Sombra, Luz y Misterio

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  • Carlos Ramírez Moreno
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    Carlos Ramírez Moreno on #561407

    Hoy ha tocado noche de relato.
    «Sombra, luz y misterio.»
    Era una noche calurosa de mitad del sexto mes, cuando el reloj marcaba las dos, el mar mostraba una calma total, cuando de pronto, un fuerte soplo de viento del este sacudió con tal intensidad, que se produjo un inmenso oleaje fugaz.
    Un chico estaba en la orilla, solía ir a menudo para observar el maravilloso dibujo que el cielo presentaba gracias a su manto de estrellas. De pronto, una de estas brillaba y atravesaba el azul con una velocidad asombrosa, así que, como indica la tradición, aquel chico se vio obligado a pedir un deseo. Nadie supo nunca qué anhelo solicitó el joven, mas lo cierto es que de pronto, se originó un suceso, el cual lo dejó estupefacto. Tras otear el horizonte, de entre las aguas pareció que una sirena se atisbaba a lo lejos; cuando éste presenció aquella sombra llena de luz interior, se sorprendió. ¿Que sería eso?, se preguntó. ¿Qué era aquello que la luz de la luna se encargó de dejarlo petrificado?.
    Aquella noche se hizo la magia a medida que esa sombra se acercaba a pasos agigantados, y se podía observar con más nitidez su voluptuosa figura; sus piernas, sus caderas, su torso, sus senos, su boca, el lunar que empoderaba su labio superior, ese destello que produjo su mirada, emulando a un faro de puerto y su larga cabellera morena rizada que cubría hasta la mitad de su espalda.
    Aun había más, faltaba lo más valioso, su sonrisa. Esa alineación perfecta y ese blancor que poseian sus dientes eran su principal seña de identidad.
    La sorpresa se iba acrecentando en aquel adolescente. La sombra ya no era tal, era real, era un cuerpo imperfecto; el volumen de sus senos los hacía caer, presentaba heridas de guerra, como las de un soldado en batalla, esto lo reflejaba su cuerpo estriado. Su tez estaba curtida por los años y las experiencias vividas, por ende, se le dibujaban algunas arruguitas, las típicas que proporcionan la mitad de un siglo desde el momento que estalló su primer grito.
    El chico no pudo aguantar más al sentir que la mano de aquella diosa reencarnada en mujer acariciaba su pecho, mientras se giraba muy lentamente ante él y colocaba su mano para ir subiendo por su espalda, haciéndola trepar hasta la nuca de éste. Entonces, con gran brusquedad, tiró de su pelo para acompañar el placer del dolor, y en ese mismo momento, lo besó. El chico no pudo resistirse a la tentación, al igual que Adán mordió la manzana, con la diferencia que a éste nadie lo había expulsado del paraíso, sino que había entrado en él.
    Eso pensaba cada vez que sus labios eran sellados, su pulso se agitaba y el latido de su corazón se acrecentaba, llegando a entrar en la taquicardia más hermosa.
    La noche, con su duende, se encargó de todo los demás. Cuando ya, fruto de la ardua labor desfallecieron tras una larga jornada de sed, pasión y deseo, se recostaron sobre la arena, ella en el pecho de él, y él soñando despierto. El cielo cambió de astro. Los rayos de un sol intenso de cualquier verano lo despertaron. Al abrir los ojos se hizo mil cuestiones, al darse cuenta de que aquella diosa, la misma que horas antes lo había invitado a entrar en su olimpo, no estaba allí entre sus brazos. Ya no se hallaba a su lado como en el momento que se le cerraron los ojos y comenzó a soñar despierto, al mismo tiempo que apretaba su cabeza contra su corazón.
    Quedó exhorto, ¿ocurrió aquello?, ¿fue tan tremendamente especial la noche?, ¿tuvo tanta magia, pasión y desenfreno?. Tras los mil porqués, después de tanto pensar y buscar pruebas, sin lograr su objetivo, intentó buscar un segundo de mesura, que le ordenara todos los pensamientos que entonces le corrían por la quilla.
    Ese momento se produjo, de pronto cayó en la cuenta que no había nada en ese lugar que diera fé de lo que allí había ocurrido.
    El joven volvió todas las noches a ese lugar para repetir el momento y así poder dar veracidad a su imaginación. Esto nunca se produjo, con lo cual, nunca lo pudo atestiguar con hechos o razones. De esta forma la pregunta era la siguiente:
    ¿fue todo aquello verdad, o producto de su imaginación? Nunca se sabrá, lo unico cierto es que el mayor de todos los poderes es el de la mente, que siempre puede dejar una duda postergada para la eternidad.
    Esta es la que lo coordina todo, si ella manda, el cuerpo obedece. Por esto, cuando el cerebro se empeña, la proposición se realiza y no hay peor enemigo que alojarse en el miedo o en el endemoniado pensamiento de que no se puede.
    Todo en lo que creamos, será realizado siempre, el peor límite es el impuesto por uno mismo.

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