A veces la vida te trae situaciones que te recuerdan que a pesar del trabajo personal que has hecho para quererte y empoderarte, no tienes que bajar la guardia.
El otro día, salí a tomar algo con dos amigas. Entramos a un bar confiadas y entretenidas con nuestra propia compañía, y a diferencia de otras veces, sobre todo años atrás, cuando al entrar a un sitio hacíamos un barrido para comprobar la cara de aprobación de la gente como si esperásemos el permiso para compartir espacio con el resto de mortales, esta vez, entramos con la seguridad de quien siente que se merece plantarse en una barra, pedirse una cerveza y bailar con el cuerpo que tenga.
Mientras nos reíamos, compartíamos anécdotas y bailábamos, un chico se acercó, invadió nuestro espacio y comenzó a a decirnos que se había dado cuenta desde que habíamos entrado de que nos estábamos riéndonos de el. No nos dio tiempo a contestarle cuando se puso a darnos un repaso a cada una, diciendo que no nos creyéramos que fuéramos a ligar; dando por hecho que salíamos a eso, o que no teníamos pareja, o que se yo…, y nos empezó a clasificar como “la del montón, la fea y a mi, la gorda.”
Nos quedamos bastante bloqueadas y nos cortó el rollo, evidentemente. Pero al poco rato, volvió, y aquí si, me dio tiempo a pensar que mi responsabilidad en ese momento por mi y por todas, era decirle cuatro cosas a ese energúmeno.
Ante esto, acabó pidiéndonos disculpas y aseguraba haber creído que nos estábamos riéndonos de el.
Hasta aquí la historia parece que acaba bien cuando la gorda empoderada se hace valer encarándose al machirulo ofendido que no puede encajar que tres tías entren a un bar y ni se percaten de que él está ahí.
Pero no. Lo importante de este relato es el poso que todo esto me dejó cuando al día siguiente me vi sorprendida al no poder quitarme de la cabeza las palabras de “gorda, tu no vas a ligar”.
Una voz interna me recordaba con seguridad que eso no era así, que ese tío no era mas que un hombre acomplejado que no me conocía y que quiso herirme por que el primero que estaba herido era el.
Pero da igual, mi parte mas vulnerable, creía en lo que ese hombre decía. Y eso me recordó que de una forma menos agresiva y clara, llevaba toda una vida recibiendo el mismo mensaje a través de la publicidad, de mi familia, de los ligues del Tinder… e incluso de mis amigas.
Por que si, por que cuando tu amiga delgada muestra su preocupación por evitar ser gorda, a ti te está dando un mensaje.
Cuando en una conversación entre amigas estáis cotilleando sobre una tercera persona y sobre la vida sentimental de esta, y una de tus amigas suelta “pues no entiendo por que no tiene pareja, si es mona y no está gorda ni nada…”, ahí también te están dando el mismo mensaje.
Y así, vas creciendo y caminando por la vida con la fuerte creencia de que por estar gorda, tu no vas a tener pareja jamás.
La teoría nos la sabemos. Si pienso de forma objetiva, se que soy merecedora de cariño y deseo ,sea como sea mi cuerpo. Pero el fantasma que habita en muchas de nosotras fruto de la construcción social sobre la que nos han hecho crecer, aparecerá muchas veces.
Esto de la autoestima no es una meta a alcanzar ni un lugar al que llegar. Se trata de conservar e ir actualizando la mirada con la que te ves. Y precisamente por eso, no podemos bajar la guardia ni dejar de cultivar el amor propio todos los días. Y callar bocas a energúmenos, eso también.
Lorena Otegi