Lizzie McGuire era maravillosa, simpática, divertida, un poco torpe pero sobre todo, la amiga perfecta. Así al menos era como la veíamos por aquel entonces, cuando su archi conocida serie se emitía cada mañana de sábado y de domingo durante el Club Megatrix. Había algo en ella que nos atraía una barbaridad, puede que fuese esa unión entre la ficción y los pensamientos reales de todo adolescente. O quizá que al final ni ella misma era la mejor en todo, cosa que nos han intentado imponer como el esencial de cada día.

El caso era que Lizzie molaba y al final sus historias y cada uno de sus capítulos nos enganchaban mucho más de lo esperado. Con el paso del tiempo este seriote se ha ido convirtiendo en un clásico que, a pesar de contar tan solo con dos temporadas, es ya de lo más visto en ‘Disney+’. Y ya que finalmente ese esperado revival del que nos hablaron hace algunos meses ya no verá la luz del sol, no hemos sido pocas las que hemos hecho un revisionado 19 años después del estreno de la serie.

Por supuesto ver este tipo de contenido con 34 años poco o nada tiene que ver con hacerlo a los 15. En el 2000 todavía faltaba mucho por cambiar en cuanto a igualdad, estereotipos, principios… Aunque si por mi parte puedo aporta algo, debo decir que me ha sorprendido de una manera muy poco grata lo que he encontrado en cada uno de los episodios de la serie. No tanto por el entretenimiento que generan (he sido la primera en disfrutarlos como la niña que fui antaño) sino por cada una de las pequeñas moralejas que intentaron demostrarnos a través de los guiones.

Eran otros tiempos sí, pero quizá dándonos cuenta de con qué tipo de información crecimos podemos comprender lo difícil que se hace en ocasiones cambiar las cosas para mejor. ¿No me creéis? Pues por aquí os dejo algunos ejemplos.

Chicos y chicas, juntos pero no revueltos

Ser esa chica a la que todos quieren conquistar es una de las mayores preocupaciones de Lizzie en cada uno de sus capítulos. En uno de ellos, de hecho, celebra que de pronto todos sus compañeros están muy a gusto con ella ya que de pronto el fútbol se le da de muerte. ¿Qué sucede entonces? Pues que Miranda, su inseparable amiga, le deja claro que de esa manera todos la verán como a un chico más y no como a esa chica con la que salir. Todo un capítulo en el que Lizzie se maquea de lo más femenino para que ellos no olviden que ‘¡Eh! ¡Es una mujer al fin y al cabo!

El ocio alternativo dañino para la salud

Gordo, mejor amigo y en muchas ocasiones conciencia de la propia Lizzie, nos ha demostrado en muchas ocasiones que ser diferente no tiene nada malo. Aunque para variar los guionistas de la serie pusieron todo su empeño en demostrarnos al público que para llegar a algo es mejor seguir la corriente de la mayoría. Nada de vestirse de manera llamativa o de no querer entrar en el juego del chico popular + chica popular.

Al final el pobre Gordo siempre entraba por el aro animado por sus dos amigas. Y en uno de los capítulos el protagonista central fue un juego de mesa, algo así como un Dragones y Mazmorras con otra nomenclatura. Resultó que todo aquel que entraba en aquel juego no conseguía salir convirtiéndose de pronto en un ‘rarito’ con una vida arruinada social y económicamente hablando. ¡Claro que sí, guapis!

El trastorno alimenticio de Miranda

En una época en la que hablar de anorexia era casi un tabú, en Lizzie McGuire consiguieron introducir el tema a través de una trama en la que Miranda de repente se veía gorda y por ello directamente dejaba de comer. Un cuarto de hora en el que Lizzie, Gordo y la propia madre de la protagonista se dedicaron a decirle una y otra vez a Miranda que no tenía de qué preocuparse ya que no estaba gorda. Una vez vale, dos puede que también, pero cuando el argumento súper repetido es que estando delgada todo va bien… la cosa empieza a oler un poco. Con razón las curvys por aquel entonces lo pasamos como lo pasamos, ¿no?

A vueltas con los estereotipos

Molar o no molar, esa era la cuestión. Y sobre todo, lo esencial y la obsesión de toda chica, la de gustarle a algún chico de su clase costase lo que costase. Para los creadores de Lizzie McGuire pertenecer a equipos de deportes como la gimnasia rítmica era de ser directamente el pardillo de la clase. Todo un capítulo se dedicaron a dejar claro que aunque Lizzie era una crack en eso de dar volteretas era mejor dejarlo a un lado por el bien de su reputación (WTF!).

Ser buena gente implica mezclarse con los impopulares

Creo que al fin y al cabo el objetivo de la serie en muchas ocasiones era conseguir un fin aunque para ello el camino fuese el equivocado. ¿Recordáis a Larry? ¿El más marginado del instituto? Un chico friki de la ciencia y por ello poco aseado y no excesivamente locuaz con sus compañeros. Las tramas entre Larry y Lizzie se repitieron en varios episodios. Incluso nos regalaron una cita en la que la protagonista demostró pasarlo realmente bien pero que, muy a su pesar, no pudo ir a más porque salir con alguien como Larry sería su entierro social.

Después de este grandioso argumento llegaron nuevos encuentros entre ellos. ¿El mejor? Aquella fiesta de Miranda en la que disfrazaron a Larry de chico popular para conseguir llevarlo al evento sin críticas de por medio. Esa era la verdad por aquel entonces, si no eras uno de ellos, al menos hacerte pasar por uno. ¿Diversidad para qué?

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