Me pongo a escribir este artículo y de repente parece que me he echado veinte años encima. Me he pasado un par de días documentándome, o lo que es lo mismo, revisando fotografías de mi infancia, y ahora parece que soy más consciente de lo mucho que ha cambiado el mundo en estos treinta y tantos años.

Y lo que más me choca no es que la evolución a mejor haya sido tan brusca, sino que yo misma fui una niña criada al más puro estilo de los ochenta y aun así siempre he visto en mis padres a esas personas súper adaptadas a lo de ahora. Es obvio que al final como madres nos guiamos por las recomendaciones de los profesionales, y si antes lo que había era libre albedrío en según qué detalles, pues se tiraba de un ‘siempre se ha hecho así y nadie se ha muerto’ y listo.

Revisé álbum tras álbum repitiendo una y otra vez aquello de ‘madre mía si esta fotografía la haces hoy… ¡a la cárcel que vas!‘, mi padre me miraba y sonreía respondiéndome con el clásico ‘eran otros tiempos‘ que parece salvar cualquier situación. Claro que sí, ni los embarazos ni las crianzas eran lo que son ahora…

1/ Fumar en pleno embarazo

Actualmente es una cuestión bastante tajante, el tabaco es veneno dentro y fuera del cuerpo, así que por lo tanto el humo siempre lejos de tu bebé. Antes este asunto era mucho más flexible, aunque partimos de la base de que en las propias consultas médicas se fumaba sin que nadie se escandalizase por ello.

2/ ‘Si no quiere usted dar teta, véndese el pecho para frenar la subida de leche‘.

Una aberración de la medicina, o al menos una más por la que debían pasar las mujeres una vez habían dado luz. Hubo una estrepitosa etapa en la que incluso se llegó a decir que la leche de fórmula era mil veces superior a la leche materna. Muchas mujeres sucumbieron a lo que sus médicos les vendían y se pasaban días enteros con el pecho aprisionado bajo un montón de vendas. Una barbaridad.

3/ Las madres por un lado, los bebés al nido.

Esta no es una de las dinámicas más anticuadas, de hecho en algunos hospitales todavía se lleva a cabo. Era la tendencia cuando se entendía que la madre debía descansar y su recién nacido bebé no la necesitaba tanto como algunos querían hacer creer. Al final lo que se conseguía era una mujer pasando sola un postparto horrible y una sala llena de criaturas que solo veían a sus madres en las diferentes tomas. Todo muy artificial y cero natural.

4/ El chupete bañado en azúcar (leche condensada, miel o cualquier sustancia súper dulce).

El bebé llora → dale el chupete. El bebé no deja de gritar y escupe el chupete → mójaselo en azúcar y verás cómo se calma. Funcionaba, por supuesto, era un plan infalible al menos durante esos minutos que duraba el dulzor en la boca de la criatura. ¿Que en el momento no nos hacía mal? Seguramente no. ¿Que nuestras dentaduras no nos lo agradecían? Pues tampoco. Desde bien pequeños nos vendieron el azúcar como premio y así hemos crecido, creyendo que el Bollicao era el trofeo a las buenas notas.

5/ Las fotos graciosísimas con el cigarrillo en la boca.

Y quien dice cigarrillo dice dándole un trago a un botellín de cerveza o chupeteando una copa de whisky. Era el chiste de cualquier reunión familiar, pillar por banda al más pequeño de la familia y reírse lo más grande dándole a probar cualquier sustancia prohibida para los niños. Allí nadie alzaba la voz pidiendo un poco de cordura porque todos tenían claro que una broma era una broma. También es cierto que esas fotografías no llegaban más allá del álbum de fotos familiar, cosa que ahora es totalmente imposible. Sube una foto de tu hermano de dos años cigarro en mano, viraliza tan rápido que antes de que te des cuenta ya está la Policía llamando a tu puerta.

6/ El chorrito de vino en la papilla.

Ahora, a mis treintay soy fiel defensora de las múltiples cualidades del vino. Una copita de este néctar de los dioses es la solución para un millón de males, físicos o psicológicos. El vino es gloria bendita, y tanto se ensalzó lo bueno de este zumito de uva que no fueron pocos los médicos que recomendaron un chorretín de vino en la comida de los más pequeños. Y si no era como mezcla en un puré, también teníamos las tradicionales sopas de burro cansado que nos preparaba la abuela y nos dejaban piripis toda la tarde.

7/ El castigo más allá de las palabras.

O lo que venía siendo la conocida por todos como ‘ostia a tiempo‘. Había desde zapatillas voladoras lanzadas con efecto, hasta guantazos con la mano abierta que te hacían retumbar los tímpanos. Lo que sabías seguro es que algo muy gordo habías hecho cuando tocaba ‘cobrar’ (y no exactamente dinero). Más alucinante incluso era la gratuidad con la que los profesores levantaban la mano a los alumnos, desde poniendo las manos para recibir con la regla de madera a llevarse un capón con los nudillos en toda la sesera. A favor de la disciplina pero jamás educar en el miedo.

8/ Los adultos y los niños juntos, pero no revueltos.

Ibas a comer a casa de tu tía y los niños comían en la cocina mientras que los mayores lo hacían en el comedor. Los pequeños jamás eran bienvenidos en ninguna quedada que implicase trasnochar, a ellos les tocaba quedarse en casa mientras los padres y madres disfrutaban de su tiempo libre. Era una segregación por edades que tocaba cumplir a rajatabla. Ellos, los mayores, eran el ser a respetar, los niños, el último mono.

9/ En el coche, cero medidas de seguridad.

Ya era demasiado que los bebés contasen con una silla, cero homologada, para viajar en coche. Los que teníamos más edad nos sentábamos donde nos daba la gana, saltábamos, nos tumbábamos, nos levantábamos… Ir en coche al final era como estar en tu cuarto de juegos pero en movimiento, y quizás por ese motivo también vomitábamos en cada uno de los trayectos.

10/ En casa solos y sin rechistar.

Los pre-adolescentes de hoy en día creen saber mucho sobre madurez y responsabilidades, pero para ser justos, los pequeños de antes estábamos de sobra mucho más curtidos. Nos daban las llaves de casa porque no quedaba más remedio, y encima nos tocaba pasar algunas horas del día solos sin haber siquiera cumplido los diez años. Merendábamos, hacíamos deberes y que se nos ocurriera tener la casa empantanada a la hora de llegada de los mayores, que ahí volaban zapatillas y paraguas si era necesario.

Mi Instagram: @albadelimon