En mi familia siempre hemos sido bastante tradicionales, o convencionales, en cuanto a la medicina, o la alimentación, o el estilo de vida. Lo que yo llamaría normal y corriente, y muy alejado de todas las nuevas (y no tan nuevas) tendencias que existen y que promueven medicinas alternativas, maneras novedosas de alimentarse, prácticas así como un poco “jipis”… No sé si me explico, creo que sí. En mi casa, sota, caballo, rey, y todo el mundo contento. Tampoco entran negacionismos ni conspiranoias de ningún tipo. Que oye, estupendo quien quiera creerlas, ¿eh? Pero solo digo que en mi casa no nos cuestionamos las cosas de toda la vida, esa es la verdad, con todo lo bueno y todo lo malo que conlleve eso.
Y va mi hermana y se casa con un tipo así perroflautilla, de familia muy alternativa, y educador de estos de Montessori, y que en vez de zapatos lleva zuecos, más o menos os hacéis una idea. Que no es que en mi casa seamos super cayetanos, pero vaya, no sé, normales. Él se llama Zyro, hasta el nombre apunta maneras, y cuando lo conocimos nos hacía mucha gracia, no sé, le veíamos un poco como un duende, y no era que no le tomáramos en serio, pero bueno, le vacilábamos mucho a mi hermana con el asunto.
A ella la verdad es que le daba igual todo, y como el tío nos caía bien y en el fondo le aceptábamos tal cual, pues todos contentos. Ya cuando fue cogiendo confianza, había comidas familiares que acababan con discusiones sobre política, economía, y esos rollos, sobre todo entre mi padre y Zyro, y bueno, quizá ahí empezaron a surgir algunas rencillas, pero vamos, nada serio. A raíz del Covid, la maldita cuestión de las vacunas tuvo que quedar vetada en casa de mi familia porque la cosa acababa poniéndose fea. Zyro era antivacunas y en mi casa no lo llevaban bien. A mí me daba más igual, pero mis padres se ponían enfermos. Pasó el Covid y aquello se quedó en el olvido.
Pero el año pasado nació mi sobrino precioso, Atreyu. Del nombre mejor no hablamos. Primer bebé en mi familia, todos locos, claro. Solo nos faltaba hacer un horario para repartirnoslo. Mis padres felices como no los había visto en siglos, volviéndose locos con el nietito.
Y va mi padre, estoy segura de que inocentemente (por una vez en la vida) y pregunta a ver qué vacunas se ponen hoy en día, contando las que le pusieron a él, y la marca en el brazo, y todo eso. Y veo que mi hermana pone cara rara y Zyro sale al paso diciendo que no se le va a vacunar a Atreyu. ¿De nada? De nada.
Empezó a dar su explicación, pero todos estábamos ya pasando de él y mirando a mi hermana, que no decía nada y miraba al suelo. Al final, levantó la cabeza del suelo y le dijo a Zyro, como un poco molesta, “ya te dije que era mejor no decir nada”. Así que quedaba claro que mi hermana compartía eso, que estaba de acuerdo. Yo me quedé un poco así porque no sabía qué pensar. O sea, realmente no estoy informada, no sé si es fácil que tenga consecuencias chungas.
Pero mi madre se echó a llorar, literal, y mi padre empezó a montarla bien gorda. Se puso a gritarle a insultarle, a echarle de casa, el crío se puso a llorar… Bueno, un espectáculo horrible. Y la cosa es que yo pensaba que las aguas volverían a calmarse, pero no hay manera. Mis padres han decidido que no van a tener contacto con mi hermana y su familia mientras no vacunen al bebé, y no hay manera de que recapaciten. Yo mantengo la relación con todo el mundo, pero me temo que el asunto de las vacunas ha separado a la familia para siempre. Está siendo horrible esto.