El sobrepeso es pecado en esta sociedad, ya me ha quedado claro. Pero con el tiempo he descubierto que hay agravantes. Los más destacados son:
1- Ser mujer
2- Hacerte mayor
Mujer, gorda y vieja es un cuadro de circunstancias en el que cualquier gilipollas puede permitirse el lujo de juzgarte sin disimulo, aunque esté, de hecho, trabajando para atenderte.

El otro día fui con unos amigos, mi pareja y mis hijos al Corte Inglés de Callao. La planta baja está dedicada a la marca Samsung. Hay varios juegos de realidad virtual para que el público pruebe. La mayoría combinan gafas 3D con asientos o camas mecánicas que simulan los movimientos del juego. Yo estaba deseando probar alguno de ellos. Mientras el resto del grupo se iba a mirar un teléfono móvil, yo me acerqué a uno de estos juegos que simulaba una carrera por un túnel de hielo. La mecánica es muy simple: te tumbas boca abajo en la cama, te pones las gafas y tira millas. Era un martes por la mañana y no había nadie, así que me pareció un momento perfecto. Tenían un cuadro de normas, junto al encargado, que me tomé el tiempo de leer antes de decir nada, sobre todo, por si tenían restricciones relativas al peso. Y las tenían: 120 kilos máximo. Yo peso 115. Pese a que no tenía más clientela, el encargado, un chaval jovencito, me miraba cara de haba revenida. Cuando di un paso en su dirección, se puso en mitad de la entrada, cortando el paso, con las piernas abiertas y las manos cogidas en la espalda y, sin decirme siquiera buenos días, me suelta «esto es un videojuego». Como si yo fuera tonta y necesitara la información. Quizá es que los mayores de 20 no sabemos reconocer un videojuego, o a lo mejor es que a las señoras sólo nos interesa la lavadora futurista del otro lado de la sala… aún me faltaba un factor más humillante, una «sutileza» que no había pillado. Sin ninguna otra explicación me dijo que me leyera las normas, y pasó a atender a los dos (únicos) clientes que tenía detrás. Dos chicos, delgados. Los dejó pasar sin más. No tuvo que informarles de que se trataba de un videojuego, ni de las normas de uso. No sé qué les confería un status de mayor inteligencia: el género, la edad… o el peso.
Me quedé mirando al imbécil del encargado y le dije «Mi gordura tiene solución, tu estupidez no».
Así, sin anestesia.
Luego me largué con mi grupo mientras el tipo se quedaba rezongando a mis espaldas. Pensé en poner una reclamación en atención al cliente, pero no me dio la gana que un gilipollas me quitara ni un segundo más de mi tiempo de disfrutar la mañana con mis hijos, mi pareja y mis amigos.

Por supuesto, mi próximo móvil, tele… o sistema de videojuegos será de Mac, Huawei, o cualquier otra marca que no sea Samsung.