Relato I: mi primera vez 6

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  • Científica empedernida on #149552

    Holaaa!

    Aquí os dejo la continuación de mi primer relato. Espero que os guste la historia tanto como me está gustando a mí escribirla!!!

    «…
    Me despertó el timbre del teléfono fijo pero me di media vuelta en mi cama. No sabía ni la hora que era ni quien estaba siendo tan insistente llamando a mi casa. Debía de estar sola. Me levanté corriendo a descolgar el fijo y contesté a duras penas.
    Era el novio de mi hermana, no debía de estar en casa y mis aitas tampoco. No se oían ruidos, así que le dije amablemente que llamase a otra hora. Te encuentras bien?, me preguntó. “No tienes buena voz”. Era verdad, la noche anterior me había acostado llorando y leyendo mi diario me había desvelado. Estaba aturdida, con dolor de cabeza. No sabía qué hora era ni cuanto había dormido. En algún momento mi cansancio venció a las vueltas que daba mi cabeza y conseguí dormirme.
    Tras comprobar que efectivamente estaba sola en casa, decidí prepararme algo para desayunar y aprovechar a tomarme algo que hiciese que mi dolor de cabeza desapareciera. Ese dolor me estaba matando, mis dudas sobre él me estaban matando.
    Nunca había creído en las segundas partes pero algo en mi interior me hacía pensar que él era diferente, que lo nuestro podía funcionar. Habíamos superado muchas adversidades durante el tiempo que estuvimos juntos. No era una persona de carácter fácil y sabía que el tenerme a su lado le beneficiaba mucho. Me lo había confesado en varias ocasiones.
    Me puse a recordar esas ocasiones mientras me quedaba ensimismada viendo como los cereales se iban al fondo de mi tazón preferido. Recordaba cómo me contó por qué había terminado en mi instituto. No había sido casualidad…el orientador nuevo se lo había recomendado. Tras varios problemas en el instituto anterior, le habían expulsado. Conducta violenta. No sabía canalizar su ira y al cambiar el orientador de centro quiso seguir con él. Al parecer, se llevaban muy bien, era una persona en la que se podía confiar y él no confiaba en nadie. Sabía sacar lo mejor de los adolescentes y con él no era una excepción. Su caso se lo tomaba como un reto.
    Yo nunca tuve que acudir a su despacho. Simplemente, un día me crucé por los pasillos del instituto con él y me dijo que le había cambiado gracias a mí. Yo? Una persona con un mundo tan pequeño. Era surrealista. No podía ser. Por vergüenza, le contesté que él también me estaba cambiando.
    Verdad verdadera. Nunca antes había sentido lo que tanto mi cuerpo como mi mente estaban experimentando. Él me abrió mi pequeño mundo y me enseño que hay más vida fuera de libros y apuntes. Me enseñó lo que puede llegar a sentir una persona se enamora y, sobre todo, cuando esa persona es correspondida.
    Inmersa en mis pensamientos, no me di cuenta que mis aitas entraban por la puerta de casa. Salí en su busca y me percaté que venían del supermercado. “Hija, has dormido hasta tarde. Te acabas de levantar? Aún estás desayunando?”, dijo mi ama entrando en la cocina cargada de bolsas. “Apuesto que no has sacado ni al perro”, me recriminó mi aita.
    Hasta ese momento no me había percatado que nuestro pequeño bóxer estaba en casa. Debía tener el día aún más perezoso que yo. Fui en su búsqueda y, para no perder la costumbre, estaba subido en nuestro sofá durmiendo en la parte que daba el sol. Le llamé y vino apresuradamente a donde yo me encontraba.
    Era hora de sacarlo a pasear, el pobre necesitaba aire fresco y yo también. No quería tener que dar explicaciones en casa, ni siquiera sabía si mis aitas sabían algo de mi situación pero intenté evitar a toda costa el interrogatorio.
    Me puse uno de mis vestidos veraniegos que más me gustaban y salí a la calle con mi cachorrito. Necesitaba aire, necesitaba la brisa del mar y, como siempre que estoy agobiada me dirigí al paseo de la playa.
    Al final de todo, había un pequeño pinar. Suficientemente lejos de todo y de todos. Un lugar relajante, donde descansar. No solía haber mucha gente y menos los días entre semana. No me había dado cuenta del calor que hacía y tenía sed. Tenía que dar de beber a mi perrito porque el pobre estaba ya medio asfixiado.
    Me dirigí a la fuente más cercana y junto a ella, le vi. Llevaba gafas de sol y unos auriculares, se veía que venía de correr o hacer deporte porque llevaba la camiseta colgada de sus pantalones cortos.
    No pude evitar quedarme mirando, esa imagen hacía que me derritiese. Pensé para mis adentros que estaba tremendamente bueno y que necesitaba tocarle, sentirle y que me llevase otra vez al cielo con sus besos y caricias. Necesitaba sentirme de la manera que me había hecho sentir en mi primera vez. No podía aguantar mucho más y menos viéndole así. Sudoroso y jadeante.
    Se acercó a la fuente y nos saludamos. “No esperaba verte aquí, me gusta la sorpresa”, comenzó a decirme mientras me agarraba de la cintura dándome el más tierno de los besos. Yo me deje llevar y de hecho fui yo la que no me quise separar. “Estoy sudado”, me dijo mientras se apartaba. “Me da igual”, le contesté mientras volvía a acercarme a él mis labios volvieron a tocar los suyos.
    Esa sensación, esa sensación tan indescriptible. No podía separarme de él, quería abrazarle, quería que supiese que me moría de ganas por volver a estar con él, necesitaba sentirle como le había sentido días atrás. Mi cuerpo no aguantaba más y…mi mente tampoco.
    “Vamos a tener que parar”, me susurró en un instante que nuestros labios consiguieron separarse. “Los tíos no somos de piedra y como sigas así voy a tener que quitarte ese vestido y comerte toda”. Esas palabras en mi oído hiciesen que mi calor interno se avivase. Aún más si cabe. “Yo tampoco soy de piedra”, confesé. Acto seguido, me cogió de la mano y tiró de mi hacia un pequeño aparcamiento donde había dejado su coche.
    “Quieres que lo hagamos ahí?”, le dije medio espantada. “No, si tú no quieres pero a estas horas mi ama habrá salido a trabajar y tenemos la casa para nosotros solos…toooooda la tarde”. Le aplaudí, me moría de ganas de volver a tenerle a mí lado, sobre mí y, sobre todo, dentro de mí.
    Nos montamos en el coche, rebuscó en la parte de atrás y se puso la camiseta que llevaba colgada. “Toda una pena, me gustas más sin ella”, le confesé mientras me sentaba en el asiento trasero. Me miro extrañado pero luego comprendió que quería que entrase en el coche y se sentase junto a mí.
    No sé lo pensó dos veces. Para cuando me di cuenta sus manos recorrían mi cuerpo y estaba bajando la cremallera de mi vestido. Me estaba encantando lo que estaba haciendo, pero no podía olvidar que mi perrito estaba en el asiento del copiloto y que estábamos a la luz del día. “Necesitaremos parar y vamos a llegar a un punto que no lo vamos a poder hacer”, solté mientras me tocaba el culo. “Es verdad; y también es verdad que juego en desventaja porque yo voy sin camiseta y tú vas vestida entera”, me contestó. “ A ver, no pretenderás que me desnudé y me quite el vestido, no?”, le pregunté mientras ponía su cara más juguetona. “No, el vestido no”.
    Me había tomado sus palabras como un reto, así que ni corta ni perezosa me quite mis bragas, dejándole más que sorprendido. “Y ahora, vayamos a tu casa”, le ordené. “Me gusta esta nueva faceta que tienes”, se rió con todas sus ganas mientras nos cambiábamos a la parte delantera del coche.
    “Antes tenemos que pasar por mi casa a dejar al perro y avisar de que no me quedo a comer”, le dije, rompiendo un poco esa burbuja de deseo en la que se había convertido el coche.
    El camino de vuelta fue un poco retarnos entre nosotros. Él se acariciaba en cada semáforo su torso desnudo y yo me levantaba cada vez más mi vestido. Hubo un momento, en el que paró el coche, se volteó hacia mí y me dijo: “vas a provocar un accidente, así que deja de subirte esta falda”, me ordenó mientras tiraba mi vestido hacia abajo. El roce de sus dedos hizo que yo soltase un suspiro y que él se envalentonase a subir su mano por la parte interna de mi muslo.
    Apreté mi mano encima de la suya par que comprobase que ya estaba lo suficientemente mojada y que no podía esperar mucho más. “Puto perro”, medio aulló mientras cogía mi otra mano y la llevaba entre sus piernas. Yo me reí, mi perrito no tenía la culpa de nuestra lujuria.
    La temperatura de su coche había subido a mil grados por los menos, los dos estábamos incandescentes. No había quien parece nuestro deseo, así que cuando malamente llegamos a mi casa me baje del coche a todo correr.
    Al bajar, le había dado la vuelta al coche porque íbamos en la dirección contraria y me estaba esperando fuera del portal. “Que haces ahí? Quieres perder aún más el tiempo?”, le medio chillé al bajar de casa. “Señorita, has sido capaz de subir a tu casa sin bragas, qué osadía”, me miró con picardía. Sabía del efecto de sus palabras en mi cuerpo, así que cuando nos montamos en el coche le confesé que me las había vuelto a poner en el ascensor.
    “Muy mal, qué voy a hacer contigo?”, me dijo mientras negaba con su cabeza. “Tendrás que pensar en un castigo”, le dije entre risas y sacándole la lengua. Reto aceptado.»

    Se admiten sugerencias y comentarios!!

    La Científica Empedernida


    Responder
    leli
    Invitado
    leli on #149797

    Continua con el relato por favor, quiero saber qué pasó entre ellos…..

    Responder
    Ana GR
    Invitado
    Ana GR on #149940

    Queremos más!! Esa tarde tiene muy buena pinta. Algún día sabremos nombres?

    Responder
    Científica empedernida on #152566

    Ya esta publicado la parte 7 de este relato. Espero que os guste y que me hagais sugerencias sobre lo que quereis que vaya pasando!!!

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