Adoro a Natalia Ferviú desde que, hace muchos años (una década… oh wait!), coincidíamos en el bar de moda y la veía bailando a lo loco rodeada de sus amichis. Siempre me han fascinado sus estilismos, con ese puntito mamarrach tan personal y su flequillo eterno. También la he defendido a muerte en su papel en un programa como Cámbiame porque me parece la más sensata (sí, es la que más me gusta de los tres y he llorado con ella muchas veces porque yo también soy así de sensible) y me encanta que sea un referente para muchas adolescentes. Pero hoy me he enfadado bastante con ella porque ha saltado a defender la situación de muchas chicas delgadas (esto me parece muy chachi), de una forma peculiar y siempre en contraposición con la gordura. Esto no quiere decir que vaya a dejar de quererla ni mucho menos, porque todo el mundo se equivoca y, en ocasiones, lleva al extremo sus emociones con temas sensibles de su vida.

Estoy de acuerdo con Natalia en un punto muy importante: el terrible error que es equiparar eso de la «belleza real» exclusivamente a mujeres con curvas, porque belleza real somos todas. Altas, bajas, gordas, flacas, en silla de ruedas, con alopecia universal… TODAS. También comparto eso de que las chicas delgadas no deberían verse obligadas a aguantar según qué comentarios de mal gusto sobre su cuerpo. A nivel personal, un «le hace falta un cocido» es tan ofensivo como un «liberad a Willy». Pero hacer una comparación pública entre la discriminación de un cuerpo normativo con cuerpos no normativos me parece una fanfarronería. Porque no estamos hablando de complejos, estamos hablando de jerarquías sociales (esto lo he explicado más detalladamente en este artículo sobre los privilegios). Solo tienes que abrir una revista de moda para darte cuenta de a qué tipos de cuerpos se les da visibilidad y a cuales no. Es importante tener muy presente que, aunque la belleza afortunadamente es subjetiva, nos bombardean con unos esquemas estéticos totalmente aspiracionales que, pese a afectarnos a todas las mujeres, deja en los márgenes de lo aceptado a las que no llegamos a unos mínimos.

Real-women-have-curves

Es maravilloso que todas estemos unidas en el movimiento body positive, porque la presión de los cánones nos afecta a todas. Pero creo que es muy importante tener cuidado con las formas, sobre todo si eres una persona pública en un canal de comunicación que llega a tanta gente. Decir: (palabras textuales y entre sollozos) «si yo a una persona con sobrepeso -y sabéis por qué lo digo-, no le digo que está gorda… a mi que nadie me diga que estoy delgada«, además de sonar un poco a pataleta, es olvidarse de una realidad brutal que probablemente no hayas tenido que vivir pero que existe. No se trata de un «y yo más», solo se pide un poco de generosidad ante una violencia simbólica que sufren los cuerpos no normativos en particular.

A veces me da por pensar que a ciertos colectivos les da rabia que las personas gordas nos empoderemos y reivindiquemos nuestro lugar en el mundo. Sí, soy muy mal pensada. Luego reflexiono y veo la luz al final del túnel: probablemente se haya expresado mal, aún queda mucho sobre lo que teorizar en estos lares y no tenemos por qué pensar todas exactamente igual. Son temas muy delicados y hay que intentar dejar a un lado las pasiones para no transmitir ideas equivocadas porque, desde luego, esto no es una guerra de gordas contra delgadas.