Muchas de nosotras hemos pasado ya la treintena; a mí me queda poco la verdad. No somos adolescentes pero nos acordamos como si fuera ayer de todas aquellas cosas que hacíamos con apenas 15 años.

Ahora nos echamos las manos a la cabeza porque jamás se nos ocurriría ponernos a tomar el sol con aceite puro o plancharnos el pelo con la plancha de la ropa. Hemos aprendido a base de regañinas de nuestras madres, de ensayo y error o porque el sentido común ha hecho acto de presencia en nuestras vidas.

De cualquier manera, seguro que tú también te acuerdas de varias de estas cosas:

1. Plancharte el pelo con la plancha de la ropa. A veces te ayudaba tu madre, pero en la mayoría de los casos ella era la que ponía el grito en el cielo cuando te veía modo contorsionista ON y a punto de quemarte la cabeza entera. Si tu madre no te dejaba, que era lo más normal, recurrías a tu amiga y fuera. Eso sí, cuando veías a alguien con una quemadura en la frente por la calle ya sabías de que era. No había fallo.

2. Conectarte al Messenger a las 6 de la tarde. A esa hora empezaba la tarifa de la mayoría de la gente. No, no teníamos wifi 24/7 y éramos felices. Cuenta la leyenda que había unos sitios que se llamaban ciber y que la gente se pasaba las horas muertas ahí si en su casa todavía no había internet. Hablar con tu crush por el Messenger era necesario.

3. Pagar multas porque se te había olvidado (o te había dado pereza) llevar la peli al videoclub. Yo todavía me acuerdo de mi número de socio. En mi pueblo si las cogías los sábados tenías un día más porque los domingos chapaba y nos flipaba ir en comanda para decidir entre todos (tardábamos más de una hora) cuál era la nueva peli de miedo que íbamos a ver.

4. Cambiarte de ropa en el portal, o en su defecto en el ascensor. Se te encogía un poco el corazón pensando que tu madre se iba a asomar por la ventana, ¡pero es que la falda por las rodillas quedaba fatal!

5. Comprar pitis sueltos en el kiosko. Así no había rastro de paquete en casa y no corrías el riesgo de que tus padres te pillasen.

6. Tomar el sol con Nivea o Aceite de Oliva. Sin comentarios. Estábamos de la olla totalmente.

7. Llamar a tu amiga al fijo y morirte de vergüenza porque lo iba a coger su padre o mucho peor: su hermano mayor. ¿Está fulanita? Sí, ahora se pone, ¿de parte de quién?

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8. Pintarte las uñas con tipex. Pues sí, era horrible, pero lo hacíamos porque nos aburríamos como ostras y los rotuladores fosforitos no pintaban las uñas.

9. Ponerte un clip a modo de aparato de línea. Yo no sé en qué narices estábamos pensando de verdad chicas, pero el caso es que lo hacíamos porque tener aparato molaba. ¡Eso hasta que te lo ponían claro! En ese caso tu único alivio era ponerte las gomas de colores para molarlo todo. No, existía Invisalign ni cosas de esas. ¡Yo llevé hasta casco amigas!

10. Pedir anticipos de saldo y que cuando te recargasen el móvil no te quedase dinero. La cruda realidad. ¡Bendita promoción de los 1000 minutos gratis que sacó Movistar!

11. Dar toques. Antes no dábamos likes en Instagram; dábamos toques y eso significaba que nos acordábamos de esa persona. Podíamos pasarnos una tarde entera dándonos toques.

12. Llamar desde una cabina al chico que te molaba para que no te escucharan en casa. Dicen los viejos que con 100 pesetas podías contarte la vida en verso.

13. Pintarte la raya del ojo y que te pillase tu madre. Era el drama del universo. Eso sí, tú negabas por encima de la vida y la muerte que no te habías pintado nada, incluso si tu madre te pasaba el dedo por el ojo y salía negro.

14. Ir de botellón. Te ibas con tus mejores galas a beber al campo y si venía la policía tú corrías con tus tacones y saltabas vallas y de todo lo habido y por haber.

Menos mal que ahora somos personas adultas y ya no hacemos estas gilipolleces. ¿Seguro? ¡Juas!

Imagen de portada: Clueless