Siempre he querido aportar algo a esta maravillosa comunidad en la que el culto al gordibuenismo se ha convertido en una ayuda para cientos de usuarios que no eran capaces ni de decir “gorda” en voz alta. Yo era de esas. La sola palabra en sí me aterraba, me insultaba y me degradaba.

Hace un par de días me pasó algo que creo digno de compartir con vosotras, algo que puede que indigne a unos y también ayude a otros. Yo experimenté ambas sensaciones en aquel momento, pero ahora lo segundo tira más que lo primero.

Me encontraba yo en Port Aventura, de parranda con mis coleguis. Yo, que soy de las que se monta en todo lo bestia, no dudé en soportar una hora y media de cola para montar en la atracción estrella del parque:  Shambhala. Para los que no la conozcan, se trata de la montaña rusa más alta de Europa y con la caída más alta además.

splash

Tenía los pantalones mojados de haberme refrescado en el Tutuki Splash, el pelo me olía a estanque y mi maquillaje se asemejaba al de un cantante de black metal. Pero ahí estaba yo, esperando mi momento de gloria/terror que tanto me gustaba.

Cuando por fin me toca, me subo en el asiento y me coloco la protección. De repente, uno de los trabajadores se me acerca y me mira con cara de “is this real life, is this just fantasy”, como si nunca hubiera visto a una gorda en su vida, como si sus padres se lo hubiesen ocultado para que no sufriera. De repente suelta un: “Bueno, no sé si esto va a funcionar”, que no se molesta ni en decir entre dientes. Me lo suelta a la cara y se queda tan pancho. Prueba a apretar y me hace un daño terrible en los muslos. Vuelve a soltar y vuelve a repetir la acción. Esta vez decido demostrarle que no me han extirpado las cuerdas vocales y que puedo hablar:

-Perdona, me estás haciendo daño.

A lo que él responde tan campante:

-Perdona es que si no cabes no cabes. Tira el culo para adentro- yo lo hago- más, vamos más. Un poquito más anda.

De repente, por si no era suficiente la humillación, otro compañero se acerca y empieza a darle sugerencias al menda que me está destrozando los muslos.

-A ver, levanta las manos y mete barriga -me dice el Mesías misericordioso que ha venido a salvar a su amigo del ataque de Jabba el Hutt.

-Te aseguro que la barriga no es el problema-le digo yo.

-No, no eso está claro-dice el primero, y el otro se pone a reír a carcajada limpia.

Ahí ya no aguanto más. Me trago las ganas de divertirme como una niña y saco el orgullo de mujer que nunca me abandona y me levanto de la atracción diciendo:

-Me parece increíble lo que estáis haciendo. Y lo que me parece más increíble es el trato humillante que estáis dando a vuestros clientes. Porque estoy segura de que no soy la primera y desgraciadamente no seré la última a la que le pase esto.

Yo que ya me imaginaba así...
Yo que ya me imaginaba así…

Mis amigos me miran con cara de no entender absolutamente nada de lo que está pasando y me preguntan qué sucede mientras paso por su lado.

Que esta atracción no es para gordas -les respondo quedándome en una esquina mientras los espero, deseando morirme por dentro, pero con la cabeza bien alta. No voy a derramar ni una lágrima por algo que no lo merece.

Si me hubiese pasado esto hace un año, probablemente hubiese salido corriendo y llorando, queriendo desaparecer del mundo y culpándome a mí misma por algo que no es culpa mía. Si esto le pasa a cualquier chica/mujer/chico/hombre con la autoestima tan baja como yo la tenía hace un año, esa persona va a sentirse humillada el resto de su vida.

No por lo que pasó (que entiendo que mi seguridad está antes que pasarlo bien), porque si los trabajadores hubieran sabido comportarse con profesionalidad y educación, la situación se hubiese sobrellevado de mejor forma. Sino por la falta de avance tecnológico y de preparación en cosas tan modernas como son las atracciones más novedosas del mundo.

Esto lo escribo no para que nadie se compadezca de mí, como hicieron mis amigos. No quiero la compasión de nadie, solo quiero sentirme comprendida. Y sé que aquí habrá cientos de personas que me comprenderán y a las que espero  haber podido ayudar de alguna forma.

No estamos solos, titis. Aquí tienes una gordibuena que se compró un helado nada más salir de aquella horrible atracción porque su body se lo pedía. Y punto en boca.

Soraya Moreno