Trabajo en una fontanería y los micro-macro machismos son mi día a día
Soy mujer y trabajo en una fontanería. Sí, después de muchos años detrás del mostrador, empecé sin casi saber nada, pero ahora soy experta en piezas, sifones, grifos y demás utensilios. Pero eso parece que no le entra a los clientes que vienen a la tienda. Y al decir cliente, me refiero sobre todo a los fontaneros.
Y es que mi día a día es una suma constante de miradas de evaluación negativa, preguntas sobre dónde está mi jefe (soy la encargada) o miradas lascivas. Os pongo una lista de cosillas que me han pasado por trabajar en este lugar:
Que el fontanero entre, me mire de arriba abajo y se ría.
Sí, exactamente, ni un buenos días. Entra por la puerta, me mira de arriba abajo y hace una risilla. Bajita, como la de patán, el perro de los autos locos. Yo creo que se piensan que al ser mujer no les veo o qué… y lo peor de todo es que ni me dicen hola, sólo me empiezan a pedir cosas y luego saltan: “No creo que lo conozcas, pero te lo pido a ver y si no pregunta”. Uffffffff
Cuando el fontanero me llama niña
Esto sí que lo odio, no es que me llames señora, pero eso de “¡Niña! Mira a ver si tienes codos de PVC de 32”. Es que me pone… ¡A mil! Y es que no se queda solo ahí, hay algunos que me conocen de hace años y, mientras a mis compañeros les llaman por su nombre, yo tengo un variopinto conjunto de motes: guapa, salerosa, bonita, nena… Algo tengo que decir, léxico para no tener que llamarme por mi nombre, tienen.
Cuando me dicen que son amigos del jefe
Esto nos pasa a todos los compañeros, pero a mi me pasa mucho más. Entra el fontanero y te suelta: “Soy amigo de tu jefe, a si que trátame bien”. Pues depende del nivel de educación que tengas te trataré, que no tengo el chichi para farolillos con tus tonterías.
El que ni me mira
Este es el mejor, el fontanero que entra por la puerta, le saludo y empieza a mirar al fondo. Le vuelvo a saludar y sigue mirando al fondo. Y ya a la tercera me mira y me dice: “es que necesito un fontanero bueno”. Lo que necesitas es volver a la infancia y que te enseñen modales.
El que intenta ligar
El cliente que más me gusta: el ligón. Empieza mirándote de arriba abajo, se muerde el labio, te dice piropos (que te dan ganas de vomitar) y te pregunta que si le das tu teléfono. Al último le dije que era lesbiana. Me contestó: “Ahora lo entiendo, ¿qué iba a hacer una mujer en una fontanería? Pero si eres lesbiana, es comprensible”.
Whaaaattttttt
Y lo pero de todo es que cuando lo cuento me dicen: “¡Claro! Estas cosas son normales, son fontaneros!”. Sí, claro José Manuel, es que para aprobar fontanero, tienes que hacer dos pruebas:
Que al agacharte se te vea la hucha del culo.
Ser un machista de campeonato.
Pero es mi trabajo y es lo que hay. Sólo me queda el hecho de que siempre tengo anécdotas que contar.
Anónimo