Sí, lo que lees. No estoy loquer, ni drogada ni borracha (bueno, eso un poco siempre) pero es que he llegado a la brillante conclusión de que todas necesitamos a un capullo en nuestra vida. Y por capullo entiéndase al subnormal de turno que te trata como si fueras un felpudo del Ikea en el que limpiarse la mierda cuando viene de fiesta.

Seguro que a estas alturas ya has identificado alguno, porque sí amiga, eso es como los pantalones campana, TODAS hemos tenido uno y si no lo has tenido, más vale que te vayas buscando uno, (en Tinder hay muchos, puedes probar ahí) porque son altamente necesarios.

¿Quién no ha tenido un novio que nos puesto los cuernos más veces que el reparto completo de Bambi? ¿O que nunca tuvo claro lo que quería con nosotras (pero con la vecina del cuarto sí, hijo de puta) y que no paraba de marearte? ¿O aquellos que te prometían la luna, el cielo y el trono de hierro pero en cuanto las cosas se ponían serias, te hacían la francesa?

ESOS CAPULLOS.

Pues hamija, dales las gracias mentalmente por todas las perrerías y putadas que te han hecho pasar. Por todas las noches a las dos de la mañana llorando a moco tendido viendo el diario de Bridget Jones pensando en que algún día tus futuros gatos de loca se comerían tu cadáver o por todas esas tardes de Stalker profesional espiando a todas las tías a 10km a la redonda de tus ex.

Porque sin ellos, hoy no serías quien eres. Porque has revivido de tus cenizas, (como el ave fénix de Dumbledore). Porque pensabas que te morías, que dolía tanto que de esa no salías (ya lo dice el dicho, que de la cárcel se sale, pero del tinder no) pero aquí estás, con dos ovarios, plantándole cara a la vida otra vez, como si nunca te hubieran hecho daño.

Porque gracias a esos capullos ahora sabes quién eres. Eres consciente de todo lo que no tuviste y de todo lo que te mereces. Eres más adulta, más sabia y más inteligente. Los reconoces a la legua y los mandas con su madre antes de que les de tiempo a desabrocharse el pantalón.

Así que, queridos capullos, gracias, pero gracias de verdad. Después de mucho llorar he entendido que sois como las cucarachas, asquerosas, pero necesarias. Sin vosotros, a veces no entenderíamos lo que valemos y sobre todo, no sabríamos valorar a los no-capullos. A los que se quedan, a los que nos aceptan sin pretender cambiarnos, a los que se les quedan cortas las palabras para decirnos lo maravillosas y preciosas que les parecemos, a los que entienden nuestro pasado y nos lo curan a besos. A los que no nos mienten y son honestos y sinceros desde el principio, sin mentiras ni dobles juegos, a los que de verdad valen la pena risa.

Así que ya sabes, pon un capullo en tu vida (y luego mándalo a tomar por culo) 

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