Cuando nos planteamos ponernos a dieta, por el motivo que sea, siempre se nos dice que lo mejor es ponernos en manos de un profesional. Que nadie nos va a saber aconsejar mejor que un experto, que tienen un montón de instrumentos y aparataje para llevarnos un buen control, que han estudiado expresamente para conocer el cuerpo , los alimentos, la grasa, las kilocalorías… Esto tiene mucho de cierto, pero en mi experiencia de dieta eterna, he de decir que me he encontrado con nutricionistas, endocrinos y doctores varios que resultan más que tóxicos para alguien que quiere perder peso de manera sana y definitiva.

Desde adolescente he sentido que mi peso era un problema, y con gran apoyo de mi familia, decidí ponerme en manos de “profesionales”. Siempre había algo de ellos que no me gustaba, pero no identificaba los problemas. Seguía sus dietas a ciegas, sufriendo mucho a nivel psicológico o emocional, tomando alimentos que detestaba, utilizando fármacos que eran peligrosos y sí, perdiendo peso a un ritmo insano que volvía inmediatamente en cuanto mi organismo se acostumbraba a la dieta, o mi médico de cabecera, con más sentido común, me desaconsejaba el uso de los medicamentos que no necesitaba.

A día de hoy, con mi título de enfermera, más vieja, más sabia, y con más conocimientos sobre alimentación, nutrición y metabolismo corporal, pero sobre todo con más conocimiento sobre mí mism, quiero compartir mi experiencia en lo que a Gordólogos se refiere, para que podáis saber si la persona que habéis elegido para que os acompañe en un proceso tan difícil (porque no nos engañemos, hacer dieta cuesta un riñón y es un sacrificio muy grande que no todo el mundo comprende) está verdaderamente interesada en ayudaros.

Y aquí van, sin más, las señales de que hay que coger el bolso y salir de la consulta dando un portazo que haga la puerta giratoria. Di no a los gordólogos que te ofrezan…

1.- La Dieta del Cajón.

La dieta del cajón es esa que el Gordólogo te da sin mirarte, sin preguntarte que alimentos te gustan y cuáles no, si desayunas tres veces al día o si te acuestas  sin cenar por las noches. Es un papelito viejo que tiene los picos doblados en el que pone DIETA HIPOCALÓRICA/ o DIETA PARA XXX Kcal. Y tu llegas a casa, la lees por delante, por detrás, al revés y en chino y piensas “Oh, dios, prefiero vivir rodando toda mi vida que pasarme los restos desayunando un yogur desnatado, sin edulcorantes e incoloro, inodoro e insípido”. Y vuelve al cajón, pero esta vez de tu cocina.

La verdad es que estas dietas “prefabricadas” que limitan a un número de kcal muchas veces no son equilibradas,  no se ajustan a nuestras necesidades, no motivan para seguirlas y, si tienes el valor para adaptarte a ella, acabarás cansada de esos alimentos, aborreciéndolos y abandonándolas. Vamos, que vas a tener el mismo interés en ella que el que tu Gordólogo tuvo en ti cuando te la puso.

2.- La Dieta de Listas.

Esta es una variante del caso anterior, que para mí además fue especialmente frustrante. En esta ocasión en lugar de una dieta te sacan un tomo de folios tamaño apuntes universidad. Se trata de listas de alimentos que puedes comer y no. El Gordólogo te sonríe y te dice “¡Así vas a tener mucha independencia!” MEEEEEC. ERRROR. Porque tú te vas a tu casa con cuatro explicaciones vagas, ilusionada con el hecho de que vas a poder elegir lo que más te guste/te convenga/te puedas permitir (porque el precio de las dietas da para otro artículo, oiga). Pero la realidad es que el día que vuelvas a la consulta y el susodicho o susodicha te interrogue sobre tus comidas varias, descubrirás que A no se mezclaba con B, que menudo disparate haber cenado C (y tú recuerdas un CENAS enorme al principio de la lista, pero te callas, porque tienes la moral por los suelos y ganas de arrancar cabezas). Otra pérdida de tiempo, esfuerzo y ánimos.

3.- El Gordólogo “Sargento de Hierro”

El Gordólogo “sargento de hierro” es el que te hace sudar cada vez que te subes a su báscula. En el fondo odia a las personas con sobrepeso, pero qué le vamos a hacer, chicas, damos mucho dinerito. Está ahí para recordarte que esa patata frita que te comiste a la desesperada cuando llevabas tres semanas de dieta y saliste de cañas con tus amigos es la culpable de que solo hayas bajado un kilo esta semana (proporción más que sana). No se alegra cuando cumples los objetivos, a veces disparatados, que te pone, sino que se centra en tus fracasos. No me refiero a que te “regañen” un poco si esta semana has hecho salto de pértiga sobre la dieta, sino a humillarte, a hundirte aún más en tu problema y a arrojar tu fuerza de voluntad por el retrete tirando varias veces de la cadena.  De esta gente lejos, lejos y muy lejos. Bastante tienen con aguantarse ellos mismos.

4.- La Dieta Sin

Sin hidratos, sin azúcares, sin carnes, sin grasas, sin comida, sin agua. Estas dietas son muy vistosas porque se pierde peso muy rápido. Aquí está la famosa Dukan. Muchos Gordólogos te venden que, como son muy profesionales, ellos pueden controlar una dieta hiperproteica, hiposódica o hipo-introduzca aquí lo que desee-. Y no siempre es cierto.

Estas dietas son EXTREMADAMENTE peligrosas. Es muy importante que una dieta contenga la proporción adecuada de todos los nutrientes esenciales: Hidratos de Carbono, Proteínas, Grasas (sí, grasas, que no todas son malas), Vitaminas, Minerales, Agua… Una dieta que no cuente con todos ellos NO ES SANA.

Para que os hagáis una idea, las dietas hiperproteicas se basan en procesos de cetoacidosis, que son PATOLÓGICOS y pueden causar daños a muchos órganos, como a los riñones.

5.- La Dieta del “empujoncito”

Aquí podría despotricar largo y tendido. Ese “empujoncito” puede ser de todo, desde un fármaco hasta un batido, pasando por sobres en polvo, tés de 600.000 euros la caja, pastillas milagrosas de herbolario y zumos de pelo de unicornio. Estás dietas suelen basarse en los principios de las dietas anteriores, con lo cual ya partimos de que no son sanas. Pero además, las dietas con productos sustitutivos nos hacen caer en una alimentación metódica, monótona y gris, que hace que sean muy aburridas de seguir, que nos obligan a cargar con cajas y sobres allá donde vayamos y que, y muy importante, no servirán para nada cuando dejemos de consumir dichos productos. Y chicas, no os engañéis, los artículos farmacéuticos dan mucho dinero: estas dietas son un filón, mucho más unidas al márketing que a la salud. Por encima de todo, hay que adelgazar de manera SANA, tanto física como emocionalmente.

Lo de los fármacos ya es el colmo. He conocido gordólogos que utilizaban medicamentos para la diabetes en pacientes sanos (servidora) para que adelgazaran más rápido. O que administraban hormonas que no eran necesarias en pacientes que todavía no se habían desarrollado del todo para cambiar el metabolismo, con las posteriores consecuencias que hay que arrastrar. Sé que puede parecer tentador, pero es muy importante: Rápido y Fácil en las dietas NO es bueno.

No sé si después de esta parrafada alguna se sentirá identificada. Yo puedo deciros que he pasado por todos estos Gordólogos y al final, después de sufrir ansiedad, cargar con problemas para mi salud, acabar derrotada emocionalmente y planear asesinatos varios, nunca he conseguido el objetivo que alcanzaba: sentirme bien conmigo misma y con mi cuerpo (al menos, no gracias a ellos).

Autor: Rosa María Núñez Morillo