¡Hola Weloversivers!
Hoy me apetecía explayarme un poco por aquí de un tema que hace tiempo que me ronda la cabeza. He decidido ponerlo en autoestima porque trata sobre inseguridades. Todo ha surgido de una conversación con mi novio. Fue ayer por la tarde. Estábamos haciendo una videollamada. Yo había vuelto de la peluquería y había aprovechado para arreglarme: maquillaje, aceite en el pelo, shorts y top rosa. Todo bien.
Estábamos hablando y todo eran risas y buenas palabras sobre mi aspecto. Voy a hacer un mini inciso. Ahora mismo soy castaña, pero cuando nos conocimos yo era rubia platino. Me cambié de color en la cuarentena. Sigo. Hablando, mi chico me pregunta: «¿Y cómo llamas más la atención de los hombres? ¿De rubia o de castaña?». Yo, entre risas, le dije que evidentemente, si eres rubia platino, con el pelo muy largo, vas maquillada y llevas los labios rojos llamas más la atención.
Los dos nos reímos, y le dije más. Le comenté que claro, que no era lo mismo que ir todo el día en pijama, con un moño y sin maquillar, pero que eso era lo natural. Nos volvimos a reír.
(No hablamos de la evidente molestia y asco profundo que supone el acoso callejero, ahora estoy hablando de inseguridades).
Y así ha llegado el día siguiente. Me he levantado, tan feliz, con mi pijama de conejitos, y he caído en la cuenta de algo. Hace tiempo, una conversación como la que mantuve ayer me hubiera llenado de inseguridades. Por eso la comparto. En vez de reír, se me hubiera encogido el corazón y hubiera pensado: «Qué pasa, ¿así no te gusto?» O cosas parecidas.
Porque yo soy la primera que se ve en el espejo todos los días. Soy la primera que ve si engordo, si adelgazo, si tengo mala cara, si estoy pálida o tengo rojeces. Si tengo ojeras o me brilla la cara. El escrutinio lo he pasado yo antes que nadie. Y si no amo con intensidad esa imagen, nadie lo hará. O peor, me harán añicos.
Por eso os pido. Antes que buscar la aprobación en vuestro entorno, buscadla en vosotras. Y si necesitáis ayuda profesional pedidla, no es una vergüenza. Al contrario, es un acto de valentía.
Me despido, que tengo que llamar a mi chico en pijama de conejitos y moño con lazo rosa. ¡Besos!