Soy de las que piensan que segundas partes nunca fueron buenas.

Sí, sé que hay gente que vuelve con sus parejas y les va muy bien, que se dan un tiempo y arreglan así aquello roto, amistades que se rompen por algún motivo y con el paso de los años se reconcilian…

Yo no soy así, supongo que eso va en cada uno.

Y por extraño que suene, os juro que soy la persona menos rencorosa que conozco, y puedo parecer una imbécil presuntuosa diciendo esto sobre mí misma, pero es que tampoco lo considero una gran virtud.

Ningún extremo es bueno, y así como ser muy rencoroso solo te puede hacer daño a ti mismo, no serlo absolutamente nada puede hacer que olvides por completo el daño que te hicieron.

Pero lo que me falta en rencor me sobra en pragmatismo, y lo que más claro tengo en la vida es que lo que no aporta no lo quiero.
Y puedo olvidar qué fue lo que me hiciste, pero no que hiciste algo que yo no merecía y eso hizo que no te dejara volver.

Uno de los mantras de mi vida es que nadie te obliga a quedarte en ella.
La puerta de salida es enorme, pero una vez la abres y sales por ella, rara vez hay pomo por fuera para volver a entrar.

Y es que a veces cuando alguien se va de nuestras vidas y nos dejan rotos, no debemos olvidar cómo se fueron en el caso de que decidan volver, porque hay algunas personas que son como un boomerang y siempre vuelven.

  • Recuerda cuánto lloraste en esas conversaciones previas al final.
  • Recuerda el momento en que la confianza que depositabas en esa persona se rompió y con ello una parte de ti.
  • Recuerda lo difícil que fue darte cuenta de que algo fallaba.
  • Recuerda lo fácil que fue para esa persona irse sin mirar atrás.
  • Recuerda lo que te costó volver a ser la persona que eres.
  • Recuerda a aquellos que sí estuvieron a tu lado incondicionalmente.
  • Recuerda las horas mirando el teléfono con la esperanza de que llegara algún mensaje que hiciera borrón y cuenta nueva.
  • Recuerda lo que te costó volver a confiar en otra persona de la misma manera.
  • Recuerda cómo te levantaste tras esa caída cual Ave Fénix de la que sentirte orgullosa.
  • Recuerda que de todo se aprende.

Que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero no debes encariñarte con ella si solo te crea cardenales, cortes y heridas abiertas. Cóselas, ciérralas, deja que cicatricen y a superar otros obstáculos.

Marta Freire @martafreirescribe