Hola gente bonita,
Vengo a contaros mi historia, en parte para desahogarme y en parte con la esperanza de que no os pase lo mismo que a mí. Como pongo en el título, es mi historia con un narcisista vulnerable. Más o menos todas sabemos identificar a un narcisista llamémosle común: tienen un ego enorme, un concepto de si mismos desmedido y no dudan en humillar e insultar a sus víctimas. Yo he tenido la mala suerte de cruzarme con un narcisista vulnerable. Esconden su ego y sus complejos tras un manto de (hiper)sensibilidad, empatía y amor desmedido y para cuando te das cuenta, ya te han metido en su espiral destructiva. Os cuento.
Hace 2 años me mudé de país en busca de mi sueño profesional. Dejé atrás a mi familia, amigos, rutinas, etc. Amo mi trabajo y no me arrepiento. Viajo mucho así que aún no tenía una red sólida de amigos cuando le conocí. Al principio todo fueron atenciones, regalos, dulzura, sexo desenfrenado y felicidad absoluta. La famosa luna de miel. Se metió en mi casa sin que me diese cuenta. De vez en cuando, luego 2 días a la semana, luego 4 o 5, hasta que prácticamente acabamos viviendo juntos. Mi familia vino a visitarme y decidió unirse a nosotros en un día de turismo, sin darme cuenta “forzó” la presentación. Pero una vez más todo fueron atenciones, también con ellos, así que no le di importancia e incluso me alegré de que se llevaran tan bien. Cuando quedaba con mis amigas, ahí estaba él. Poco a poco empezó a contarme problemas que tenia en el trabajo, con los compañeros, fechorías que le habían hecho sus ex…en resumen una vida llena de desgracias, pobre víctima. Supuestamente yo era su lugar seguro y a la que había amado más que a nadie (idiota de mí, hasta me halagaba). Estaba lleno de complejos por su físico y siempre le animé a cuidarse y mejorar su autoestima. Le animé a ir a una psicóloga para que le ayudara a gestionar su frustración y su caos interior. Supuestamente la psicóloga le dijo que tenia dependencia emocional hacia mí. Le animé a pasar más tiempo con sus amigos, con su familia, disfrutar del tiempo a solas. Necesitaba que le dijera constantemente lo mucho que le quería, lo mucho que valía. Sufría cuando no estaba conmigo, sufría cuando me iba de viaje, sufría a todas horas y por todo. Y yo estaba ahí para consolarle, a pesar de que empezaba a cansarme de tanto drama. Las parejas están también para lo malo, pensaba.
De repente me di cuenta de que cuando le contaba algo positivo de mi trabajo, lo menospreciaba, así que dejé de contarle las cosas. Cuando viajaba siempre me preguntaba si le iba a dejar y sufría por mi ausencia. Así que empecé a acortar la duración de los viajes. Cuando se enteró de que cobro bastante más que él, nunca más pagó nada. Tanto si hacíamos la compra para casa como si salíamos a cenar o tomar algo, nunca sacaba el monedero, daba por hecho que pagaba yo. Metía caprichos para él en el carro. Cuando se lo dije, me prometió que pagaría la siguiente compra. Casualmente sacó el monedero el día que fuimos a comprar una Coca Cola y un paquete de tomates y ahí se dio por satisfecho. Nunca me insultó, pero empezaron las frases tipo “te amo más de lo que te mereces”. Si me decía que no quería sexo yo le respetaba y no hacia nada. A los 10 minutos se me tiraba encima y me llegó a decir que era yo quien le metía presión. De repente sus problemas en el trabajo eran culpa mía, porque solo podía pensar en mi y no se concentraba. Su sueldo era culpa mía, sus problemas con sus compañeros eran culpa mía, la mala relación entre sus padres era culpa mía, llegó a menospreciar a mi madre porque cuando se quedaba a dormir en mi casa, era él quien dormía en el sofá y no ella (una persona de cierta edad). Cada palabra que decía o cada paso que daba le herían profundamente. Ahí me planté y le canté las cuarenta. Ese fue mi error para él, mi salvación para mí. Dejé de ser manipulable, de ser lo que él quería que fuera.
Esa noche se fue de mi casa diciéndome cuanto me amaba, que siempre estaría ahí para mí y que al día siguiente vendría a recogerme a la oficina. A la mañana siguiente me dejó por whatsapp y desapareció, me tiró a la basura como si fuera un desperdicio y me borró de su vida de la noche a la mañana (después de más de 1 año de relación). Después me enteré de que cada noche, cuando me metía a la ducha, revisaba mis conversaciones de whatsapp. Se inventó una enfermedad para darme pena. Al tiempo descubrí que las famosas pastillas que eran fortísimas y solo se podían conseguir en el hospital, no eran más que vitaminas. Y por supuesto pasé a ser la mala malísima en su película porque según él, lo único bueno que hice por él durante la relación fue regalarle un par de zapatillas.
A día de hoy convivo con la ansiedad y la depresión provocadas por una manipulación sutil pero prolongada que casi termina conmigo. Por suerte tengo un carácter fuerte y a pesar de todo, conseguí enfrentarle y provocar que me dejara. Incluso leyendo mi propio texto me pregunto cómo no vi las señales, como permití tantas cosas. Vivo intentando levantarme de nuevo y disfrutar de la vida. No se como ni cuando, pero espero sanar algún día.
Si has llegado hasta aquí gracias por leerme y por favor ten cuidado de no caer en las garras de un narcisista vulnerable. Hacen cierta la afirmación de que hay amores que matan.