Hoy atendí una mesa de los típicos guaperas que se acercan a los 30 y tienen las cejas más depiladas que yo. Eran seis y son de los que nutren mas su cuerpo que su mente.
Cuando les recogía sus platos de pizza vacíos y sus 4 jarras de sangría me preguntaron recomendación de postres y les dije: «todos los postres son caseros, pero si queréis una recomendación los coulant y el cheesecake son espectaculares»
Marché con la bandeja llena de platos y vasos y cuando estaba a unos 4 metros escucho a uno de ellos decir: «jajajja, ya se nota que te gustan los postres con lo gorda que estás» y entonces todos rieron al unísono.
Seguí con mi bandeja sin inmutarme, la dejé en su sitio correspondiente y tranquilamente volví a la mesa.
De formas muy correctas me dirigí a ellos:
«Es muy guay cuando estais todos juntitos que uno haga la gracia y los demás os riais. A mí lo de gorda se me quitará, pero a vosotros lo de gilipollas no. Porque además de gilipollas, sois cobardes, que esperáis que me vaya para insultarme y reiros de mí. Llamame gorda ahora en mi cara, porque gorda no es un insulto, es una caracteristica física… venga, llamame gorda a la cara. Y ahora esta gorda se va a prepararos vuestros cafes… y tranquilos por vuestros cafes, podeis beberlos sin miedo, que soy mucho mejor persona que cualquiera de vosotros.»
Y me largué mientras las dos mesas de al lado me aplaudían y ellos me pedían perdon.
No quiero tu perdón. Quiero tu respeto.
Acto seguido le conte lo que habia pasado a mi encargado, les llevo la cuenta, les pidio que pagaran y que se fueran porque alli no atendíamos «cerdos». Y que cerdos no era un insulto, era un animal… que no se lo tomaran a mal.