Bueno, nunca he hecho esto de escribir en una web, pero las chicas de WLS me han dicho que me echarían en una mano para que quede contenta con el resultado. (El título es cosa de ellas y la verdad que no me puede gustar más).

Me llamo Carmen, tengo 55 años y vivo en Valencia. Tengo dos hijas ya mayores, me separé de mi marido a los 42 y ya hace tres años que mis hijas se han independizado y vivo sola. No os voy a mentir, he pasado unos años que no se los deseo a nadie. Me he sentido muy sola, muy inútil y sin saber muy bien qué hacer con mi vida. Supongo que no seré la única que ha pasado por algo así y por eso me lanzo a escribir, para animar a cualquier mujer que haya pasado por algo como yo a dar el paso y salir a la calle a encontrar el amor, yo estoy viviendo una segunda adolescencia pasados los cincuenta y no puedo ser más feliz.

Mis hijas me descargaron una aplicación para ‘gente de mi edad’ (esto no es promo, pero se llama ourtime), no estaba yo muy por la labor, pero son muy pesaditas y no paran de decirme que tengo que vivir la vida, que te encontrar el amor y que lo único que hacía era perder el tiempo. Así que nada, por fuerte que parezca, al final han sido mis hijas las que han acabado educándome a mí.

Pues nada, me descargué esta app y la verdad es que los dos primeros hombres con los que quedé fueron un poco chasco, el primero porque me recordaba a mi marido y el segundo por simple y llanamente, no me gustaba. Pero el tercero… Dicen que a la tercera va a la vencida y mira, aquí estoy, escribiendo esto en su portátil mientras tiene su cabeza apoyada aquí, justo a mi lado.

La conversación por la aplicación fue muy corta, me dijo que no le gustaba escribir porque tardaba mucho y que él era más de hablar, así que nos dimos los números y estuvimos hablando por teléfono casi durante un mes todas las noches. Nos contábamos qué tal nos había ido el día, cómo eran nuestras vidas… Él me dijo que era viudo, que llevaba muchos años solos, que era muy apañao y que le encantaba salir a bailar salsa y bachata, yo le dije que por ahí no pasaba, que yo era un pato mareao. Ay, qué equivocada estaba.

Pues nada, después de un mes insistiéndome para quedar, finalmente accedí a tener una cita, pero le dije que no quería nada de restaurantes caros, discotecas o algo parecido, que a mí eso no me gusta, que prefería un paseo tranquilito y luego ya íbamos viendo cómo iba lo demás. También le dije que quería quedar por la mañana, porque la noche no me gusta tanto. Y bueno, el accedió a absolutamente todo. Quedamos a desayunar, era muy apuesto, no exactamente guapo, pero sí que tenía un algo, tenía las manos muy grandes y la mirada como muy intensa, el pelo canoso, más bien tirando a poco y una sonrisa muy bonita, con los dientes alineados.

Desayunamos entre risas y parecía como si estuviéramos todavía hablando por teléfono desde el sofá de mi casa en pijama, todo fluía muy tranquilo, nos quedamos callados más de una vez, pero no era incómodo, simplemente dejábamos de hablar para mirarnos, yo me ponía muy nerviosa, le pedía que parara, él se reía, me decía que vale y sacábamos nuevo tema de conversación. De repente pidió la cuenta, me dijo que me quería llevar a un sitio, pagamos a medias y salimos de allí. Me preguntó si llevaba el calzado cómodo, el dije que sí, me dijo que vale, que sería un paseo largo.

Una noche le dije que me parecía un horror por mi parte vivir en Valencia casi toda mi vida y nunca a ver ido a la ciudad de las artes y las ciencias y nada, resulta que allá nos dirigíamos. Pasamos un día genial, fuimos a ver el espectáculos de los delfines, los pingüinos, el acuario inmenso, las tortugas… Compartimos una bolsa de palomitas, comimos un bocadillos con cerveza y…

No me preguntéis si fue la falta de costumbre, el despertar de mi entrepierna dormida o que hacía muchísimos años que no lo pasaba tan bien, pero acabé con él en mi casa, bebiendo una botella de vino juntos y haciendo el amor como no recordaba en toda mi vida. 

Mi marido no acostumbraba a los preliminares, casi siempre era todo muy aquí te pillo aquí te mato y con él no, me hizo sentir tan especial, tan deseada… Me acarició, me besó, me metió entre mis piernas y me provocó un orgasmo de verdad, de los que se te sale un poco el alma por la boca… Fui tan feliz, soy tan feliz.

Al día siguiente despertamos juntos y desayunamos juntos en casa, al principio nos veíamos dos veces por semana, luego tres, después cuatro y al final y sin saber muy bien cómo ahora estamos viviendo juntos y la mar de felices. Mis hijas le adoran y él a ellas, quién me iba a decir a mi que internet me iba a cambiar así la vida. 

 

Carmen :)

 

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