Hoy vengo a contar algo que me pasó el otro día. Veréis, me paso algo bueno y que para mí era importante para mi, estaba feliz, mucho, muchísimo. ¿Y qué se suele hacer en estos casos? Pues vas a tu amiga con la intención de contárselo y compartir con ella ese momento tan especial e importante para ti. ¿Que fue lo qué pasó? Pues lo que le pasa a todo el mundo, que estaba tan preocupada de su vida y de ella que no me hizo NI PUTO CASO. Y ahí estaba yo, intentando contar mi historia a mi amiga porque se suponía que se alegraría por mi, porque para mi era importante. Yo estaba felíz. Se limitó a poner el emoticono de los ojos con corazones y a despedirse de mi dejándome la palabra en la boca.
No entiendo como las personas hemos podido llegar a este punto, estar tan ocupados de nosotros mismos que nos de absolutamente igual lo que pase a la gente que se supone que es importante en nuestra vida, y más cuando esas personas están siempre ahí para apoyarnos e intentar levantarnos cuando nos caemos.
Ya empiezo a pensar que el problema soy yo, que soy la «rarita de turno» porque he descubierto que ya nadie se interesa en el otro, la gente podría pasarse toda su vida hablando de ella misma sin cansarse, sólo se preocuparía por los demas (si puedo llamarlo así) cuando necesitasen algo de ti. Y la verdad, es que me parece muy triste, porque creo que esas personas acabarán quedándose solas (que en cierto modo lo merecen) y entonces, se darán cuenta de su egoísmo y de lo que perdieron.
Pero supongo que ya será tarde, porque si una persona siempre te fue leal y tu nunca estuviste ahí para ella, ya no la mereces.
Quiero personas en mi vida con las que poder compartir mis tristezas, pero también mis alegrías, que a medida que te haces mayor la gente que te acompaña en las buenas también escasea.
¿De verdad soy yo la rara y soy la única que no lo ve normal? Porque empiezo a pensar que es problema mío de verdad.