Lee aquí la primera parte

 

Y allá que fuimos. Allí estaba, su bar delante de mis narices. Pero no se veía a ningún camarero por allí. 

Entré y reconocí a su tío inmediatamente por las fotos. Le dije que era una amiga suya de no sé dónde, que pasaba por la ciudad de viaje y que quería darle la sorpresa de que estaba aquí. Su tío lo llamó sin problema y me ofreció su teléfono para hablar con él: al fin, mi momento.

  • Hola Fran. Soy Filomena y estoy aquí.
  • Hola. ¿Qué Filomena?
  • ¿Cómo que qué filomena? Tu Filomena, de la ciudad X. 
  • Perdona, pero yo no conozco a nadie que se llame así ni a gente de esa ciudad. -Su voz no parecía mucho la que yo conocía.
  • Ah, vale, perdona. (Se hizo un silencio). Pues entonces alguien ha estado suplantándote la identidad. Y de una forma bestial porque fíjate que sé donde trabajas, y hasta sé que este señor que me ha dejado el móvil para llamarte es tu tío, y lo conocía por fotos.
  • ¿Cómo? No es mi tío, es mi Suegro.
  • ¿Qué?
  • Pásamelo.

Y le pasé el móvil a ese señor. Me quedé en shock.

Antes de que su SUEGRO me preguntara que qué me pasaba, otro señor que estaba allí y que al parecer era amigo o familia de los allí presentes, me tomó por los hombros y me lo preguntó él. Mi expresión empezó a torcerse, casi al punto de empezar a llorar. Antes de que aquello pasara, el señor me sacó por la parte trasera del bar con bastante agilidad, consolándome. Me dijo que al día siguiente el chico vendría por la mañana a trabajar, y que ahí podría pillarlo. Que los hombres son muy malos, y no recuerdo más. Más tarde salió el suegro y comentamos algo el tema. Me dio la sensación de que el señor estaba algo incómodo, como que no quería que el suegro se enterase de mucho. El suegro, muy amable, había hablado con su hija y me facilitó su Facebook para que hablara con ella. En ningún caso pude hablar directamente con Fran.

Hablé con ella y le comenté todo. Le pregunté si habían estado hace poco de vacaciones en Menorca y si llegaron ayer a las 6, y me dijo que sí. ¿Cómo coño podría yo saber eso? Le envié hasta las fotos de él con mi nombre en su mano. Se rio. <Esa foto la recuerdo, tiene unos cuantos años, fue en no se donde y esa pulsera que lleva es una que le regalé yo>. Se me cayó todo al suelo. Resulta que el colega era un genio del Photoshop. También me dijo la novia que era imposible que hablase conmigo todo el santo día. Que ellos vivían juntos, pasaban todo el tiempo juntos, y cuando no, estaba trabajando de camarero. Y nada, que no querían denunciarlo porque pasaban de problemas y de historias.

Yo lo entendí aunque no del todo, porque a mí me preocuparía que supieran hasta a qué hora he llegado de mis vacaciones. Pero en fin, lo dejé ir. Nos despedimos cordialmente y le di las gracias por colaborar.

Más tarde, hablé con el hijo de P. Lo reconoció todo y me mandó fotos de otro chaval que, casualmente, también estaba bueno, aunque no tanto como el original.

Al día siguiente, me tiré el farol diciendo que ese no era él, que resulta que ese era un conocido de mi primo y que sabía que no se llamaba así.

Lo reconoció, y me mando entonces la foto de otro tipo, esta vez algo más normal, Pero ¿quién se lo iba a tragar?

Le di la oportunidad de dar la cara, de vernos en persona. Le dije que ya no lo hacía ni desde el rencor ni desde la ira, que lo hacía desde la tristeza y porque me merecía saber quién era. Que era capaz hasta de perdonarle y empezar de cero, aunque su físico fuera diferente.

Nada.

10 días estuve allí, y no hubo manera.

Al final se me hinchó y lo mandé a tomar viento y, de paso, al psicólogo, que le hacía falta.

 

¿Sería alguien muy cercano a él? ¿Quizá un hermano o un mejor amigo? ¿Sería el señor del bar? (aunque su voz no me coincidía). ¿Cuánta gente estaba ahí de cómplice? Porque tengo claro que cómplices tenía.

Continuará.

 

Juana la Cuerda