Todo comenzó como la historia de siempre: sales de fiesta con una amiga, te encuentras con un grupo de amigos suyos por ahí y conoces a otro chico… Era mayor que yo, algo que siempre me había gustado, y nos caímos bien de inmediato, por lo que nos pasamos toda la noche charlando, bailando y bebiendo, estando claro qué iba a pasar después. Efectivamente, nos terminamos liando en la discoteca y al salir nos fuimos para su casa. A la mañana siguiente nos despedimos y yo me fui a mi casa, contenta de lo que había hecho (no había nada de malo en ello y nos habíamos respetado) y sin intención alguna de mantener el contacto con él.
A los dos días quedé de nuevo con mi amiga y, para mi sorpresa, me dijo que el chico le había preguntado al amigo en común por mí… De modo que volvimos a ponernos en contacto. Yo no estaba buscando una relación ni nada por el estilo, pero como me había parecido buen tío, accedí a seguir teniendo contacto con él. Nos pasamos una semana buena hablando prácticamente a todas horas hasta que decidimos volver a quedar para cenar y tomar una copa… Quedamos y todo perfecto, en persona era igual de majo que en WhatsApp y teníamos muchos temas de los que hablar. Cuando nos tocó irnos a por la copa, me propuso tomarla en su casa y yo accedí, pues ya había estado allí y me parecía una persona normal.
Cuando llegamos a su casa nos sirvió las copas y a los pocos minutos de sentarnos en el sofá a beber, veo como saca de una cajita una bolsa con cocaína y, con toda la naturalidad del mundo, se mete una raya delante de mí. Siempre he estado en contra de las drogas y he respetado a quien las toma aunque no comparta su decisión, pero en ese momento me sentí muy violentada y me entró miedo, por lo que decidí levantarme e irme… No me dio tiempo. Se levantó volando, me cogió de las muñecas y cerró la puerta con llave. Me sentí acorralada, muerta de miedo, y solo pude que ponerme a llorar. Él intentó calmarme diciéndome que no me iba a obligar a hacer nada (cuando ya me estaba reteniendo contra mi voluntad) y por miedo a que me hiciera algo decidí quedarme. Yo ya no me fiaba y el resto del tiempo lo pasé muy cortada, me temblaba la voz en todo momento. Me quedé a dormir y aunque no intentó hacer nada conmigo no pegué ojo en toda la noche. A la mañana siguiente me levanté y me fui, le bloqueé de WhatsApp y de él solo volví a saber que me había ido tachando de «estrecha» a mi amiga y al amigo que ellos tenían en común. Obviamente, no le conté a nadie lo que pasó, ahora he encontrado la fuerza.