha hecho más que darme por culo con mi sobrepeso. Yo no he logrado bajar desde entonces, ahora tengo 22 años y sigo siendo una chica de 90 kilos aunque, al fin, después de mucho tiempo, he logrado quererme así y estoy muy a gusto conmigo misma. Esta señora, la farmacéutica, no lo comprende y cada vez que me acerco a su farmacia con mi madre (porque cuando me toca ir sola juro que me doy un paseo y me voy a otra por lejos que esté) me recuerda que mi sobrepeso es muy preocupante y que mire su nieta lo genial que está, que siempre está haciendo dietas depurativas y tiene una vitalidad tremenda.
Y nunca le contesté nada, hasta esta mañana. Bajo con mi madre a hacer la compra y me dice que necesita no se qué de la farmacia. Hoy ya estaba yo calentita porque me acababa de bajar la regla y sabía que no era buen día para aguantar a esa mujer. Esperaba que pasase de mi culo gordo, pero después de poner fino al barrio con mi madre la señora me dice que están haciendo gratis controles de colesterol, que me lo haga, que seguro que lo tengo alto y que no me cuido nada y todo eso. Mi madre encima la animaba, se pusieron entre las dos a criticarme diciendo que si no me quiero, que si no voy nunca al médico y un día me va a dar un infarto, que por mucho que me arregle y me maquille que con mi peso no me veo nada bien, que cuanto más mona estaría más delgada… Es que no sabéis la cantidad de barbaridades que me soltaron en un minuto. Como que al final me encendí tanto que terminé mirando a la señora y diciéndole bien alto que se podía meter el test de colesterol por donde le cupiese y que se hiciese mirar la gordofobia un poquito, que llevaba toda la vida aguantándola y que por su parte es cero profesional machacar así a la gente. Cogí las bolsas de la compra de mi madre y me largué.
Llevo desde ese momento soportando a mi madre, que no deja de contarle a todo el mundo que estoy loca y que la he abochornado delante de la farmacéutica. Por más que le he dicho que las cosas no son así, que tienen que empezar a respetar, ella sigue emperrada en que no, y ahora ni me habla. Sé que se le pasará, pero ahora mismo me toca soportarla y esperad que por la noche llegue mi padre a ver si se pone de mi lado o no. ¡Santa paciencia!