Hola chi@s,
Hoy os traigo una historia cursi. Mi historia cursi. Y os la cuento a vosotras porque aquí siempre me he sentido apoyada.
La historia empieza en verano, en unas actividades organizadas por el ayuntamiento del pueblo para los jóvenes. En aquel entonces yo tenía doce años y era la típica niña friki regordeta de la cual los niños «guais» se burlan a la mínima. Al tercer día de actividades aún llegaban niños nuevos y entre ellos apareció un chico de dieciséis años que me robo el corazón solo verlo, porque era muy guapo. Santa suerte el único lugar libre en nuestra aula era a mi lado. Me puse roja como un tomate y a duras penas pronuncie mi nombre para presentarme. Por suerte X – llamémosle así – resulto ser todo lo contrario a los simios de su edad con los que compartíamos espacio. Era muy inteligente, divertido, empático… y yo cada día estaba más atontada. Siempre me acompañaba hasta casa en bici después de las actividades y alguna vez se quedo a jugar a cartas o a salir a alguna excursión conmigo y mi padre. Con el paso de los días se acerco el final de las actividades y el regreso a la rutina de la escuela, así que ya no nos vimos más, porque él iba a otro instituto. En un arranque de romanticismo provocado por las hormonas preadolescentes le escribí una carta confesándome, a la cual por supuesto nunca obtuve respuesta.
Y los años pasaron.
Ya en segundo de carrera. En una noche de fiesta de aquellas que recuerdas pocas cosas nos volvimos a encontrar. Y entre cubata, baile y cigarro nos enrollamos. No recuerdo el trayecto a casa, no recuerdo recoger las chaquetas del guarda ropa, ni siquiera recuerdo donde empezamos la fiesta, pero hay unas palabras que no se me olvidaran jamás… porque entre beso y beso me confesó que seguía guardando esa carta que le había escrito tantos años atrás.
Los años me habían hecho muy escéptica con los chicos y la verborrea que salía de sus bocas para camelarte y llevarte al huerto, por eso no le di la menor importancia en aquel momento. Pensé “¿Ya me tienes, porque sueltas eso?”, y seguí adelante y me lié con él – debo puntualizar que solo nos llegamos a masturbar mutuamente, porque por aquel entonces yo aun no sabía que tenía vaginismo y evitaba la penetración por el dolor –.
Aquella noche una de mis amigas se lió con uno de sus amigos y más tarde empezaron a salir, así que volvimos a coincidir en una fiesta.
Esta vez la fiesta era en el pueblo, algo pequeño donde casi todos nos conocíamos. Yo, no pude evitar reflotar mi lado romántico y pensé en nuestro reencuentro, en otra noche especial con él que nos podría acercar poco a poco. Pero, como he dicho al principio me pego unas ostias yo solita… Volviendo de la barra, con mi primera cerveza en la mano, lo vi con una chica. No una chica cualquiera, una de esas chicas, que realmente valen la pena, lista, divertida, con carrera, deportista, simpática, voluntaria… vamos de las que salen en las películas americanas que no parecen reales. Yo me hundí un poco y mi primer pensamiento fue: “No voy a competir por un chico, hay más peces en el mar”. Me trague la cerveza de un golpe y pedí la siguiente, y aquella segunda la siguieron unas cuantas más – si, reconozco que me emborrache por rabia, cosa que no haría nunca más – y con la borrachera que pille me termine liando con el primer chico que me paso por delante.
Unas semanas más tarde, con la llegada de los carnavales el grupo se volvió a encontrar y compartimos mesa para cenar antes de salir de fiesta. Nos sentamos uno en frente del otro y no dejamos de dirigirnos miradas durante toda la cena, pero yo quería mantenerme firme ya que aquella noche había quedado con el chico de la fiesta anterior para vernos a fuera de la sala de conciertos.
Tocaron las cuatro de la mañana, cundo oficialmente acepte que me habían dado mi primer plantón. Salí a fuera, sola, con las lágrimas en los ojos a fumarme el último cigarrillo que me quedaba en la pitillera, cuando vi que uno de nuestros amigos en común se acercaba a mí y allí me confesó que en la fiesta anterior lo que X estaba haciendo realmente era cortar el tonteo que tenia con aquella chica, porque en realidad le gustaba yo.
Lo siguiente que recuerdo de aquella noche, es subirme al coche de X como copiloto y no mirarle ni un momento mientras hacía a propósito una hora de trayecto para dejar antes a todos sus amigos y terminar solos delante de la puerta de mi casa. Donde con la voz más seria y respetuosa que me ha hablado nunca un chico me dijo “Hoy estoy solo en casa, si quieres te puedes quedar a dormir…SOLO DORMIR – me remarco – y si necesitas llorar, lo respetaré”.
Me sentí tan estúpida y enrabiada conmigo misma, que el orgullo pudo con las ganas de abrazarlo y me baje del coche comentando que me esperaban en casa. Y le cerré la puerta en las narices.
SIEMPRE ME HE ARREPENTIDO DE ESA NOCHE.
Otra vez pasaron los años, hasta que por casualidad, hará unos meses nos dimos match en tinder.
Soy un desastre hablando por redes sociales, whatsapp, etc. así que la conversación se enfrió rápidamente, pero me niego a que esto solo sea otra casualidad. Porque ahora quiero luchar, quiero aprovechar esta nueva oportunidad.
Cuando le conté todo esto a mi ancla de realidad – mi madre – su respuesta fue: “es que parecéis tontos los dos. El día que nos encontramos con él en el ayuntamiento con su madre, ambos os mirabais y os ignorabais, como si os quisierais decir mil cosas y no pudierais”. Y me animó a que le pidiera para hacer un café. Igual que ella lo hizo mi grupo de amigos.
Y eso he hecho. Ayer me dijo que si a quedar después de la entrada del nuevo año…
Al principio, no me lo podía creer, pero a medida que están pasando las horas mis miedos, mis inseguridades, todo contra lo que llevo luchando años, están aflorando y ahora tengo mucho miedo a plantarme delante de él…