‘No se puede comparar la necesidad que tiene de su madre un niño que toma lactancia materna con aquel que se alimenta de leche de fórmula’.

Y una vez más la horrible brecha entre las mujeres que optan por la lactancia materna y las que eligen biberón (o no les ha quedado más remedio) se hizo un poquito más grande. ¿Por qué? Porque siempre habrá alguien que juzgue, que sentencie y que idealice un tipo de crianza sobre el resto.

Os pondré en situación. Hace unos días se celebraban en nuestro país las elecciones generales y por este motivo muchos ciudadanos fueron llamados a conformar las diferentes mesas electorales. Conozco a muy pocas personas que disfruten o festejen al ser elegidos vocales, vamos, que prácticamente todos los seleccionados asumen resignados su destino para ese día y punto.

La cuestión fue que este año un par de casos concretos se viralizaron por la gran indignación que generaron entre los usuarios de las redes sociales. Dos madres, con bebés de entre diez y once meses, las cuales alegaban que a pesar de estar todavía dando el pecho a sus hijos debían acudir igualmente a la mesa electoral.

Criticaban y denunciaban ante los medios y los internautas que la Junta Electoral tan solo contemplase como límite los nueve meses del lactante para eximir a una madre de esta obligación, ya que sus hijos continuaban dependiendo de ellas en muchos momentos del día.

Está mal que cuando se nos repite en reiteradas ocasiones que la lactancia materna debe llegar mínimo hasta el año de edad del niño, se den casos como estos: muy contradictorios y que van totalmente en contra de la conciliación. Pero si bien es cierto, mi opinión a nivel personal es que con un bebé de esa edad ya no solo la lactancia materna nos hace imprescindibles, sino que los niños necesitan a su madre por otros muchos motivos.

Fue entonces cuando se emitió ese juicio del que os hablaba al principio de estas líneas. Ese que yo creía ya un poco obsoleto, ese mismo que nos separa por la forma de alimentar a nuestros hijos. Según parece, para algunas personas, el dar el pecho te vincula más con tu hijo y por lo tanto te hace merecedora de ciertas exclusividades. Y yo no puedo estar más en desacuerdo.

He vivido una etapa muy dura y complicada durante el primer año de vida de mi hija. Mala comedora, con bajo peso, comidas eternas… Lo que me llevó a aprender la rutina perfecta para poder alimentarla. Sin pecho, por los motivos que fueran, pero con una total dependencia de mi persona. Mi hija sin mí no comía, literalmente. ¿Me explican ahora por qué la lactancia materna sí pero esta necesidad no?

Da la impresión de que el hecho de optar por el biberón nos diera a muchas madres la libertad total de dejar a nuestros hijos en cualquier momento, y en muchas ocasiones ese tan famoso vínculo es tan fuerte que los pequeños solo aceptan las comidas cuando vienen de una madre. Porque esa conexión es real, ya sea con la teta o con el bibe, no es una verdad reservada a la lactancia materna.

Es injusto el dar a entender que un bebé alimentado con leche de fórmula puede despegarse de su madre con menos dificultades que aquel que toma el pecho. Cada crianza es distinta y no conocemos los problemas o necesidades propias de cada niño. Generalizar es lo fácil y es deporte nacional.

Sería fantástico que por una vez hiciéramos un mejor uso de la empatía, y que realmente pidiéramos a gritos más y mejores derechos durante la maternidad sin necesidad de desprestigiar a nadie. Más que nada porque nuestros hijos no conocen de pautas, ellos simplemente precisan de sus madres el mayor tiempo posible, ya sea con teta o sin ella. Y por lo tanto esos derechos de los que tanto hablamos son por y para ellos, no para nosotras.

No hay dos crianzas iguales, cada niño que llega a este mundo es completamente distinto del anterior y es por eso que jamás podremos dar por hecho según qué particularidades. Al final, como madres, buscamos siempre lo mejor para ellos y es este detalle el único importante para mantenernos a todas unidas, no levantando muros absurdos entre nosotras.

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