Una extraña enfermedad me hacía engordar de 2 a 3kg al mes.

 

Todo empezó al cumplir la treintena. Yo siempre había sido persona de ir al gimnasio tres días a la semana, de desplazarme en bici para ir al trabajo (no tengo ni carné de conducir) y en general, de ser un culo inquieto. Pero por entonces, empecé a notar que mi salud parecía flojear y que estaba más agotada de lo normal.

Al explicar cómo me sentía a mi círculo más cercano, lo atribuían a los achaques de la edad y a que “ya no era una chavala”. Igualmente, a mi estar así no me parecía muy normal e incluso dejé de ir al gimnasio ya que casi todos los días estaba que me caía del cansancio.

Durante el verano me mareaba con frecuencia al pasear por la calle, algo que yo relacionaba con el exceso de calor. Pero viendo que iba de mal en peor, decidí pasar por el médico de cabecera para hacerme un chequeo. Cuando me tomaron la tensión arterial la tenía por las nubes y más tarde, cuando revelaron los resultados de la analítica que me hicieron, encontraron colesterol alto, anemia, defensas bajas, déficit de vitamina D… y de nuevo, la tensión altísima.

A todo esto, preguntaron por mi dieta y hábitos que eran los de una persona deportista y vegetariana e incluso me recomendaron volver a comer algo de proteína animal, se me medicó para la hipertensión y para el exceso de colesterol. Y así seguí durante unos cuantos años más, sintiéndome cada vez peor, con este cansancio que al final me obligó a prescindir de la bici, con unos dolores musculares insoportables y contracturas cada dos por tres y con una sensación de ansiedad como nunca había tenido (es más, ni sabía como se sentía alguien con ansiedad antes de pasar por todo esto)

Me costaba mucho mantenerme fresca en el trabajo, me fallaba la concentración y a esto le hemos de sumar todas las dolencias anteriores. Seguí visitando el médico pero no encontraban nada más hasta que llegó el día en que tuve un ataque de ciática y al pasar por urgencias me pincharon un buen chute de corticoides.

A partir de ahí mi vida se volvió un infierno. Empecé a hincharme, cosa que al principio no me preocupó ya que con esa dosis de cortisona, más el tratamiento que me habían dado, era normal. Pero pasaron dos meses y no solamente seguía hinchada sino que además me iba engordando un kilo al mes. Luego pasaron a ser dos kilos y luego tres kilos al mes.

Ya no sabía que hacer y tanto los médicos como mi familia daban por hecho que eso era por hacer menos ejercicio y del estrés/ansiedad que tenía. La tensión volvía a estar por las nubes incluso con la medicación y un día, de golpe y porrazo, tuve un aviso de infarto que me llevó de nuevo a urgencias. Fue entonces cuando mi entorno más cercano y sobre todo mi familia se lo tomaron más en serio y decidimos tener segundas y terceras opiniones, las que hicieran falta, para dar con lo que fuera que me estuviera pasando.

Lo siguiente a todo lo demás fue un hirsutismo bestial con el que llegué a tener barba de hombre y muchísimo vello corporal, pérdida de la menstruación…. y mis dolores y cansancio extremos finalmente me obligaron a dejar de trabajar, por no decir que ya apenas podía salir de casa para ir a comprar, a tomar algo a un bar, ir a un concierto, etc.

Finalmente y de casualidad, uno de los médicos que me había tratado dio con la posibilidad de que pudiera estar padeciendo Síndrome de Cushing y después de pasar por muchísimas pruebas como analíticas de todo tipo y diagnósticos por imagen encontraron un tumor en mis glándulas suprarrenales causante de esta enfermedad. ¿Y qué es el Síndrome de Cushing? Se trata de una de las peores enfermedades hormonales, degenerativa y de baja prevalencia que se da más en mujeres que en hombres.

En general, no tiene ningún origen específico y en la mayoría de casos te llega como una lotería. Esta enfermedad está causada por un tumor que genera por su cuenta un exceso de cortisol. Recordad que cuando tuve el ataque de ciática, sin saber que me estaba pasando esto, me dieron un buen chute de corticoides que terminó por rematarlo o acelerarlo todo… Este exceso le “proporciona” al cuerpo hipertensión, colesterol, diabetes, obesidad troncal, cara hinchada llamada “de luna llena”, osteoporosis, dolores musculares, hirsutismo, caída del cabello, ansiedad, depresión e incluso brotes psicóticos. Salvo por la diabetes, me llevé todo el pack…

La única solución es vía cirugía para extirpar el tumor y eso fue lo que me hicieron. Y sí, en menos de un año pasé de 70 kilos (sin hacer dieta)  a pesar 56kg (aunque mi peso máximo se encuentra en 53kg), la hipertensión y los dolores horribles se esfumaron pero desgraciadamente quedaron secuelas neuropsicológicas y una enfermedad crónica, la enfermedad de Addison (insuficiencia suprarrenal) ya que después de mi operación, la glándula que me quedó entera dejó de funcionar.

Ahora soy corticodependiente, sigo teniendo un cansancio que me impide llevar una vida normal y tengo que cuidarme a base de bien, pero aún así, todo esto es mucho mejor que el infierno por el que pasé postrada en una cama durante los seis meses que tuve que esperar para que me operaran. Seis meses que en realidad tenían que haber sido menos de tres pero que por culpa de una pandemia demoraron mucho más, hasta el punto que llegué a replantearme más de una vez seguir con vida.

Afortunadamente todo pasó y hoy tengo una nueva oportunidad, la de vivir una vida en la que me quiero muchísimo, en la que después de haber sido un monstruo durante una buena temporada, el aspecto físico me la suda al completo y en la que vivo centrada en mí y en los seres queridos que han demostrado afecto y apoyo incondicional.

 

Por Mrs Ham.