Cuando mi exmarido me dejó, lo hizo de una forma poco empática, sin ningún tipo de asertividad, sin tener en cuenta mis sentimientos ni darme tiempo de asimilación. Llegó un día con una propuesta de disolución amistosa y, sin miramientos, me la entregó en mano, esperando que firmase y punto, como si no fuera nada importante.

Fue un shock muy grande pero, si cabe, lo fue todavía más la reacción de su madre cuando, aun sabiendo cómo habían sido las cosas, me culpaba a mí de no haber sabido retener el amor de mi marido, de no haber visto que en él estaba despertando otros intereses y que lo podía perder si no hacía algo. Su actitud me dolió muchísimo, sobre todo porque siempre creí que teníamos una relación bastante estrecha y que nos entendíamos bastante bien.

En cuanto recibí aquel mensaje en el que ella me reprochaba no haber tenido la picardía de seducir a tiempo a mi marido antes de que perdiera su interés por mí, metí el robot de cocina tan caro que me había prestado, la amasadora que me dejó cuando hicimos la fiesta de cumple de nuestro hijo, y la pistola de silicona de sus manualidades que me trajo para que hiciese un trabajo con el niño, todo en una caja y se la di a mi ex en una de sus últimas visitas para recoger cosas que hizo a la que había sido nuestro hogar (que era una propiedad que mi familia nos prestaba).

Le pedí que le diese aquellas cosas antes de que me las reclamase porque no quería que tuviera nada real que echarme en cara. Él, distraído (como siempre) me dijo que si, que vale, y se fue con sus cajas a su nueva casa.

Ha pasado casi un año de aquello. Hemos conseguido llevarnos bien por el bienestar de nuestro hijo, aunque hasta hace poco intentábamos no coincidir si no era imprescindible, por eso de que en el fondo yo seguía llena de rabia e impotencia por su forma de hacer las cosas. Hace poco tiempo se disculpó por aquello, me contó el proceso emocional por el que pasaba en aquel momento y reconoció que fue egoísta conmigo y que yo no me merecía aquello por su pate. A mí me ayudó mucho su disculpa para cerrar aquel ciclo de incomprensión y dolor.

En el último cumpleaños de nuestro hijo estuvimos toda la tarde juntos (pero no revueltos) y conseguimos incluso hacernos alguna broma y reírnos en algún momento. Pero justo ante de despedirnos, le comenté que debía hacer algo porque su madre no fuese tan desagradable conmigo delante del niño, pues si quería ser una abuela presente, debía tener un mínimo de respeto por la madre del niño. Él me dijo que si, que tenía razón, pero que yo debía ser consciente de lo que le costaba a él tener conversaciones profundas con su madre, que lo desestabilizaba siempre, que lo alteraba y que no le gustaba tener que corregirla. Era esto hasta tal punto que no había entregado a su madre la caja que yo le di cuando se llevó las últimas cosas a su nueva casa por no enfrentarse al momento incómodo de hablar de su ruptura.

¡¡¿Qué?!!¿Aquella señora despreciable, injusta y maleducada ahora resulta que tenía un motivo real por el que pensar mal de mí por no devolverle unos electrodomésticos que me había prestado un par de días? Él me intentaba tranquilizar diciendo que no creía que su madre tuviese eso en cuenta, pero no se daba cuenta de la rabia que me daba a mí saber perfectamente lo que aquella señora estaba pensando de mí.

Fue a llevarle la caja esa tarde. Ella le replicó algo sobre que ya era hora, él no dijo nada, solamente sonrió y asintió con la cabeza, dejando claro que yo no había querido devolverle aquello antes a propósito. Pues no entiende mi querido ex que yo ahora esté cabreada… Pero vamos, que yo con mi vida intentando lidiar con la rabia mientras ella se traga la bilis cada vez que me ve pasar.

Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.

 (La autora puede o no compartir las opiniones y decisiones que toman las protagonistas).

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