Hace tiempo, empecé a cuestionarme las razones de por qué compartía mi vida con los demás en las redes sociales. ¿Por qué lo hacía realmente? ¿Qué quería conseguir con ello? Algo me parecía gracioso y quería compartirlo. Me veía guapa en una foto y la publicaba. Ocurría algo en el mundo e iba corriendo a ver la opinión de los demás sobre el tema. Me iba de vacaciones y no paraba de crear historias y publicaciones donde se me veía relajada y feliz. 

¿Por qué publicamos las cosas realmente? A veces he pensado que lo hacemos ya por costumbre y porque todo el mundo lo hace, pero no siento que sea la única razón. ¿Lo hacemos porque estamos orgullosos de nuestra vida? ¿Para mostrar al mundo que realmente valemos la pena? ¿Buscamos aprobación externa? Cuanto más lo pienso, siento que es una combinación de muchos factores, más incluso de los que acabo de mencionar.

 

 

No creo realmente que las redes sociales sean malas. De hecho, nos han beneficiado en muchísimos aspectos y son una gran plataforma para enseñar tu arte o incluso defender causas sociales. Sin embargo, no creo que para mí sea bueno ese sentimiento de tener que vivir mi vida de una manera en la que todo el mundo la pueda observar. Ahora mismo siento que vivimos en una cultura de cara a a la galería donde publicamos nuestra vida a todas horas, especialmente para celebrar nuestros éxitos, para enseñar las mejores cosas que hacemos cada día y también para mostrar los días más importantes de nuestra vida. Creo, de verdad, que las redes sociales han tomado un papel en nuestras vidas mucho mayor del que somos capaces de reconocer y todo esto me ha hecho reflexionar: ¿Para quién estoy viviendo? 

¿Estoy viviendo por y para las personas que me siguen en Instagram (desde amigos y familia hasta conocidos e incluso extraños)? Probablemente, todos queremos responder no a esta pregunta, pero si nos ponemos a pensar en el motivo de por qué sentimos la necesidad de hacer una foto a la comida que estamos a punto de disfrutar cuando estamos de vacaciones, nos daríamos cuenta de a veces vivimos las cosas con la intención de que los demás sepan que lo estamos haciendo. 

Y al darme cuenta de esto, me di cuenta de que no siempre me pongo como prioridad en mi vida. Así que, a partir de ahora, he decidido que voy a empezar a vivir por y para mí y creo que cualquier persona que quiera hacerlo, debería preguntarse cómo viviría y quién sería si nadie pudiera verlo. ¿Qué harías y quién serías si no existieran las redes sociales, si solo hicieras fotografías para guardarlas en álbumes, si la única forma de conocer a alguien fuera preguntarles directamente, si nadie supiera en qué trabajas hasta que te preguntaran?

 

 

Estoy trabajando en estas preguntas porque creo que la verdad sobre ti misma sale a la luz cuando no tienes ojos observándote alrededor, cuando no te da miedo el juicio ajeno y no sientes necesidad de que te acepten. Porque nuestro yo más auténtico no tiene miedo de las críticas y no necesita la aceptación de nadie para vivir en paz. Si empezáramos a vivir por nosotros mismos, haríamos lo que nos apeteciera en cada momento, no nos sentiríamos culpables por tener días poco productivos, no compararíamos nuestros cuerpos con aquellos que nos hacen creer que deberíamos tener, no estaríamos pendientes del ángulo perfecto para una foto en vez de apreciar las maravillosas vistas, no nos agobiaríamos por leer menos libros o ver menos películas los demás. Escucharíamos a nuestro cuerpo y haríamos aquello que necesitáramos en cada momento sin intentar encajar en los moldes que una sociedad enferma ha preparado para nosotros.

Con esto no quiero decir que vaya a eliminar todas mis cuentas. Nunca he creído en los extremos. Pero sí pienso cuestionarme y entender por qué hago las cosas que hago. Puede que me apetezca compartir una reflexión, pero no el atardecer que he visto al lado de alguna de mis personas favoritas (es más que suficiente vivirlo en persona, aunque nadie lo sepa). Puede que quiera publicar un poema, pero no una foto de mis vacaciones. Puede que esté meses sin entrar a mis cuentas, pero no me sentiré mal si alguna vez quiero volver o incluso comparto alguna publicación que me ha hecho cuestionar mi forma de ver el mundo. Solo sé que a partir de ahora voy a vivir para mí y que me pondré como prioridad en mis decisiones. Yo elijo qué compartir y para quién hacerlo, pero no lo necesito para que mi vida tenga sentido. Y tú, ¿para quién vives?