Primera vez en mi vida que voy de madre coraje por la vida, pero de verdad que esta niña me está empezando a tocar los ovarios sobre manera.
Mi hija es una niña super buena, retraída, se entretiene hasta con una piedra. No tiene prácticamente carácter, se deja llevar y a todo te dice que sí. Pues bien, su prima (la hija de mi cuñada) es todo lo contrario.
Es súper lista, súper echada para adelante, tiene más cara que espalda y a pesar de tener 7 años tiene una mente de 12 como poco. Consigue todo lo que quiere, siempre es ‘la que manda’ allá donde va y a sus padres les parece estupendo que sea una lider nata, aunque para ello rompa, pegue e insulte, porque ‘son cosas de niñas’.
Este fin de semana nos hemos ido todos a la casa de mis suegros que tienen en la sierra, nosotros descansamos los niños lo pasan genial y estamos todos en familia. Pues bien, estaban el domingo todos los pequeños jugando cuando oigo que mi sobrina le dice a mi hija ‘Ay, Pilar, de verdad, es que no sabes hacer nada, vete de aquí que nos molestas y no estás a la altura para jugar con nosotras’. 4 años tiene mi pequeña, se levantó, se fue a un rincón sola y se puso a jugar con un tractor que tiene mientras lloraba en silencio.
Y a mi se me partió el corazón, sinceramente. Porque me duele verla así, porque me duele que la traten así, porque me duele que reaccione así.
Me acerqué a ella y le dije que no tenía que hacer caso a todo lo que le dijeran, que ella también tenía que hacer lo que le apetecía y que si tenía que plantar cara que lo hiciera, pero claro, es que tiene CUATRO años.
Así que me acerqué a mi sobrina, le dije que no podía seguir así, que no le podía hacer eso a su prima ni a nadie y que iba muy mal si seguía así. Todo esto con buenas palabras, tratándola ‘como si fuera una adulta’ e intentando hacerla entender. ¿Su solución? No decirme nada, ni mirarme a la cara e irse a seguir con su movida.
Horas después vino su madre a decirme que por qué le había hablado así a su hija, que me centrara en educar a la mía para que tuviera caracter y que en las cosas de niños no tenemos que meternos los adultos porque (literalmente) ‘no los dejamos desarrollarse con su personalidad propia’.
No os hacéis una idea de cuánto me costó no empezar a pegarme con ella a puñetazo limpio, le solté un sutil ‘tú sigue haciéndolo así que verás que bien termina todo’, cogí a mis hijos, a mi marido y nos fuimos de allí, con susurros de ‘ahí va la madre coraje’.
Es la primera vez que actuo así, pero me temo que no será la ultima.