Ya es hora de devorarnos los insultos

Hace un tiempo mi primo me contó, que a pesar de que le encantaba mucho la expresión “Malnacido”, quería iniciar una campaña para eliminar de su lenguaje todo tipo de insulto de origen machista. Debo confesar que me encantó. Si pudiera hacer un elenco de mis insultos más usados, podría comenzar con el clásico Hijo de Puta, continuar con el Malparido/Malnacido, o incluso el tan recurrente Bastardo. Me gustaría estar aquí a desmenuzar cada uno de ellos un poquito, pero resultaría un texto un poco perturbador y francamente innecesario. Aquí todas sabemos que ningún hijo que hayamos parido es Bastardo, y por lo mismo, eso de Malparir no existe.

Más interesante me resulta simplemente elogiar los cursos positivos que últimamente los mismos insultos han comenzado a seguir. Vale la pena a este punto recordar a la legendaria Nairobi de La Casa de Papel, dando inicio al Matriarcado y convirtiéndose para siempre en la puta ama

Al final lo que cuenta es lograr darle la vuelta al insulto. Y si se trata de ir más allá, los insultos que se usan para atacar a las personas sexualmente diversas son todavía más agudos. En mi caso personal no he vivido directamente un episodio de violencia física o psicológica hacia la comunidad LGBTQ+, pero siendo mujer y siendo hermana de una persona sexualmente diversa he vivido las consecuencias de las violencias que ejerce el mundo patriarcal, tradicional y ortodoxo en busca de silenciar y esconder lo diverso. 

Mi experiencia con los insultos tomó un rumbo peculiar el día que recibí la honorable invitación del Museo Q para participar del libro “Devenir Queer, al límite del patrimonio”. En ese entonces mi marido y yo aún teníamos el restaurante más lindo del mundo, y los directores del Museo nos propusieron crear un recetario inspirado en los insultos que tradicionalmente se usan para lastimar a las personas LGBTQ+, para convertirlos en una forma de patrimonio gastronómico. La idea en general era darle la vuelta al insulto, convirtiéndolo en algo comestible. 

De esa forma nació el capítulo de los “Insultos Comestibles”, creado a partir de 7 insultos sugeridos por los directores del museo. El capítulo cuenta con tres partes: Primero, los insultos para comenzar el día o terminar la noche: Gallinas con huevos y Arepera Soy; La segunda, insultos a medio día o levanta muert*s: Patos con pluma, Tortilleras en Tijereta; y la tercera, Insultos para tomar el té, y devolver el alma al cuerpo: Bolleras a la española, Masajeando el roscón, y Dulce Galleta Quebrada.

La experiencia me encantó y la repetiría de nuevo encantada de la vida. Quizás podría hacer la versión matriarcal de los insultos comestibles, y por qué no, la versión Gordofóbica. Por ahora les dejaré el enlace donde podrán descargar el libro y acceder al recetario. No vaya a ser que alguien necesite devorarse un insulto y no lo tenga a la mano.

 

Cheetara