¡Hola!
Tengo 23 años también, y he pasado por tu situación: me identifico con cada una de las cosas que has contado. No puedo decir que sepa cómo te sientes, porque cada uno lo vivimos de una manera distinta, pero de verdad: te entiendo.
Me gustaría darte un consejo, pero no puedo, porque de ese pozo en el que sientes que estás, yo estoy saliendo (¡se sale, de verdad!) aún, lentamente. Así que te cuento lo que yo hice (y hago).
Lo primero: hablar con tu familia. Muy seriamente, y mostrar tu vulnerabilidad. Contarles hasta que punto tu mente está jugando en tu contra, y que necesitas sentirte arropada para luchar.
Segundo: sé muy sincera contigo misma. Yo entré en una carrera que no me gustaba por tener un trabajo estable en el futuro. Era una buena estudiante, con mucha disciplina. Pero a veces, ser tan práctico juega en tu contra, y olvidas la importancia de trabajar en algo que te guste. Sé, de verdad, muy sincera contigo, valora pros y contras, y escoge. Al final, también tenemos que comer.
Tercero: busca ayuda. Seguridad social, el asistente del ciclo de tu instituto, en el centro cívico de tu zona…Busca! Necesitas a alguien que te escuche y aconseje, un profesional, aunque no pueda ser específicamente un psicólogo. De lo que te diga, escoge cuidadosamente sus consejos. No olvides que aunque te presten ayuda, al final la que tiene que ayudarse con esas herramientas eres tú a ti misma. Pero debes saber que NO ESTÁS SOLA. Lo que nos ha pasado lo sentimos como un fracaso, que hemos defraudado a los nuestros. Y gestionar ese fracaso, cuando no lo has hecho frecuentemente antes, es muy doloroso. Aprende que tienes derecho a equivocarte, y que por rectificar no eres débil: ¡eres fuerte, y valiente!
Cuarto: A veces, y en mi caso, cuando estoy mal, mis emociones me desbordan, y hacen conmigo lo que quieren. Las emociones, dejarlas salir cuando hay que hacerlo, es muy importante. Pero en mi caso les dejé tomar las riendas de mi vida. Fue un error. Aprender a ser más racional me hizo feliz, porque vi que yo podía controlar mis actos. Es algo muy personal, puede que a ti no te ocurra. En mi caso fue un detonante, y si contártelo te ayuda, pues me alegro mucho. Decir que NO: a veces por hacerlo, nos sentimos culpables. Pero decir no cuando debemos es un acto de amor propio.
Quinto: Sí, la familia es muy complicada. Yo tenía (y tengo) una relación difícil con la mía. Pero cuando el porrazo fuerte, a pesar de todas las críticas, me vieron tan mal, se dieron cuenta de que podía estar en un punto de no retorno. Es cierto que yo lo solté todo por mi boquita. Y se quedaron. Suena duro, pero yo no me lo esperaba. Me apoyaron y me ayudaron tan incondicionalmente que el cariño que nunca pensé que sentiría, afloró. Suena moñas,pero es que es tan bonito. Así que mi consejo es que pienses qué hay de bueno en tu vida. Que des gracias internamente por ello, lo aprecies y lo saborees. Y que relativices mucho lo malo. Es como una especie de causa y efecto que se retroalimenta. Para estar bien tu vida debe estar en orden, pero para que tú vida esté en orden debes estar bien. Vale, a mí no me pasó. Fui haciendo pequeñas cositas: resolviendo problemas de mi personalidad y mi actitud, a la vez que estudiaba, a la vez que indagaba en el por qué de mi depresión, a la vez que enderezaba la convivencia con mis padres, a la vez que me desprendía de amistades y actividades tóxicas…No lo hice en orden: hice cositas, que hacen que hoy día sepa que estoy mucho mejor que hace 11 meses. No hay que ser perfeccionista: sólo hay que ser, y que ir haciendo. Y dar gracias por el camino, fue un aliciente para mí.
Sexto: Quiérete mucho, pero Quiérete bien. A la gente que queremos le decimos lo bueno, pero también lo malo, y con tacto. Yo a mí misma solo me decía o lo horrible que era o lo genial que lo hacía todo. Era una déspota y una narcisista creída en mi mente. Realmente, era una forma de autoengañarme para protegerme, pero al final sólo me hacía daño. No soy una mierda: soy muchas cosas buenas, que debo reconocer para poder potenciar. Y soy y hago muchas cosas malas, que debo reconocer para poder cambiar. Cambiar es MUY difícil, pero es el camino. Yo lo que hacía era en una libreta, cada vez que me pasaban pensamientos aberrantes o que me molestaban y me distriaian en el trabajo y el estudio: escribirlos. Da igual lo patéticos, horribles, inentendibles o vergonzosos que sean. Son tuyos, y eso ya les hace importantes. Se trata de hacer evidente que te molestan, de poder razonar cuan descabellados son y de poder solucionarlos. Porque si no los escribes no existen, y si no existen no puedes ponerles remedio. Y de verdad: lo que pensamos y como lo pensamos es muy importante. Por supuesto, yo aún sigo escribiendo. Y probablemente lo haga durante mucho tiempo. Y sí, me da miedo que alguien lea la libreta. Pero es que si no lo hago, no puedo cambiar, y es lo que más necesito en mi vida ahora. Sé siempre buena persona: cuando yo estaba muy mal, tuve tendencia a mirarme el ombligo. Nunca jamás, eso debe ir siempre intrínseco en nuestra personalidad. Cambiar es otra cosa. Quiere mucho también a tus amigos. Rodearse de gente que te hace bien es impagable, y hacérselo saber: también.
Por último, de veras discúlpame por la parrafada. No quiero abrumarte, sólo que sepas que no estás sola. Muchas estamos ahi. Puede que no sea igual, pero estate segura de una cosa: vales mucho. Jamás fundamentes tu visión de ti misma en cómo te ven los demás. Tu eres tú y vales oro, y te mereces todo lo bueno que consigas. Ojalá estés bien, y te vaya genial.
Te deseo lo mejor, compañera de quinta.
Un abrazo
A.