»Te (des)encuentras en los 26.
Has sobrevivido a tu «nacimiento indeseado». A la separación de tus padres con tan sólo 1 año y a sus: «fue culpa tuya» y demás insultos (a ti y entre ellos) desde que tuviste conciencia y durante toda la vida. A criarte con un padrastro maravilloso y en una casa que adorabas, en total soledad, hasta que a los 8 años se acaba el idilio y vives otra separación repentina y una mudanza que te rompe el corazón por primera vez.
Sobreviviste a la falta absoluta de afecto por parte de tu madre y al pasotismo absoluto de tu padre y después a la ausencia de tu padrastro, a quien considerabas tu padre.
Sobreviviste a los maltratos psicológicos de tu madre, a los físicos de tu hermano y el estar desamparada, indefensa ante todo.
Sobreviviste a que te llevaran al psicólogo de pequeña por «tener mucha imaginación» cuando nisiquiera tenías amigos.
Sobreviviste al bullying y a los golpes de otros niños, a tu primer esguince.
Sobreviviste a descubrir que no entrabas en el estándar de belleza, y a la desvalorización de tu familia porque eras «gorda y fea» y además, «tonta».
Sobreviviste a la «sobreprotección» de tu madre, que no te deja salir de ese infierno ni al parque de la esquina.
Sobreviviste a las peleas, a tus propios gritos y a tus propios golpes.
A empezar a tener parejas más bien tóxicas a los 16.
A tu primera violación a los 18 por parte de alguien que creías amistad.
A más relaciones tóxicas, a rupturas de corazón y de alma, a personas por las que diste todo y se fueron bruscamente dejándote con nada más que tristeza y dolor.
Sobreviviste a más insultos, gritos, peleas, infidelidades y sí, también golpes, porque sí, te pegaron, aunque quieras y te digas a ti misma que «nunca pasó». SÍ PASÓ. Pasó. De las personas de las que esperabas un refugio, sí, pasó.
Sobreviviste a traiciones muy grandes y depresiones muy hondas, de meses en la cama, yendo apenas al psiquiatra. Sólo para sobrevivir también a las sobredosis de pastillas.
Sobreviviste a los cortes, a los intentos de suicidio, y al maldito tubo que te metieron garganta abajo para que echaras todas esas pastillas, a las lágrimas y a tener que escribirle a tu madre «mamá estoy en el hospital, me he intentado suicidar». Porque en el fondo siempre te sentiste culpable por entrar en su vida.
Sobreviviste a esos años ocultando todo lo que te pasaba, todo el dolor y toda la impotencia que sentiste, hasta que fue tanto que se te rompió la capacidad de sentir algo.
Al final luchaste durante 26 años, para no volverte loca, para no ceder, para no morirte.
Diste todo de ti desde el principio.
Ahora no te ves mal. Tienes trabajo,(aunque sea temporal) sigues viviendo con tu madre y con tu hermano, como si nada hubiera pasado, como si no hubiesen sido dos monstruos. Sonriendo. Como si el amor en todos los sentidos no te hubiese destrozado el alma, partido el corazón y desconectado el cerebro.
Y de repente, lo sabes:
No va a ir a mejor. Bueno, la situación tal vez, pero tú no: No vas a ir a mejor.
Tu trabajo no te gusta; no ganas suficiente. Y posiblemente harás el mismo trabajo, porque no tienes el suficiente talento para dedicarte a lo que realmente pueda gustarte y porque ya no tienes fuerza para remar en ésa barca que es tu vida.
No eres guapa, no tienes el físico tampoco; así que la persona por la que, milagrosamente, sientes algo, jamás se fijará en ti.
No tienes a nadie con quien simplemente abrazarte para llorar porque sobran las palabras.
Simplemente estás sola. Con tus gustos y rarezas. Aún así, te quieres. Te quieres porque eres lo único que has tenido. Porque así y todo, fea y gorda, te pones la ropa que te gusta, ya no te preocupa lo que piensen, si tienes o no seguidores, si se fijan o no se fijan en ti, si gustas o disgustas, te da igual.
Te quieres porque aunque no eres profesional, sigues cantando cuando te nace, leyendo, pintando, tomando fotografías, escuchando música, saliendo contigo misma, regalándote cosas, y luchando, sí, luchando contra esos pensamientos oscuros contra esos vacíos que te quieren paralizar. Luchas todavía.
Te quieres, porque eres terca, tan terca que luchas por tus principios y tus valores, contra quien sea y te mantienes, aún sea sola en este mundo, te mantienes íntegra, te mantienes tú, por encima de quien sea y de lo que sea.
Sigues regalando sonrisas, tiempo, dedicación y lealtad, sigues dejando ir y perdonando y, en definitiva, sigues siendo buena persona, no porque creas en un Cielo o temas un Infierno, sino porque eso, eres tú, eso es lo que hay dentro de ti; una luz incorruptible, pura.
Aunque no triunfes, aunque seas invisible, aunque nunca se vea.
Aunque despertarse duela y seguir pese tanto.
Y entonces te pides perdón,te perdonas y te empiezas a comprender.
El camino ha sido largo y arduo hasta aquí y todavía no se ha acabado.
Aún queda, pero sabes que eres fuerte. Eres fuerte y te amas. Sí, te amas, por encima de todo ese pasado-presente, después de todo.
Citando a Severus Snape, te dices: «After all this time?»
Y sientes que tu respuesta siempre será «Always».
–Si habéis llegado hasta aquí, muchas gracias, WeLoverSizers. Necesitaba escribir esto. Necesitaba que me leyeran, que tal vez me comprendieran. Desde que encontré este grupo, este foro, me ha ayudado muchísimo. Sólo quería compartir mi historia, para decir bien alto que: SÍ, SE PUEDE.
Se puede si no vencer, seguir luchando contra la depresión, la ansiedad y esos pensamientos intrusivos.
Se puede, y vale la pena. No por nadie, no por nada. Por TI.
Porque TÚ lo mereces, lo vales. Vales la puta pena. Eres la mejor, no necesitas compararte.
Eres luz. Gracias por darle tu propia esencia a este mundo, incluso si no lo valoran; importa.
Lucha, sigue luchando, no estás solo, no estás sola-.