Son las cuatro de la mañana y es el ¿sexto? ¿séptimo? día seguido que me despierto con una angustia vital que no me deja dormir. Vale, de acuerdo, no tengo motivo de queja (estoy bien de salud, los míos tampoco tienen problemas graves, tengo trabajo fijo…); sin embargo, aquí estoy otra noche más sin poder dormir.
¿El trabajo? Procuro ser eficiente, llevarlo todo al día, hacerlo lo mejor posible, no dar problemas ni quejarme por todo… Pues bien: en vez de ser valorada por mis jefes, me ningunean, benefician descaradamente a otros, no escuchan sugerencias y, cuando cometen errores, no lo reconocen (son orgullosos) y encima, si no saben hacer algo, en vez de preguntar o pedir ayuda, meten más la pata. Se lo comentas de buena fe y se sienten presionados (sin tomar en consideración mis sugerencias). Además, son revanchistas y fastidian por el simple motivo de que a ellos los fastidiaron en su momento.
¿Mi proyecto de vivienda? Otro motivo más de quebradero de cabeza: que si estos papeles están mal, que si esto debería estar pagado, que si te llamarán pronto de este sitio (y no llaman y cuando por fin lo hacen es que resulta que tenían el teléfono mal y no podían contactar con quien les diera mi teléfono porque estaba de vacaciones). Firmó algo y luego no sirve y hay que ir de nuevo a hacer los mismos papeles y nadie asume su responsabilidad de tenerme casi dos meses mareada por un trámite, que de por sí, en dos semanas está terminado.
Ahora pienso que mañana cuál va a ser la sorpresa negativa del día… y encima me siento doblemente mal porque son problemas con solución, del primer mundo, y si miras alrededor, ves mucha gente con problemas muchos más fuertes y de difícil solución.
Y sigo sin poder dormir, viendo cómo benefician a los amigotes, como a unos les salen bien las cosas o, al menos, aparentemente muestran sus vidas “aproblemáticas” y no son capaces de decirte: “tranquila, eso que te pasa, también me ocurre a mí”. Pero no, se guardan sus miserias y muestran lo bien que les va, lo que me lleva a no poder dormir pensando en por qué me pasa esto a mí y no al resto.
Nada, no puedo dormir. Pero tengo trabajo, salud, amor y una buena vida. Sí, todo pasará y podré dormir. Y volverá otra época en la que no podré dormir. Y así en un eterno retorno.
En fin, problemas del primer mundo, más ahogarse en un vaso de agua.
Buenas noches o, más bien, días. Ya son las cinco y yo sin poder dormir.