El otro día iba camino del supermercado empujando el cochecito con mi hija de un año con una mano y, con la otra, llevaba el carrito de la compra. Así, multitarea, multimanos, como solemos ser las madres. Me adelantaron dos muchachas y me vi reflejada en ellas. Tan monas, con vaqueros y super bien peinadas… me vi reflejada en ellas, sí, pero antes de ser madre. Me paré en el reflejo de un cristal: ¿Qué había sido de mí? ¿en qué momento había dejado de ser yo, para convertirme en «la mamá de»?
Y con mi marido, ¿en qué momento habíamos dejado de discutir sobre si hacer el misionero es aburrido, o mejor a cuatro patas? ¿O si esta noche saldremos por ahí o pediremos sushi?
Ya no me cuido como antes, ya no me siento la misma yo. Y sin embargo, esta nueva versión de mí me gusta, y me gusta ver a mi marido en su faceta de padre. Esa personita que es nuestra hija nos saca mil alegrías pero, ¿cuándo volveré a sentirme yo? ¿Cuándo volveré a tener tiempo para alisarme el pelo como las muchachas que vi por la calle, o a salir de cena? En serio, esa versión de vosotras, ¿no la echáis de menos al convertiros en madres?