Hace mucho tiempo, quizás años, que no escribo, pero me encantaría contaros mi historia. Un día de diciembre, hace ya dos años, mi relación de seis acabó. Ya hacía tiempo que no éramos felices, así que, aunque doloroso, era un final necesario.
Uno de los muchos motivos de la separación era la aparición de una chica que al final decía sentir algo muy fuerte por mi entonces novio. Yo tenía muchas dudas sobre la amistad que me dijo que estaban manteniendo así que rota de dolor lo dejé ir para ver si volvía. Se supone que si te quiere vuelve, ¿no? Pues no lo hizo. Durante muchos meses (más de un año) y, a pesar de todo, me eché la culpa sobre aquella ruptura, me castigaba por no haber luchado lo suficiente. Hasta que, por fin, ese dolor fue cediendo. Hace escasos meses me enteré de que él está manteniendo una relación con aquella chica que en su momento apareció en nuestras vidas (aunque es obvio que más en la suya). Me dijeron que están viviendo juntos y que empezaron su tierna relación hace dos años, justo dos días después de que se acabara nuestra historia.
Desde entonces siempre me siento identificada con los (casi típicos) finales de películas en los que el chico se va con su verdadero amor, dejando a la chica con la que estaba y no era feliz atrás. Resaltan la felicidad de la nueva pareja, que todo lo sufrido anteriormente habrá valido la pena porque a partir de ahora serán inseparables. A mi realmente siempre me han gustado ese tipo de finales felices en los que el amor triunfa por encima de todas las cosas. ¡Qué viva el amor! ¿Y por qué no? Pero me he dado cuenta de que nadie nunca cuenta de qué fue de la otra chica, la que se queda en las sombras, la que es sustituida y la que ha sufrido también lo suyo. Y es que a nadie le interesa.
Todos nos queremos quedar con la versión rosa de los hechos, la que acaba en romanticismo donde el dolor ya no existe. Y por ende, no queremos oír qué ocurre al otro lado, si la otra chica también ha conseguido rehacer su vida, si le han vuelto a dañar o si todavía no puede o no quiere arriesgarse a que la lastimen. Sencillamente, nadie se acuerda de ella.
Lo que yo jamás pensaría es que me iba a sentir tan identificada con aquellos finales, no por los que se muestran, sino precisamente por aquellos que se ocultan, que yo también soy la otra chica.