Son las 3.26 de la madrugada y, simplemente, no puedo dormir. Pienso en ti, en lo que fuimos, en lo que somos, y en lo que seremos.
Hoy he estado con una amiga y me ha dicho que ya no está cómoda con su pareja. Que ya no siente amor, pero que tampoco ha dejado de querer. No sabe qué hacer, si dejarle, si es una etapa, si ese sentimiento es para siempre o si lo correcto sería romper con todo y desaparecer.
Y yo me pregunto, ¿y si eso nos pasa a ti y a mí? No puede ser. No, me niego. Me niego rotundamente. Me niego a perder todo lo que hemos construido, todo lo que nos aportamos, todas las alegrías que me das, y las penas que hemos aguantado, juntos, siempre.
Estoy pensando en aquella vez que cogimos el coche y nos atrevimos a seguir al atardecer, hasta llegar a la playa y darnos un baño a las 7 de la mañana.
En aquella vez que te dije, cuando solo llevábamos un par de semanas, que estaba triste y apareciste con chocolate y gominolas para animarme.
En aquella vez que te echaron del trabajo y permanecimos juntos.
En aquella vez que te dije que no podría terminar la carrera, que no le veía el final, y tú me dijiste «confío en ti y la terminarás».
En aquella vez que me dijiste que no te apetecía hacer nada, y nos pasamos todo el día tirados en el sofá, abrazados, comiendo palomitas y viendo pelis.
En aquella vez que no quería hablar y, simplemente, me abrazaste.
En aquella vez que te miré, y sabía que eras tú.
En aquella vez que me miraste, y sabías que era yo.
En todas aquellas veces, todos esos momentos que han formado estos tres años en los que hemos permanecido juntos.
Y tengo miedo. Sí, tengo miedo de perderte. Siempre he sabido que nunca nos separaríamos, que nunca nos traicionaríamos el uno al otro, y que no existiría nunca nada tan malo como para romper nuestra relación.
Pero, ¿y si…?
«¿Y si?». Tengo miedo a, de repente, que no me quieras. O, de repente, que ya no te quiera. Pero sé que eso no va a pasar, porque te quiero. Te quiero con todo mi corazón, mi mente, mi alma y mi piel.
Una vez leí que no te quedes con la persona sin la cual morirías, sino con la que te hace vivir. Y tú me haces vivir, todos y cada uno de los minutos que han pasado desde aquel enero.