Se “educa” a la gente para que asuman que suicidio equivale a crisis y arrebato. Nadie parece comprender que el suicidio puede ser una decisión reflexionada o pensamientos recurrentes que no son impulsivos. Si una persona lo habla con alguien, es probable que la otra persona, que ha sido mal educada y alarmada sobre el suicidio, o incluso los profesionales de la salud mental, escalen la situación hacia medidas coercitivas. Esto crea una crisis donde no había ninguna, y conlleva la pérdida de autonomía de la persona y que sus necesidades sean invalidadas e ignoradas.
Los recursos coercitivos priorizan mantener a un cuerpo con vida, sin importar el precio ni las consecuencias para esa persona. Los recursos no coercitivos priorizan el consentimiento, la autonomía y decisiones conjuntas. Los recursos no coercitivos no se centran en mantener un cuerpo respirando, sino en humanizar a las personas, acompañarlas en su proceso y respetar su decisión final.
La gente se asusta de lo que no comprenden, y en lugar de querer aprender prefieren ignorarlo, negarlo o huir. Si no son capaces de estar cerca del dolor y no quieren comprender ni aceptar la decisión de alguien de no seguir viviendo, al menos que no fastidien más a la persona obligándola a vivir una vida que no quiere.