Mi marido trabaja fuera de casa bastantes horas y desde muy temprano. Yo llevo ya casi tres años en paro por diversos motivos. Tenemos una hija pequeña que últimamente se despierta bastante y, si, es él quien se levanta. Antes de empezar diré que originalmente fue idea de él.

Yo, a pesar del cansancio, de haberme acostado tarde, de llevar meses madrugando, si me despierto y me pongo de pie o miro la luz tenue de la lamparita de noche o la del móvil para saber la hora, una vez que me vuelva a poner en posición, no volveré a conciliar el sueño en una o dos horas mínimo. Mi marido es esa clase de personas que, jamás entenderé cómo, se levanta a calmar a mi hijo mediano si tiene una pesadilla, me trae agua, va a quitarle lo que sea que hayan encontrado los gatos para dar la lata esa noche, me tapa, acuna a la niña, se acuesta y, aun sin apoyar del todo la cabeza en la almohada, ya está dormido. Claro que interrumpe su sueño, pero solamente lo que tarda en hacer lo que sea necesario y después, la mayoría de las veces, ni se acuerda de si se levantó o no.

Nuestra pequeña ha decidido dejar el colecho ya hace un tiempo. Hasta entonces dormía con nosotros y si despertaba, yo sacaba una teta, ella se pegaba cual lapa a una roca en la orilla y seguíamos durmiendo. Pero los despertares empezaron a ser más continuos, tardaba más en volver a dormirse, hasta que finalmente había que levantarse. Probamos si era incomodidad o exceso de calor por estar con nosotros y parecía que sí, así que, al dormirla su padre, la metía en la cuna que pusimos al lado de nuestra cama y todo empezó a fluir mejor. Pero claro, eso no significa que haya dejado radicalmente de despertarse.

 

Cuando la pequeña nació no soportaba estar en brazos de su padre a la hora de dormir y eso lo puso muy triste siempre. Él sentía que no podía hacer nada porque su hija se sintiese tranquila y segura con él. Así que, poco a poco y con respeto, fue cogiéndola en brazos una vez se quedaba dormida, para que su olor fuera también signo de calma para ella. La cambiaba siempre que podía y la porteaba durante nuestros paseos siempre que ella se dejaba. Y pasado no mucho tiempo fue encontrando sus propios truquillos para ayudarla a dormir y que ella prefiriese sus brazos a los míos para determinadas cosas. Una vez volvió a trabajar empezó a perderse muchas cosas en cuanto a los avances de la niña, un día llegó y ya andaba, otro día llegó y lo llamó papá y eso se le hacía muy duro. Por la situación económica familiar no puede renunciar a trabajar tantas horas (lo cual, a su vez, me impide a mi buscar un trabajo que nos permita conciliar, pero eso es otro tema), pero se pierde muchos momentos importantes que, aunque yo capture y comparta con él, entiendo que no es lo mismo. El hecho de que lo quiera a él para dormir hace que tengan siempre su momento, único para ellos dos, para conectar, acariciarse y quererse los dos solos. Pero, obviamente, a la vez me permite tener un descanso de sus cuidados, tener un momento para mí, tener una atención exclusiva para los mayores que también me necesitan o lo que sea que nos depare ese día.

Si la niña se despierta de madrugada y me levanto yo, ella se activa, quiere ponerse de pie, quiere jugar… Y yo tardaré horas en volver a dormir. Ahora se levanta él, con un ojo medio cerrado y gruñendo algo que suena a “Ya voy”, y en cinco minutos está a mi lado roncando de nuevo. Alguna vez yo me desvelo igualmente, es entonces cuando él sabe por la mañana cuantas veces se ha levantado y tenemos esa conversación surrealista donde yo le digo: Vaya nochecita, ¿no? Y él me mira, se para a pensar y casi puedo ver cómo se esfuerza por traer las imágenes a su cabeza y entonces cae en la cuenta y dice: Si, ¿verdad? Y realmente lo pregunta porque duda si fue o no un sueño.
Realmente es una cuestión de solidaridad por su parte con mi insomnio, pero sobre todo es una cuestión de corresponsabilidad, porque yo no trabajo fuera y eso, al principio implicaba un trabajo 24/7 donde no había descansos en mi guardia.

Ahora no sólo duermo de noche, también libro de darle la cena a la niña cada día y de cambiar pañales los fines de semana. De vez en cuando oímos ese “pero hoy que es su día de descanso…” a lo que mi marido contesta “es también el suyo, hoy yo no conduzco, ella no cambia pañales.»