Hoy te escribo a ti. Te escribo con un dolor en el pecho que me está matando, dicen que se llama vacío. Ese vacío que dejaste depositado en mí cuando decidiste marcharte. Te escribo desde la distancia que quisiste poner entre nosotros, del profundo abismo que dejaron tus palabras, del vértigo que me produce pensarte, te escribo con lágrimas, lágrimas que no dejan de cesar,  porque todo me recuerda a ti.

Empezó a llover, fuerte, muy fuerte, y solo podía pensar en cómo la lluvia me recordaba tanto a ti. En cómo me recordaba a nosotros, un domingo, echados en la cama, viendo un capítulo de Lost, abrazados, dándonos calor, mientras escuchábamos cómo llovía. Y ese olor a café. Café recién hecho. Eso sí que me recuerda a ti, me recuerda a cuando llegábamos tarde a clase, me recuerda a los descansos y a los cigarrillos que nos fumábamos, me recuerda a los polvos que echábamos, me recuerda a todas las veces que nos fugábamos de la Facultad, porque preferíamos las clases de “lengua”, me recuerda a todas las veces que intentabas tranquilizarme, haciéndome entender que un café y una conversación podrían arreglarlo todo. Y así era.

Y cada vez que paso por delante de aquel banco, donde tantas confesiones nos hicimos, donde tantos momentos vivimos, y que la luna fue testigo, solo puedo pensar en ti, en lo mucho que me recuerda a ti. ¿Y qué me dices de la música? Todas las canciones parecen que tienen tu nombre, tu esencia, tu alma. Algo de lo que solías hablarme mucho, y es que cada vez que alguien empieza a deslumbrarme con teorías filosóficas solo recuerdo tu cara. Tu dulce cara que me volvía tan loca. Y que hasta mi gato Tigger extraña tanto. Por eso, él también me recuerda tanto a ti. Me recuerda a cuando llegabas a casa e iba corriendo a saludarte. A cuando preparábamos la cena y él nos miraba, quería jamón. A cuando los tres veíamos partidos de fútbol en la televisión.

Ver fútbol. Era algo tan apasionante a tu lado. Recuerdo todas esas cervezas que nos echamos, tu apoyando a un equipo y yo a otro, era un juego divertido. Recuerdo cuando ganaba tu equipo, la felicidad que te producía, y la compasión que tenías luego conmigo, que acababa siempre en un beso y un te quiero. Y todos esos amigos que teníamos en común, todos ellos me recuerdan a ti. Ese grupito con el que siempre salíamos, ese con el que vivimos un montón de experiencias, pero que ya no tiene ningún sentido. Porque cada vez que estoy con ellos, solo te imagino a ti.

giphy (2)

Y ya no estás. Te fuiste. Te fuiste porque todo te superó, porque no fuiste valiente, porque no aceptaste nada de lo que tu corazón te decía, porque era más fácil huir que abrirte a alguien. Porque nunca quisiste atarte a nada, y lo entiendo. Yo tampoco quería atarme a nada, pero apareciste tú y lo cambiaste todo. Y lo acepté de esa forma. ¿A qué tenías miedo? Tus ojos me decían lo muy enamorado que estabas de mí, tus celos te delataban, tus besos lo demostraban todo, tus abrazos me transmitían aquello que no decías, y ahora todo está jodidamente mal porque ya no estás a mi lado, y todo, TODO, me recuerda a ti.

Anónimo