Siempre he sido pésima para elegir a los hombres. Soy para los tíos a lo que Sheldon Cooper con las emociones: un desastre total.
Pero hay esperanza. Como diría Severus Snape: Always. Así que vengo a explicar, entre tanto post de follamigos y amores imposibles, cómo es ue yo, una tía mezcla de Hulk y Fiona de Shrek en carácter, he acabado enamorada de él. El señor Cachito de Pan.
Conocí a Cachito de Pan estando aún con mi follamigo el verano pasado. Mi mejor amiga había visto de casualidad un concierto de una banda que versionaba temas de los ochenta, y esa noche tocaban en un bar de la playa. Que si vamos. Que están guays. Que te van a encantar. Pues nada, vamos a ir.
El señor Cachito de Pan era el bajista del grupo. Ni el más guapo, ni el más alto, ni el más carismático. Eso sí, a mí me pareció monérrimo a más no poder. Una cosa extraña que iba desde «pero que cosa más panoli» a «mira qué sonrisa por favooooor». No hacía nada más que estar allí en un segundo plano con su bajo blanco y amarillo pollo como aquel que ha llegado de rebote al sitio. Con su pinta de nerd y su sonrisa discreta. Muy mono, pero nerd. No tengo nada en contra de los nerds, soy griki de cuerpo y alma a más no poder, sería como decir que Leia odia a los Jedi, una cosa absurda, pero yo estaba con mi Señor Tableta de Chocolate por Abdomen y a mí, por mucho nerd que se me pusiera por delante, no atinaba a ver. Era como si te ponen a la oveja de Norit y una tableta de Nestlé: la oveja es muy cuqui, pero el chocolate es el chocolate.
Pasaron los meses, y llegó diciembre. Aquí que yo ya no tenía ni follamigo, ni ostias en vinagre, y que quedo con mi amiga en un bar para contarnos las penas, los chismes, lo mal que nos sienta la menstruación… cuando lo veo: Cachito de Pan en todo su esplendor. El sonriente, tímido y nerd Cachito de Pan. Lo miro. Me mira. Sonreímos. Se fija en mi amiga, se sonríen… y charlan. Oh si, Cachito de Pan tampoco vio a la friki en mi. Y llegados a este punto, la historia podría compararse a las telenovelas mexicanas que todas hemos visto en nuestra juventud.
Total, que lo de siempre. Intercambian Facebook. Telefónos. Risas aquí. Risas allá. Que me gusta que me hable pero no me mola para nada más. Pues qué lástima, porque yo le haría el spin off de Big Bang Theory al completo. Con la madre de Horward incluida.
Llega Enero y voy a comer con mi amiga y me informa: Señot Cachito de Pan va a venir. Pues vale. No lo fastidies que eres una borde. Pues vale. Llega, se sienta, y charlan. Me mira. Lo miro. Se fija en mi camiseta de Stranger Things. En mi sudadera de Darth Vader. Los ojos se le ensanchan. Me hace una pregunta de Stranger Things. Fue como aquella que ve el lago Ness despues de una semana en el desierto: sabes que hay un monstruo, pero tu te tiras igual porque estás hasta el chichi de tanto calor. Pues eso. Ahí que fui. Charla que te charla, que nos olvidamos de mi amiga. Quedamos los tres para otro día, y para otro, y para comer en su casa.
Y yo no sé cómo, en un concierto que mi amiga se va en su coche y él me lleva a casa (somos del mismo pueblo y mi amiga no) conectamos. Aquello fue como el momento en el que uno descubre unos pantalones de Zara de treinta pavos a nueve. Que va al mercadillo y encuentra una camiseta Desigual sin agujeros. Cuando te has zampado un gobre de nutella con toda la nata del mundo y vas a la báscula y no has subido de peso. O sea, ¿qué coño ha pasado? Me he subido al coche de un nerd y me he bajado tres horas más tarde habiendo tocado temas super íntimos y más mariposas revoloteando en el estómago que parecían haberse tomado un chute de Red Bull en vena. No sé qué pasó. No sé que ocurrió, pero Cachito de Pan y yo desde entonces, no paramos de hablar. Que toma mi teléfono. Que vente a tomar algo. Que hay un concierto. Que mira esto. Que mira lo otro.
Y resultó que Cachito de Pan aparte fe ser un nerd, es inteligente. Que cuando sonríe, aparte de que brilla el mundo más que el anillo de Beyoncé en Single Ladies, tiene las cosas claras. Tú me gustas, yo te gusto, y quiero algo serio contigo. Tú decides ya. Pues vale, me da que sí Sheldon, que le has ganado la partida a todos los Han Solo y malotes del mundo. Que no es sólo Cachito de Pan: que resulta ser un muffin relleno de nutella o un cheque en blanco en las manos de una tía adicta a las compras: que me ha tocado la lotería y yo no me explico cómo.
Y entre quedada y quedada, resulta que descubrí algo más de Cachito de Pan:
1. Besa como Richard Gere en Pretty Woman
2. Que empotrando no tiene nada de nerd. Que el tío es la reencarnación de Thor.
Y me mola. Mucho. Y me mola tanto que se lo conté a mi amiga y se encabronó un poquito a lo Bruja de Eastwick y luego se convirtió de nuevo en mi amiga. Me mola tanto como para sonreír cuando escribo este texto, sólo porque me encanta haber encontrado mi final feliz donde menos lo esperaba. Me mola hasta el punto de que yo, la tía más borde del mundo, se ha convertido en una ñoña sinsentido que va soltando Stickers de corazoncitos y polladas en cada conversación de whatsapp.
Y es que a veces Han Solo no es lo que mola. A veces un Sheldon Cooper es lo que necesitas en tu vida.