Yo no soy ninguna experta en nutrición (ni pretendo serlo, vaya), pero desde hace tiempo cuido cada vez más mi alimentación, y eso es algo que noto en mi salud: me siento más sana, mejor conmigo, con mi relación con el mundo y, por ende, soy más feliz. Sí: comer bien te ayuda a estar feliz. Quién lo diría, ¿eh?

A mucha gente, cuando le hablas de “cuidar la dieta” inmediatamente piensa en “privarse de comer” (normalmente con un objetivo concreto, que suele ser perder peso). Pero cuidar la dieta no es eso: cuidar la dieta se trata de comer bien para ganar salud.

Así que de repente me ha apetecido compartir algunos de mis “básicos”: los tips que he ido incorporando con los años a mi rutina de alimentación sin los cuales, todo hay que decirlo, ya no entiendo la comida.

1: APRENDE A COCINAR

A ver, que no hace falta ser una estrella Michelín, ni saber hacer una deconstrucción. Qué caray, no hace falta ni saber lo que es una deconstrucción… Pero, reconozcámoslo, las rutinas acaban siempre llevándonos al sota, caballo, rey y olvidamos que existe vida más allá del rebozado, los espaguetis y la pizza congelada. Tener algunos recursos creativos en la cocina es esencial para no aburrirnos.

ratatouille

Además, y esto es importante, cuanto más cocines tú menos  comida ya preparada consumirás. Aunque de esto hablamos luego.

2: COME DESPACIO

Venimos de una cultura platocéntrica total, en la que “comer bien” es sinónimo de “comer mucho” (mirad si no lo que dicen de los niños, que el que come poco automáticamente come mal),  y esto no es así en absoluto. Nos han enseñado desde pequeños que hay que acabarse el plato y que (y esto es lo más peligroso) no terminamos de comer cuando ya no tenemos hambre, sino que terminamos de comer cuando ya no entra más comida. Esto, así a pronto, suele hacer que estemos sobrealimentados casi de manera perpetua (y que ya de paso nos carguemos nuestro metabolismo). No diré que sea fácil, pero se puede romper con el círculo: sólo hay que estar atento al momento en que dejas de tener hambre, y parar ahí. Comer despacio y masticar bien la comida (para producir más saliva) puede ayudar, ya que hace que nos saciemos con menor cantidad de comida. Aunque, en realidad, la mecánica es justo al revés: comer muy deprisa hace que no nos dé tiempo a reconocer las señales de saciedad en su justo momento. Por eso es más fácil comer de más.

come despacio

3: BAJA EL FUEGO

Yo ya sé que vivimos esclavos del reloj, del no tengo tiempo, del llego tarde… (Si tienes hijos ni te cuento) Pero venga: la diferencia entre freírte las patatas al máximo o un par de puntos por debajo suponen tres o cuatro minutos. Permítetelos. No sólo porque los alimentos se cocinan mejor y mantienen mejor sus propiedades y su sabor, sino porque algunas cosas “demasiado hechas” son un potencial riesgo para la salud porque liberan acrilamida, una sustancia genotóxica y carcinógena (aquí es cuando dejo un enlace que lo explique).

fire bob

4: CENA DOS HORAS ANTES DE DORMIR

Todo el mundo ha oído alguna vez eso de que “no hay que comer hidratos antes de dormir”. En realidad, lo realmente recomendable sería no comer antes de dormir. Vamos, no inmediatamente antes. Cenar un par de horitas antes de acostarse es una buena idea por varios motivos. Entre otras cosas, porque así puedes cenar lo que quieras pero, sobre todo, porque el cuerpo descansa mejor: se reduce la presión arterial y el organismo, al no estar en pleno proceso digestivo, puede centrar sus recursos en la función reparadora. Todo esto hace que, en resumen, duermas mejor y te despiertes con el cuerpo más descansado y una estupenda sensación de ligereza.

5: COME MÁS VEGETALES

 Sé que parece difícil, pero no lo es: sólo plantéate, al menos en tres comidas al día (desayuno, comida y cena) meter algo del mundo vegetal. Un poco de ensalada, meterle unos champiñones a la tortilla, comer un par de fresas con el yogur… Los vegetales aportan fructosa y carbohidratos con mínimo (o nulo) contenido graso. ¡Son esenciales para funcionar! Piénsalo: lo que forres con vegetales, no lo rellenarás con chuches tóxicas.

vegetables

6: COME FRESCO

Insisto en que soy consciente de la esclavitud del reloj, y que si te apetece comer pizza meter una precocinada en el horno (o el microondas) son segundos contra los quince minutos que te lleva preparar tu propia pizza (no digamos ya si te haces tú la masa, cosa que en mi casa nos encanta, que te vas a la hora y pico). Pero a ver: entre freír unas varitas preparadas de merluza y hacerte un filete en la sartén no hay ninguna diferencia. Siempre que te sea posible, olvida los precocinados y come los alimentos lo menos procesados que puedas. Los alimentos procesados suelen contener unas cantidades elevadísimas de sodio (sal) y edulcorantes bastante poco recomendables, que contribuyen bastante a empeorar nuestra salud y nuestro bienestar físico, tanto externo como interno.

salchicha
«¡Fuera de aquí, ponzoña!»

Y, a colación de esto, voy a añadir…

7: REDUCE (O QUITA) SAL Y AZÚCAR

Ahora que hablamos de los alimentos procesados… Nuestro paladar está diseñado biológicamente para que nos atraigan los alimentos dulces y salados, porque en ellos podemos encontrar los nutrientes que necesitamos (proteínas, carbohidratos, azúcares…). Cuanto más dulce/salado esté algo, más nos gusta. Esto hace que las empresas de alimentos procesados añadan cada vez más edulcorantes y más sales a sus alimentos, con el objetivo de gustar más para, obviamente, vender más. Y lo peor es que parece que esta tendencia va en aumento… Pero, al igual que sucede con el “comer despacio”, esto es un círculo que se puede frenar y revertir: si quitas los precocinados, ya tienes la mitad del trabajo hecho. En tus platos, sustituye la sal por otros potenciadores de sabor, como ajo, pimienta, hierbas aromáticas y especias (cúrcuma, jengibre, nuez moscada… lo que quieras). El azúcar refinado puede sustituirse por miel. A las personas a las que no les gusta el intenso sabor de la miel les suele resultar agradable endulzar con miel de eucalipto, porque tiene un sabor muy suave y prácticamente imperceptible mezclada con otra cosa (café, yogur…). Sé que no me vas a creer, pero en unas semanas tu paladar se “limpiará” y empezarás a apreciar el verdadero sabor que tienen los alimentos.

Y, por último, PRUEBA COSAS

Unos cocinan mejor que otros pero, por norma general, todo lo que hacemos es comestible-no-peligroso, así que pierde el miedo a probar alimentos nuevos. Igual resulta que te encanta el boniato y no lo sabes, o que aborreces la papaya y tampoco lo sabes. El mundo ofrece suficiente como para que comas el resto de tu vida sin repetir plato una vez. Alimentos, especias, acompañantes, cocinados… ¡Prueba! Eso sí… Come lo que te guste. Que comer, ante todo, es un placer.

ilovefood