¡Ohhhhhh dios mío qué tengo una boda!….!¡Ohhhhhh dios mío, que tengo que ir maravillosa! Y no como la prima del pueblo, cuando se dice en ese tono chungo despectivo, con todo mi respeto a las primas de pueblo.

Muy bien, llega el momento de organizarse, ¡¡¡yupii!!! Tengo la excusa perfecta para gastarme dinero en un mega vestido, pero ¿a dónde voy a comprarlo? Mierda, ¿a dónde voy a comprarlo y que me entren más que sean los brazos?

Sí amigas, si ya ser una talla 44 supone un reto para buscar el vestido de la boda de tu primo, estando en una talla 56/58, es más difícil que el ir por la calle y que te encuentres un ticket dorado de la fábrica de chocolate.

Pero tú, que eres un ser optimista, piensas que lo vas a conseguir hasta que en la tienda número dieciocho te dicen: “nooo, lo siento, de tu talla no hay nada”. Y te lo dicen con esa cara de «¿en serio crees que hay algo aquí para ti?». Porque sí, la gente es mala, pero como tú te lo pasas por el toto no te queda otra que seguir en la búsqueda de tu traje.

Y de repente, piensas en un: “pues me lo hago y listo”. Claro que si lo haces con  tiempo vale, pero como llevas semanas buscando, no hay tiempo casi ni para subirte el bajo.

¡Qué desesperación! Y justo en este momento te olvidas de que eres casi atea y empiezas a encomendarte y a rezar, cosas que desde que iba a clase de religión no hacías, todo por encontrar el vestido.

Entras en otra tienda, de estas de “voy a entrar pero seguro que no habrá nada”, y en ella te pruebas tres vestidos, te quedan como el culo, pero tú eres feliz porque te has probado tres vestidos. En uno eres la hermana pequeña de Montserrat Caballé, en otro la hermana Falete y en el tercero, te quedas entre Rappel y algo que no tienes muy claro, pero hay esperanza, siempre hay esperanza.

Y, de repente, en frente de ti, en un rincón donde no habías mirado, ves un vestido rojo, y piensas ESE ES MI TRAJE: “¿¿¿tu traje???” Te pregunta tu perra interior, y tu empiezas un diálogo contigo misma en el que acabas con un: “Bueno, por probar e intentarlo no pasa nada”, y vuelves a encomendarte a todos los santos para que te entre y te quede como tú te imaginas.

Así que ese es el momento donde afloran tus inseguridades, y es que la señora de la tienda no tiene muy claro que entres ni te vaya a quedar bien. Pero tú arriesgas, te pones el escudo cual supergirl y te metes en ese vestido. Te das la vuelta poco a poco, con los ojos cerrados porque tienes miedo de abrirlos… Pero finalmente te miras al espejo y te sientes como la ama del mundo. Porque sí chicas, después de mucho buscar encontré MI VESTIDO, y ahora por fin soy: La prima del novio.

Lorena Serrano